El cineasta Agustí Villaronga se estrena en el teatro con Testamento de María, un monólogo donde Blanca Portillo revive el sufrimiento de una Virgen María «humanizada». Un viaje por el dolor más profundo que el irlandés Colm Tóibín escribió para Meryl Streep.
¿Como se sentirían si su hijo volviera después de pasar un tiempo fuera de casa convertido en un líder que no sólo mueve masas, sino que asegura que es hijo de Dios y que casi ni les reconoce? ¿Qué harían si, además, cada vez fuera más evidente que lo matarán a él y los que le siguen? Esto es lo que hace Blanca Portillo cada noche en el Teatre Lliure, ponerse en la piel de una mujer que sufre la mayor pérdida de su vida, la de su hijo.
María de Nazaret, la Virgen María, es un personaje de la iconografía universal del que incluso tenemos una imagen de estampa, pero el cineasta Agustí Villaronga la ha bajado del cielo para convertirla en una mujer cargada de desconcierto, miedo e impotencia. Colm Tóibín da voz a una mujer que hasta ahora no había podido hablar, explica Blanca Portillo, que considera que el gran valor de la obra es que «permite dar la palabra a los silenciosos, los protagonistas de la historia, los que casi nunca pueden explicarla». Testamento de María ficciona también aquellos pasajes que no se explican a unos Evangelios que, recuerda la actriz, no fueron escritos por aquellos quienes los vivieron, sino por aquellos que unos años después dijeron que era palabra de Dios. Portillo también ha destacado que la obra lleva implícita una reflexión sobre si es justo defender una ideología a costa de la vida de otra gente. «Los conflictos se repiten ajo largo de la historia y muchas de las cosas que pasan en la obra, salen aún hoy en los periódicos». Al fin y al cabo, sigue, «aquí no dejamos de hablar de una madre que siente miedo, rabia, impotencia y un dolor infinito por la pérdida de un hijo que quiere salvar a la humanidad, pero que arrastra mucha gente hacia la muerto».
El espectáculo, que ya se estrenó durante el Festival Grec, es un viaje a las profundidades del dolor y todo un reto para la actriz, que por primera vez en 30 años de trayectoria se enfrenta a un monólogo y también para el cineasta, que se estrena fuera de la gran pantalla. «Villaronga tiene la generosidad y la pureza de aquel que hace teatro por primera vez, pero también la sabiduría de alguien que ya sabe cómo trabajar las historias y cómo cuidar los actores». El artista Frederic Amat ha sido el encargado de construir una escenografía que pudiera dialogar con todo lo que pasa en escena, construyendo «un retablo» que acompaña María por sus flashbacks y la ayuda a revivir su versión de la historia, el dolor, la impotencia y la desesperación.
Texto: Mercè Rubià / Foto: Josep Aznar