Para las comedias de Moliere, los años no han pasado en vano. Así pues, la gracia de este montaje no recae en su trama simple ni en la gastada moraleja. Si merece la pena verlo es por el vertiginoso ejercicio interpretativo en el que se internan Enric Cambray y Ricard Farré, quienes se atreven a interpretar ellos solos todos los papeles del auca. Desde la gestualidad y la caricatura, cada personaje tiene una forma de ser marcada por elementos muy sencillos. Un movimiento, una modulación de la voz o una prenda de ropa son suficientes para que reconozcamos instantáneamente cuál de ellos está hablando. A veces, con un mismo actor dándose réplica y contraréplica. Todo a un ritmo ágil y […]
Alba Cuenca Sánchez
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