Este viernes 21 y sábado 22 de octubre La Veronal presenta la su Kova en el Sant Andreu Teatre. Una convocatoria imprescindible para los amantes de la danza. Jordi Sora desgrana sus secretos.
“Se puede hablar de verdad, y así se conocen los hombres – había dicho
el piel roja. Pero no se puede escribir la verdad: la verdad
es como un sueño, una nube que cabalga sobre la nada”
Miguel Morey
Se desvela el secreto: como un torrente que emana desde dentro. Es el lenguaje. El conjunto de signos y reglas con los que la compañía La Veronal ha contribuido a engrandecer el paisaje de la danza contemporánea. Se llama Kova y tiene filiación indiscutible: Marcos Morau y Lorena Nogal. Y cada una de las contribuciones de los bailarines y bailarinas que durante estos años han pasado por allí. Se trata de un lugar, también: una topografía. Pero que no encontraremos sobre el mapa, sino en dibujo incandescente. Es movimiento abstracto de un cuerpo. Acaso gesto laberíntico, como proclama el teórico de danza y colaborador del grupo Roberto Fratini. En el SAT Teatre presentan en sociedad ese conjunto de códigos, instrumentos y utillajes. Para goce de sus seguidores. Como corolario – provisional- de su trabajo coreográfico.
Alimentados por el teatro, el cine, la filosofía, la fotografía, la literatura, la pintura, la escultura, la música contemporánea. Se engrandecen así de nuevos registros, de palabras inéditas, citas y sentido. Con una sintaxis nueva, enlazada (mejor: linkeada) con el presente artístico: estructura compleja, ordenada según los dictados de la investigación diaria, abierta a incorporar todo aquello que va surgiendo en los procesos creativos. Geográficamente instalados, para la ocasión, en la sala de Sant Andreu. Un espacio que conoce muy bien sus orígenes y que apoyan a través del Festival Dansat. Plantean un ejercicio de auto-observación: ¿cómo es la manera como nuestro baile se expresa? Meta-lenguaje corporal. Mirada hacia el interior: hilos invisibles que mueven exquisitamente sus excelentes intérpretes.
Su significado, en cambio, se adapta a cada cual. Hay libertad total: se mira, se interioriza, se experimenta, se vive según las diversas maneras como se entiendan las cosas. No es dramaturgia guiada, no se procura generar respuestas, no se intenta dirigir al espectador. Más bien se sugiere, se plantean incógnitas, se abre horizontes de sentido. ¿Qué hay más radical que preguntar? Sobre la propia y fugaz condición; sobre el origen del mal; sobre las relaciones sociales; sobre el poder de los sentimientos. Cada episodio geográfico de la compañía se acompaña de un posicionamiento real en un estado mental: hipnotizados por una estética del no-lugar, con claras referencias a los aspectos universales de la vida humana, en todos sus trabajos hemos dado con llaves nuevas con las que atravesar puertas que llevan directamente a lo recóndito de la experiencia. Cuestionando, que al fin es la única forma de avanzar.
En Kova es sobre el propio lenguaje. Un mérito más: puestos a ver el mundo y sus extraños paisajes, vamos a girar la mirada sobre el propio instrumento con el cual se ha creado durante todo este tiempo. Se prescinde aquí de un elemento esencial: la dramaturgia. Esto será lo más sorprendente del estreno en Barcelona. Una oportunidad única para observar la solidez del gesto coreográfico: despojado de toda ornamentación, desnudo de intencionalidad, sin más artificio que la propia estructura de movimiento. Algo realmente atrevido porque es consustancial en las propuestas de Marcos Morau la hibridación con otras artes. Muchas veces se ha escuchado que era mejor director o escenógrafo o creador de ambientes que no coreógrafo. Hasta se le ha comparado con un director de cine, transmutado en la sala de un teatro. Esta será la gran ocasión para confirmar hasta qué punto, como el lenguaje hablado lo es respecto al sujeto (etimológicamente: atado), Kova es aquella delimitación precisa para los cuerpos dinámicos de este imprescindible proyecto artístico que es La Veronal.