El President

Pocas veces podemos decir que todos los elementos que forman parte de una representación teatral son perfectos… y esta es una de ellas. Las interpretaciones de los dos principales protagonistas, son brutales y la dirección de Carme Portaceli nos ha dejado sin palabras…

Ninguno de los dos papeles son «amables» para el espectador, más bien todo lo contrario, porque provocan rechazo y asco a niveles insoportables… pero dentro de este rechazo, el escritor ha dado un papel más «humano», por decirlo de alguna manera a la Presidenta interpretado por Rosa Renom; Francesc Orella en realidad lleva el peso más importante de la obra, pero tiene la desgracia de interpretarlo cuando muchos espectadores han empezado a mirar el reloj y a removerse en su silla. Rompo una lanza pues para valorar el magnífico trabajo interpretativo de Orella.

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Bernhard es un autor duro y fuerte y El president es una buena muestra de esto. Dos personajes que han perdido los estribos y la cordura, que viven cada uno en su mundo, ajenos a la realidad exterior, pero que son la pareja que gobierna el país, nos enseñan su demencia, propia de una persona completamente resquebrajada. La representación que hace Bernhard de la alta política austriaca es la de un matrimonio extravagante y rocambolesco. El president es una crítica feroz y brutal al sistema político y la corrupción en Austria. Es bien conocida la opinión que Bernhard tenía de su país, dijo reiteradamente que era una nación estúpida y brutal, una cloaca inculta que pretendía expandir su pestilencia por todo Europa.

Los dos monólogos son un tour de force para cada uno de los actores. No es una obra al alcance de cualquiera, sino que se necesitan un actor y una actriz de raza para afrontar el reto bernhardiano y salir airoso. De Francesc Orella no cabe decir nada que no sepamos a estas alturas: es un actor impresionante y muy versátil capaz de ponerse en la piel de personajes muy diferentes, que siempre infunde autoridad y respeto porque se hace completamente suyo cada rol que interpreta. Es una bestia del teatro. En cambio, Rosa Renom, que aún no tiene el reconocimiento que merece, es otra bestia teatral. Interpreta magistralmente una presidenta enérgica, grotesca, astuta y exagerada, se luce en su papel de una manera análoga a como lo hace Orella. Los dos forman una pareja presidencial magnífica.

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El president es una obra de teatro escrita por Thomas Bernhard en 1975; una tragicomedia donde podemos ver las miserias y rarezas de las altas esferas del poder. En esta obra podemos apreciar el peculiar estilo satírico, propio de la narrativa de Bernhard, sobre todo durante el monólogo, con tono irónico que hace la presidenta; utilizando frases reiterativas y encadenadas llenas de detalles minuciosos y obsesivos. Frases que avanzan y vuelven atrás para volver a decir lo mismo. Gesticulaciones absurdas frente a un espejo, obsesiones y paranoias, que muestran en la protagonista un punto de locura.

Francesc Orella y Rosa Renom interpretan a los dos protagonistas principales; el presidente y la presidenta, unas interpretaciones que nos han dejado impresionados. Dos monólogos llenos de ironía; un texto que no es nada fácil y que se necesita de un gran nivel interpretativo para poderlo desarrollar. Rosa Renom nos ha interpretado de una manera magistral a una mujer histérica y déspota llena de tics y rarezas, y Francesc Orella nos interpreta a un hombre temible, déspota, patético y extravagante, un papel que ha sabido realizar de una manera espectacular. Del resto de personajes me gustaría destacar al activo Daniela Freixas que con tan sólo sus risas y su gestualidad, hace una actuación extraordinaria y del todo creíble y Montse Pérez en su papel de criada de la señora presidenta, donde podemos ver el poder y el abismo que existe entre los dueños y los criados.

Si a unas interpretaciones espectaculares y a la magnífica dirección de Carmen Portacelli le sumamos la fantástica escenografía de Paco Azorín, la iluminación de Maria Domènech y el espacio sonoro de Jordi Collet, nos encontramos ante un montaje que nadie debería perderse.

Representante de la renovación teatral de la segunda mitad del siglo XX, el austriaco Thomas Bernhard sacudió conciencias con su ironía malsana y su pesimismo de moralista hastiado, englobado dentro del movimiento conocido como la «nueva subjetividad», al que también pertenece Peter Handke. A El President, Bernhard afrontó el género de la farsa política cargándolo de humor negro y excesos propios del teatro del absurdo de Ionesco. La obra, dirigida esta vez por Carme Portaceli, es, básicamente, una serie de monólogos esperpénticos del presidente de un Estado y su esposa en un momento de crisis institucional donde un atentado dirigido contra ellos ha puesto fin a la vida de su querido perro y de un coronel. Con esta brillante excusa, a medio camino entre una dolorosa trivialidad y una profundidad existencial, el montaje retrata el cinismo de los núcleos de poder desde una visión cruelmente obsesiva y dolorosamente crítica. La ignorancia y la soledad de los poderosos, parece querer decirnos el autor, conduce la sociedad hacia la maldad, la violencia y la locura. Tanto Francesc Orella como Rosa Renom interpretan con una vehemencia genial esta pareja incapaz de ver más allá de sus obcecaciones. Hay que decir, sin embargo, que se trata de un espectáculo largo, intenso y de contenido pesado. Afortunadamente, la intensidad y el ritmo juegan bastante a favor, ayudando al espectador a sobrevivir al hundimiento ético, humano y gubernamental que este matrimonio representa y que, hoy en día, está de rabiosa actualidad.

Enfrentarse a una obra de Thomas Bernhard requiere un esfuerzo por parte de todo el equipo artístico que participa en el proyecto -empezando por el director y terminando por unos preparadísimos actores- pero también requiere un esfuerzo por parte del público. Este autor austriaco, que renegaba de serlo, a menudo escribió obras que son largos monólogos punteados por las réplicas de personajes muy secundarios, meras comparsas que acompañan al personaje o personajes centrales. Su teatro es seco, denso y lleno de complejidades que, a simple vista, pueden pasar desapercibidas. Sin embargo, sus palabras no son en vano, y sus diálogos no caen en el olvido del espectador, sino que lo hipnotizan con un extraño magnetismo y unas repeticiones que, con el actor adecuado, pueden convertirse en auténticos mantras.

Al igual que ya le pasó a Lluís Homar con L’home de teatre (El hombre de teatro), dirigida por Xavier Albertí en 2005, Francesc Orella y Rosa Renom tienen aquí dos grandes oportunidades para demostrar toda la técnica y toda la sabiduría teatral aprendida durante años. El primero apura todos los recursos que han hecho de él uno de los más grandes de nuestro teatro, pero la segunda ejecuta una Presidenta que seguramente quedará en la retina de los espectadores por ser una de las performances más delirantes y mejor resueltas que hayan visto en años en el TNC. Y ligando estas grandes interpretaciones hay Carme Portacelli, en uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Gracias a una inteligente escenografía de Paco Azorín y una iluminación tenebrosa de Maria Domènech consigue crear un clima tan denso y tan perturbador como el del texto que se presenta. Un gran montaje, al que hay que ir preparado y dispuesto…

Es una función en dos partes. La primera con la visión de la primera dama (una gran Rosa Renom como protagonista) y el otro con el presidente (Francesc Orella).

Hay que decir que la primera parte es la más energética. Con Rosa Renom y Montse Perez. Aunque la voz cantante la lleva Rosa Renom, las replicas que Montse Perez realiza sin palabras, con un trabajo gestual genial, son magníficas. La segunda parte con Francesc Orella como protagonista, es la contrapartida de lo que nos ha explicado anteriormente la primera dama. Para mí, un poco más pesado…

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La primera inmensa, la que se corresponde a la primera dama (Rosa Renom) y la segunda un poco floja, la que se corresponde al presidente (Francesc Orella). Bernhard tira con bala, como de costumbre, en contra de los que se han enquistado en el poder, su pánico al anarquismo, su bajeza moral, el autoritarismo y la deriva fascista. La obra lleva casi cuarenta años a la espalda y podría haber sido escrita la semana pasada. En cartel hasta el 28 de diciembre.

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