Resulta difícil, muchas veces, encontrar un equilibrio entre la idea de insatisfacción del ser humano respecto a su propia existencia y el vacío de contenido de la obra en sí la quiere transmitir. Es decir, cuando se intenta tratar el drama de una persona que siente que la vida no pasa nada interesante se corre el riesgo de contaminar el espectador de esta sensación hacia la historia misma. Aparentemente, Krum tiene algo de eso. El texto del dramaturgo israelí Hanoch Levin presenta un abanico de personajes fracasados desde la mirada de un protagonista que no ha hecho nada en la vida y, al volver a sus orígenes, descubre que allí tampoco parece haber pasado gran cosa desde que se marchó […]
Iván F. Mula
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