Dirrrty Boys
Teatro documental
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Hasta: 26 de mayo de 2024
Desde: 27/4/2024
Hasta: 26/5/2024

Dirrrty Boys

Dirrrty Boys, de Gerard Guix y dirigida por Àgata Casanovas es una contundente obra teatral en constante evolución sobre las segundas oportunidades.

La pieza se inspira en el caso criminal británico sobre el asesinato del niño de casi tres años James Patrick Bulger a manos de Robert Thompson y Jon Venables (ambos de diez años) en Liverpool en 1993.

Sinopsis

Supongamos que dos amigos hacen una fechoría muy grande cuando son pequeños. Ahora supongamos que ya adultos, las consecuencias les acompañan en forma de remordimientos, de culpa, y les altera la vida, la modifica, la condiciona. A uno de ellos, aparentemente, las cosas le van bien teniendo en cuenta el peso que lleva sobre los hombros. Al otro las cosas le van mal, pero no tan mal como quisiera mucha gente que cree que merece un futuro peor por lo que hicieron, que no es una fechoría, sino un acto terrible con secuelas devastadoras.

Ésta es la historia de Jon y Robert, dos niños de diez años que, un día de febrero de 1993, hacen una fechoría de tal alcance que, a partir de ese momento, ya no pueden avanzar, atrapados dando vueltas sobre su pasado, en un loop infinito, una y otra vez, volviendo siempre a la casilla de salida.

La obra en palabras de la directora, Àgata Casanovas

Lo real.

El punto de partida de este proyecto es lo real, porque para mí, la ficción nunca supera la realidad. De la realidad a la obra dramática no se ocurre en un cerrar y abrir de ojos.

En una primera etapa de trabajo existe todo un proceso de investigación teórica sobre el caso Bulger: Google, libros, documentales, The Sun, Twitter, blogs,… Mucha información a ordenar y, sin embargo, aparecen grandes vacíos de información. No interesa el hecho en sí, sino el antes y el después. El hecho es fuerte, de cubrirse la boca con la mano, de pelos de punta, de horror. La acción teatral comienza en la búsqueda del porqué.

En una segunda etapa comienza la creación teatral a partir de improvisaciones y pequeñas lecturas de propuestas de texto. Muchos meses de investigación. De elegir. De tirar. De volver a sacar de la basura. De prescindir de material maravilloso. De hornear a fuego lento. De altibajos. De página en blanco. De dudar, de dudar muchísimo. Es en esta etapa, aparece la primera versión de Dirrrty Boys.

En una tercera etapa levantamos esta primera versión. Lo mejor de un proceso creativo es que la obra está en constante evolución. Todo debe ir a favor de la dramaturgia y es muy necesario el trabajo en su conjunto. Lo peor de este método por los actores, es que siempre se está retocando el texto y les devuelve algo (más) locos.

En la última etapa se afina la última versión, la décima.

Dirrrty Boys es un texto muy literario que se presenta desnudo, sin acotaciones. Por un lado, a la hora de dirigir te coloca en un puesto de libertad absoluta, pero también sitúa a los actores y dirección al abismo. Frente al precipicio. Las dudas vuelven a aparecer. Pero después de tanta investigación y tapar los agujeros con ficción necesitamos alejarnos de la realidad para levantar la ficción. Está bien saber de dónde venimos, pero necesitamos centrarnos en dónde estamos ahora mismo: dejamos atrás el Cas Bulger y nos centramos en Dirrrty Boys.

La ficción.

La forma de vestir este texto tan desnudo es seguir explotando el vacío, sin artificio, dejarlo desnudo con lo que tenemos. Se apuesta por el movimiento y la fisicalidad constante de los intérpretes, que de esta manera se acabarán construyendo las acotaciones, ya que en la dramaturgia están completamente ausentes.

Un colchón es todo lo que necesitamos para contar esta historia.

El cambio de lugar, un nuevo espacio, el espacio en el que vivir, el espacio en el que intentar vivir. El espacio de descanso, de pensamientos, en el que vaciar tu mierda. El espacio en el que por unas horas desapareces y nadie sabe quién eres. El espacio íntimo, donde te tocas, dónde te tocan, donde posiblemente eres más tú. Dónde dejar salir a tu bestia. Donde calmar a tu bestia. Donde tu cabeza va a mil por hora y los pensamientos se te comen poco a poco, porque ser tú mismo tiene sus consecuencias.

El debate interno vs los personajes.

Desarrollar la acción que causa la consecuencia, investigar el precedente, hace que aparezcan las preguntas. Muchas preguntas y pocas respuestas.

Se encuentran cuando más se necesitan. Tienen vidas vacías, son completamente invisibles. Nadie se hace cargo. Nadie se hace responsable. Se encuentran. Y se hacen amigos. Y torturan. Matan. Esta acción tiene un gran efecto.

Entenderlos.
Cuestionarlos.
Ponerlos en entredicho.
Defenderlos.

Y ahí está el reto: tener que conectar con ellos. Y también hacer pasar a los intérpretes por el mismo proceso. Y lo más importante, aunque la dramaturgia lo facilita, poder hacer que el público también empatice con él. Pero también es crucial distanciarse de ellos, para que el personaje no se cale demasiado adentro de las almas en la sala de ensayo. Hay que saber entrar, sin embargo, también debe saber salir.

¿Pero cuál es el arrastre de matar, más allá de ser juzgado? No todo se puede resumir con la mancha que dejas en tu expediente vital cuando la cagas. En Dirrrty Boys intentamos contarlo.

Ágata Casanovas

Texto del dramaturgo, Gerard Guix

Dirrrty Boys, con la «r»alargada, como un gruñido amenazador, con «r»de rabia, rebelión y resentimiento, supone un gran reto para cualquier dramaturgo. Basada en un hecho real, escabroso, inenarrable, ininterpretable y, sobre todo, atroz. Situada en una época y un contexto que, aunque reconocible, es distante en el espacioy el tiempo. Protagonizada por niños, y ya sabemos que los niños en el escenario, más allá de los musicales, son una idea demasiado arriesgada. Y con un detonante de la historia tan brutal que hace que, a partir de ahí, la tensión de todo lo que se explica vaya en declive, se desmonte hasta hacer que el espectador pierda por completo el interés.

Pero los retos siempre son emocionantes, cuanto más difíciles mejor, y por eso cuando apareció la oportunidad de contar esta historia, que a priori lo tenía todo en contra para ser contada, acepté. El secreto de todas las historias, más que el qué se explica, es siempre el cómo se explica. En el caso de Dirrrty Boys, con «r»de rampante, ruina y reacción, el «cómo» se resuelve transformando el detonante en el clímax, en una pirueta narrativa que complica las cosas a la dirección escénica. Pero, sobre todo, es importante el «hasta dónde se explica», reforzando la teoría de queun final feliz depende del momento en que dejes de explicar la historia. Lo más interesante del caso de James Bulger no era la acción concreta, el hecho dramático, sino el contexto y su extenso «aftermath», con una onda expansiva tan grande que llega hasta nuestros días y amenaza al dramaturgo de tener que añadir una escena nueva si no quiere traicionar al espectador, tenerlo desinformado.

Esta es una obra documental, monumental por su gran arco temporal, y periodística, por su rigor informativo. Los datos pueden abrumar, y de alguna manera han de hacerlo, no solo sitúan, sino que nos estallan en la cara y nos hacen sentir el peso de la historia en todas sus posibles interpretaciones: han pasado casi treinta años y todavía se genera ficción a su alrededor:una novela, una película, una canción, una serie, un cortometraje nominado a los Óscar y ahora una obra de teatro. Las consecuencias todavía son bien visibles, las heridas bien abiertas, la sangre sigue brotando en un goteo lentísimo, que suele ser mucho más doloroso que un impacto brutal.

Pero esta es, esencialmente, una obra de ficción. Basada en hechos reales, sí, pero por encima de todo la ficción domina la realidad, aunque al principio uno de los narradores afirme rotundo todo lo contrario: la ficción bajo la dictadura de la realidad. De Robert Thompson y Jon Venables, nuestros jóvenes protagonistas, solo conocemos el hecho que detona la historia, unos interrogatorios posteriores y un juicio mediático. Nada más. Después,son recluidos en un centro de alta seguridad para menores, abandonados con identidades cambiadas, como si así pudieran ser olvidados y su crimen nunca se hubiera cometido. Cuando ocho años más tarde obtienen la libertad, ya nadie los vuelve a ver, nadie sabe quiénes son, ni dónde estány, mucho menos, qué hacen, qué piensan o qué sienten. Esta obra, supuestamente documental y periodística, es un reto porque ha sido construida sobre los débiles pilares de la especulación, de las suposiciones de la prensa amarilla, de mensajes publicados en Twitter y Facebook, ese lugar donde la realidad se convierte en ficción, pero muchos la siguen confundiendo con la realidad. Exactamente lo mismo que pasa con el teatro.

En la dramaturgia de Dirrrty Boys, con «r»de rebobinar, de repercusión, de redención, hay todas las piezas del rompecabezas en un ir y venir ordenado,pero no evidente. Lo más importante era que,a lo largo de la función,se repitiera una sola pregunta, como un goteo molesto, pero que va penetrando imparable, aquello de quién merece una segunda oportunidad y quién no, y dar múltiples respuestas a través de diversos personajes, porque en realidad no hay una respuesta válida y, a la vez, todas lo son. No tenemos queolvidar, pero, que no es a nosotros, los creadores, a quienesnos corresponde responderla. Esto, me temo, es tarea de quien se sienta en la butaca y nos observa desde la aparente seguridad que le otorga la oscuridad de la sala.Gerard Guix

Duración:
Idioma:
Catalán
Edad:
A partir de 14 años
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12:30h
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Supongamos que dos amigos hacen una fechoría muy grande cuando son pequeños. Ahora supongamos que ya adultos, las consecuencias les acompañan en forma de remordimientos, de culpa, y les altera la vida, la modifica, la condiciona. A uno de ellos, aparentemente, las cosas le van bien teniendo en cuenta el peso que lleva sobre los hombros. Al otro las cosas le van mal, pero no tan mal como quisiera mucha gente que cree que merece un futuro peor por lo que hicieron, que no es una fechoría, sino un acto terrible con secuelas devastadoras.

Ésta es la historia de Jon y Robert, dos niños de diez años que, un día de febrero de 1993, hacen una fechoría de tal alcance que, a partir de ese momento, ya no pueden avanzar, atrapados dando vueltas sobre su pasado, en un loop infinito, una y otra vez, volviendo siempre a la casilla de salida.

La obra en palabras de la directora, Àgata Casanovas

Lo real.

El punto de partida de este proyecto es lo real, porque para mí, la ficción nunca supera la realidad. De la realidad a la obra dramática no se ocurre en un cerrar y abrir de ojos.

En una primera etapa de trabajo existe todo un proceso de investigación teórica sobre el caso Bulger: Google, libros, documentales, The Sun, Twitter, blogs,… Mucha información a ordenar y, sin embargo, aparecen grandes vacíos de información. No interesa el hecho en sí, sino el antes y el después. El hecho es fuerte, de cubrirse la boca con la mano, de pelos de punta, de horror. La acción teatral comienza en la búsqueda del porqué.

En una segunda etapa comienza la creación teatral a partir de improvisaciones y pequeñas lecturas de propuestas de texto. Muchos meses de investigación. De elegir. De tirar. De volver a sacar de la basura. De prescindir de material maravilloso. De hornear a fuego lento. De altibajos. De página en blanco. De dudar, de dudar muchísimo. Es en esta etapa, aparece la primera versión de Dirrrty Boys.

En una tercera etapa levantamos esta primera versión. Lo mejor de un proceso creativo es que la obra está en constante evolución. Todo debe ir a favor de la dramaturgia y es muy necesario el trabajo en su conjunto. Lo peor de este método por los actores, es que siempre se está retocando el texto y les devuelve algo (más) locos.

En la última etapa se afina la última versión, la décima.

Dirrrty Boys es un texto muy literario que se presenta desnudo, sin acotaciones. Por un lado, a la hora de dirigir te coloca en un puesto de libertad absoluta, pero también sitúa a los actores y dirección al abismo. Frente al precipicio. Las dudas vuelven a aparecer. Pero después de tanta investigación y tapar los agujeros con ficción necesitamos alejarnos de la realidad para levantar la ficción. Está bien saber de dónde venimos, pero necesitamos centrarnos en dónde estamos ahora mismo: dejamos atrás el Cas Bulger y nos centramos en Dirrrty Boys.

La ficción.

La forma de vestir este texto tan desnudo es seguir explotando el vacío, sin artificio, dejarlo desnudo con lo que tenemos. Se apuesta por el movimiento y la fisicalidad constante de los intérpretes, que de esta manera se acabarán construyendo las acotaciones, ya que en la dramaturgia están completamente ausentes.

Un colchón es todo lo que necesitamos para contar esta historia.

El cambio de lugar, un nuevo espacio, el espacio en el que vivir, el espacio en el que intentar vivir. El espacio de descanso, de pensamientos, en el que vaciar tu mierda. El espacio en el que por unas horas desapareces y nadie sabe quién eres. El espacio íntimo, donde te tocas, dónde te tocan, donde posiblemente eres más tú. Dónde dejar salir a tu bestia. Donde calmar a tu bestia. Donde tu cabeza va a mil por hora y los pensamientos se te comen poco a poco, porque ser tú mismo tiene sus consecuencias.

El debate interno vs los personajes.

Desarrollar la acción que causa la consecuencia, investigar el precedente, hace que aparezcan las preguntas. Muchas preguntas y pocas respuestas.

Se encuentran cuando más se necesitan. Tienen vidas vacías, son completamente invisibles. Nadie se hace cargo. Nadie se hace responsable. Se encuentran. Y se hacen amigos. Y torturan. Matan. Esta acción tiene un gran efecto.

Entenderlos.
Cuestionarlos.
Ponerlos en entredicho.
Defenderlos.

Y ahí está el reto: tener que conectar con ellos. Y también hacer pasar a los intérpretes por el mismo proceso. Y lo más importante, aunque la dramaturgia lo facilita, poder hacer que el público también empatice con él. Pero también es crucial distanciarse de ellos, para que el personaje no se cale demasiado adentro de las almas en la sala de ensayo. Hay que saber entrar, sin embargo, también debe saber salir.

¿Pero cuál es el arrastre de matar, más allá de ser juzgado? No todo se puede resumir con la mancha que dejas en tu expediente vital cuando la cagas. En Dirrrty Boys intentamos contarlo.

Ágata Casanovas

Texto del dramaturgo, Gerard Guix

Dirrrty Boys, con la «r»alargada, como un gruñido amenazador, con «r»de rabia, rebelión y resentimiento, supone un gran reto para cualquier dramaturgo. Basada en un hecho real, escabroso, inenarrable, ininterpretable y, sobre todo, atroz. Situada en una época y un contexto que, aunque reconocible, es distante en el espacioy el tiempo. Protagonizada por niños, y ya sabemos que los niños en el escenario, más allá de los musicales, son una idea demasiado arriesgada. Y con un detonante de la historia tan brutal que hace que, a partir de ahí, la tensión de todo lo que se explica vaya en declive, se desmonte hasta hacer que el espectador pierda por completo el interés.

Pero los retos siempre son emocionantes, cuanto más difíciles mejor, y por eso cuando apareció la oportunidad de contar esta historia, que a priori lo tenía todo en contra para ser contada, acepté. El secreto de todas las historias, más que el qué se explica, es siempre el cómo se explica. En el caso de Dirrrty Boys, con «r»de rampante, ruina y reacción, el «cómo» se resuelve transformando el detonante en el clímax, en una pirueta narrativa que complica las cosas a la dirección escénica. Pero, sobre todo, es importante el «hasta dónde se explica», reforzando la teoría de queun final feliz depende del momento en que dejes de explicar la historia. Lo más interesante del caso de James Bulger no era la acción concreta, el hecho dramático, sino el contexto y su extenso «aftermath», con una onda expansiva tan grande que llega hasta nuestros días y amenaza al dramaturgo de tener que añadir una escena nueva si no quiere traicionar al espectador, tenerlo desinformado.

Esta es una obra documental, monumental por su gran arco temporal, y periodística, por su rigor informativo. Los datos pueden abrumar, y de alguna manera han de hacerlo, no solo sitúan, sino que nos estallan en la cara y nos hacen sentir el peso de la historia en todas sus posibles interpretaciones: han pasado casi treinta años y todavía se genera ficción a su alrededor:una novela, una película, una canción, una serie, un cortometraje nominado a los Óscar y ahora una obra de teatro. Las consecuencias todavía son bien visibles, las heridas bien abiertas, la sangre sigue brotando en un goteo lentísimo, que suele ser mucho más doloroso que un impacto brutal.

Pero esta es, esencialmente, una obra de ficción. Basada en hechos reales, sí, pero por encima de todo la ficción domina la realidad, aunque al principio uno de los narradores afirme rotundo todo lo contrario: la ficción bajo la dictadura de la realidad. De Robert Thompson y Jon Venables, nuestros jóvenes protagonistas, solo conocemos el hecho que detona la historia, unos interrogatorios posteriores y un juicio mediático. Nada más. Después,son recluidos en un centro de alta seguridad para menores, abandonados con identidades cambiadas, como si así pudieran ser olvidados y su crimen nunca se hubiera cometido. Cuando ocho años más tarde obtienen la libertad, ya nadie los vuelve a ver, nadie sabe quiénes son, ni dónde estány, mucho menos, qué hacen, qué piensan o qué sienten. Esta obra, supuestamente documental y periodística, es un reto porque ha sido construida sobre los débiles pilares de la especulación, de las suposiciones de la prensa amarilla, de mensajes publicados en Twitter y Facebook, ese lugar donde la realidad se convierte en ficción, pero muchos la siguen confundiendo con la realidad. Exactamente lo mismo que pasa con el teatro.

En la dramaturgia de Dirrrty Boys, con «r»de rebobinar, de repercusión, de redención, hay todas las piezas del rompecabezas en un ir y venir ordenado,pero no evidente. Lo más importante era que,a lo largo de la función,se repitiera una sola pregunta, como un goteo molesto, pero que va penetrando imparable, aquello de quién merece una segunda oportunidad y quién no, y dar múltiples respuestas a través de diversos personajes, porque en realidad no hay una respuesta válida y, a la vez, todas lo son. No tenemos queolvidar, pero, que no es a nosotros, los creadores, a quienesnos corresponde responderla. Esto, me temo, es tarea de quien se sienta en la butaca y nos observa desde la aparente seguridad que le otorga la oscuridad de la sala.Gerard Guix

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Información práctica
La Villarroel, Barcelona
Carrer Villarroel, 87, 08011, Eixample, Barcelona
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Aforo:
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