En general, Samuel Beckett es un autor muy difícil de poner en escena y, concretamente, Esperando a Godot, su obra más memorable, es todo un reto que vemos pocas veces encima de los escenarios porque se tiene que ser muy valiente para atreverse a hacer una propuesta con ella. Con este texto, lo más complejo, probablemente, es encontrar el tono adecuado: un ejercicio de funambulismo entre su sentido del humor trágico (sin caer en la parodia o banalización) y su calado existencialista (sin ponerse demasiado intensos ni hundirse en una densidad que resulte inasumible). El pequeño gran milagro de este montaje dirigido por Ferran Utzet es haber encontrado el equilibrio que hace que esta mezcla imposible entre juego y «antirrelato» […]