ENTREVISTA

"Si no explicamos 'Ragazzo', la historia se escribe sobre sí misma y los datos se borran"

Lali Álvarez y Oriol Pla despiden el espectáculo 'Ragazzo' en La Villarroel

Andrea Garriga

El 20 de julio de 2001 Génova estaba blindada y dividida en tres zonas en función de su accesibilidad: la zona grialla, de acceso restringido, la zona rossa, donde no se podía acercar nadie, y el resto de la ciudad. Se reunían los miembros del G8 y el movimiento antiglobalización había organizado una contracumbre que llegaba con el eco del primer Foro Social Mundial y el famoso Otro mundo es posible. En una de las manifestaciones, y según la versión oficial, un policía disparó “en defensa propia” contra Carlo Giuliani, un joven de tan sólo 23 años que perdería la vida.

Lali Álvarez se basa en su historia para construir un monólogo interpretado por Oriol Pla, Ragazzo, que cuenta en poco más de una hora extremadamente intensa y de forma ficcionada los últimos tres días del joven. El público le acompaña en su día a día, desde el desayuno a las manifestaciones y los conciertos que se organizaron esos días. Y, sobre todo, comparte la sensación de control y bloqueo de la ciudad, patrullada por miles de policías y militares. 7 años después de su estreno y de un reconocido éxito abrumador por todo el país el espectáculo se despide de los escenarios en la cartelera a de La Villarroel.

Oriol Pla y Lali Álvarez. Imagen: Ismael Velázquez (Ahora)

Oriol Pla: Ragazzo para mí fue un despertar teatral, artístico, personal. Este espectáculo me ha cambiado la vida. Bien, más que el espectáculo, Lali Álvarez. Este espectáculo nació porque conversando con Lali hablábamos sobre acontecimientos históricos que nos habían marcado y Lali comentó lo de Génova, el Movimiento Antiglobalización, Los Zapatistas… Y le contesté que ni idea. Me abrió todo un mundo de sensibilidad, de ilusión, de entusiasmo por hacer teatro con mucho corazón y sentido, muchas ganas de crear como comunidad y, de repente, tenía mucho sentido hacer teatro y contar una historia que había pasado en serio! Lo montamos con los muebles de Lali, con la ropa de Lali y mía, con mi madre en la iluminación… ¡Y fue la hostia! Éramos un secreto de dominio público, la evolución del proyecto fue algo súper mágico. Cuando estás solo en escena te llevas lo mejor y lo peor. Es horroroso y maravilloso a la vez. Es muy emocionante. Este proyecto es un amor de juventud.

Lali Álvarez: Sí, fue un despertar teatral muy claro. Para mí fue un aprendizaje brutal y me di cuenta de que es posible, que se puede hacer teatro de la forma en que nosotros queremos hacerlo, que no hay necesidad de «pasar por los tubos». Ver cómo una palabra puede convertirse en acción y emoción fue un aprendizaje brutal.

Graffiti de Carlo Giuliani en la Plaza Vetra (Milan)

Para ponernos en antecedentes, ¿quién fue Carlo Giuliani?

L.A: Carlo Giuliani era un ragazzo, un chaval. Un chaval que vivía en la ciudad de Génova, en Italia, durante las protestas que hubo durante la quimera del G8, que es el G7 y Rusia. Él decidió formar parte de estas protestas saliendo a la calle y participando en las manifestaciones que hubo. Fue asesinado. Este asesinato marcó a toda una generación. Es un personaje que ha sido muy denostado por la prensa, por la política, se ha hablado de ella como un radical. Nosotros quisimos echar más allá y ver qué podía haber detrás de las versiones oficiales y mirar al personaje en la cara.

La obra pasó de llamarse Carlo Vive en sus primeros borradores a llamarse Ragazzo. Háblanos sobre esta transición.

L.A: Cuando lo que estás poniendo en escena son hechos reales, es muy importante partir de un respeto a la verdad. Nosotros no podemos contar la verdad sobre Carlo Giuliani porque no lo hemos conocido personalmente. Éste fue uno de los motivos del cambio. No podíamos hablar de ello, teníamos que hablar de alguien a quien ocurría lo mismo. Por otra parte, la historia de Carlo nos habla de muchas historias. Hay muchos Ragazzos en el mundo. Ha habido muchas personas que han pasado por historias similares de abusos policiales, de ser asesinados por las fuerzas de seguridad… De algún modo, quitándole el nombre, ofrecíamos una representación simbólica a todas aquellas personas que han tenido estas experiencias. Además es el retrato de una generación, no es el retrato de una persona. De alguna forma necesitábamos, para ser justos, quitarle el nombre.

El montaje se estrenó hace casi 7 años, ¿por qué motivo ha decidido volver a darle recorrido?

O.P: Es algo que teníamos ganas de hacer de nuevo. Paramos la gira por temas de agenda y se acabó dejando un poco de lado. Este proyecto fue un viaje muy especial para todos y queríamos terminar bien, sin despedirnos del proyecto como tuvimos que despedirnos en su día. Hay una voluntad de reencontrarnos, de volver a contar esta historia, de cerrar esta etapa.

L.A: Sí, para nosotros esta historia podríamos contarla siempre, porque es una historia que no caduca, que nos habla de unos hechos históricos que, si a los jóvenes de hoy ya les hablas del 15-M y no saben lo que es , menos saben lo que es el Movimiento Antiglobalización. Lo estaríamos representando siempre y desde que la hicimos hemos vivido cosas muy fuertes. Hemos estado en Génova, hemos conocido a la madre de Carlo Giuliani y hemos estado en los mejores teatros de nuestra ciudad. Hemos ganado premios, compartido muchos viajes juntos haciendo la gira y necesitábamos darle un final por todo lo alto.

Oriol Pla protagoniza ‘Ragazzo’

«Es un montaje que toca a personas con visiones políticas totalmente contrarias a las nuestras y comprenden a este joven que quiere cambiar el mundo».

O.P: Siempre ha despertado mucha curiosidad y es un montaje donde el post función es muy interesante. Es una obra que nos ha aportado mucho a nivel vital, hablas con la gente, con los jóvenes, con gente mayor y te encuentras con muchas opiniones y puntos de vista diferentes.

L.A: Esta obra tiene algo que no ocurre siempre y es que toca gente muy diferente. Con esta obra ganamos un premio de teatro joven, pero en ningún momento pensamos que fuera una obra para jóvenes. Es un montaje que toca mucha gente, incluso personas con visiones políticas totalmente contrarias a las nuestras que vienen y comprenden a este joven que quiere cambiar el mundo.

Oriol, ¿cómo ha sido encarnar de nuevo el personaje y el proceso de ensayos? ¿Ha descubierto cosas nuevas?

O.P: Hay una parte emocional y personal que es muy emotiva porque yo conocí a Lali con 19 años y volver a Ragazzo es como volver a los 20-21 años. Es muy interesante volver a reanudar un texto años más tarde porque tú también has crecido de algún modo a nivel artístico y personal. También es una obra que interactúa mucho con el público y es en este diálogo que cobra vida al personaje. Será algo muy nostálgico y muy bonito.

L.A: Ha sido muy curioso a la hora de releer el texto juntos y darnos cuenta de que la juventud del Ragazzo no está sólo en su edad sino también en su forma de ver el mundo. Creo que ahora podemos encontrar los ecos de esa inocencia en un personaje que ya tiene un idealismo más formado, más sustentado, con raíces más fuertes. ¡A ver qué pasa!

En la imagen la puesta en escena de ‘Ragazzo’

¿Qué supuso para vosotros tanto personal como creativamente conocer a la familia de Carlo y visitar el lugar de los hechos?

O.P: Recuerdo que antes de representarla en el Teatre Lliure le dije a Lali que quería ir a Génova a visitar estos lugares y Lali dijo: «Espera un momento! ¡Si vamos, vamos todos!». Cogimos el coche y nos marchamos desde Barcelona, Lali, Pau, mi madre, yo… (ríe). Y vivimos muchas cosas: pasamos fronteras, nos paró la policía para saber de dónde veníamos, visitamos los lugares clave, vimos cómo era la ciudad (la recuerdo muy laberíntica), vimos el mismo sitio que sale en el vídeo , entramos en la escuela, vimos el mar que tanto le gustaba a él… Fue extraordinario. Conocer a la madre de Carlo, estar en su casa, ver su habitación, a nivel personal fue una pasada. A nivel artístico dio una riqueza y un respeto a la historia terrible.

L.A: Para mí a nivel artístico también fue muy fuerte a la hora de escribir el texto, porque de entrada había escrito un diálogo entre Carlo Giuliani y Mario Placanica, que se supone que fue el Carabinieri que le disparó, o esto dice en la versión oficial. Un chico de 21 años, dos años menor que Carlos Giuliani. Ésta era la obra que teníamos, un diálogo entre ambos. Me di cuenta de que estaba hablando de algo que no sabía y debía contactar con la familia de Carlo. Contacté con su madre y tuvimos un Skype. Fue muy chocante. Le expliqué lo que estaba haciendo y ella me paró y me dijo: «¿Por qué quieres poner a María Placanica en el escenario?». Le dije «porque es quien le disparó» y me contestó: «Eso no lo tenemos claro». Hablar con ella me hizo ver que la verdad y la versión oficial no son necesariamente lo mismo. Tuvimos que hacer todo un trabajo más intenso de documentación para conseguir acercarnos un poco más a la verdad huyendo de las versiones oficiales a menudo, que son las versiones que se escriben para contar las historias cómo quiere el poder que sean contadas. A nivel artístico cambió todo, pasó a ser un monólogo. Entendí que debía hablar más de la juventud y no tanto de Carlo, que los referentes podían abrirse y que podíamos hablar de toda una generación.

En el viaje a Génova me di cuenta de que, la historia, si no la cuentas, se borra. Esa ciudad que visitamos era una ciudad normal, con su cotidianidad. En la escuela donde habían estado los periodistas y donde hubo un ataque policial, reinaba la normalidad, en el estadio la gente estaba haciendo deporte. Y me di cuenta de que valía la pena que habláramos, porque si no contamos Ragazzo la historia se escribe sobre sí misma y los datos se borran.

En la imagen el personaje inspirado por Carlo Giuliani.

En estos momentos, ¿ha encontrado respuestas al volver a trabajar Ragazzo o, por el contrario, le ha generado incluso más preguntas?

O.P: A mí me ha generado mucha más atención y conciencia, así como la capacidad de reconocer más claramente ciertas acciones, ciertos momentos. Después de ver cómo trató la prensa y el gobierno el caso de Génova y de Carlo, estás curado de espantos. Pones en duda un poco más todo… Me cambió ver dónde te informas, de dónde sacas la información. Pero me sigue generando más preguntas que respuestas.

L.A: Sobre todo al principio de hacer la obra me quedaba a la salida y escuchaba al público comentar su función. Mucha gente se preguntaba: «¿y ahora qué?». Como diciendo: «Vale, nos habéis contado una historia, nos habéis puesto de alguna manera delante de un espejo pero, ¿y ahora qué?». Y yo siempre pensaba: «Es que esto no se lo puedo decir yo. Tampoco lo sé». Y hoy sigo sin saberlo, incluso menos aún. En todo este periplo me he hecho mayor, ahora tengo 41 años, he sido madre. De alguna forma tengo una tristeza interior de haber sucumbido a ser adulto y formar parte del sistema de alguna manera. Por eso reanudar a Ragazzo, volver a oírla, volver a leerla, volver a escucharla me recuerda un poco a quien quería ser yo. No quien soy, porque quien soy no lo sé ni lo sabré nunca y me estoy escribiendo en todo momento, pero sí me remite quien quería ser yo. No quiero que las cosas que no me ocurren a mí me den igual y no me afecten. Me gusta pensar en el poema de John Donne que dice algo así como: «¿Por quién tocan las campanas? No preguntes por quién tocan las campanas, las campanas tocan por ti».

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Escrito por

Graduada en Arte Dramático. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista TeatroMadrid.

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