Quim Masferrer: “El poder del comediante es un arma”

Redacció TeatreBarcelona

«La idea de Temps surgió porque tenía ganas de hablar de la libertad escénica» -dice Quim Masferrer, y su voz resuena en las paredes del hall de la Sala Barts, donde representará la obra; aunque no es grave o profunda, es una voz con presencia, proyectada, de esas que el teatro ha modelado.

«También surgió de un punto de indignación por las cosas que pasan a nuestro alrededor -añade, visiblemente cansado al final de un día de promoción, pero absorto por el tema-. Ves que hay desahucios, que hay gente que mete mano en la caja de dinero público, que es de todos, y algunos encima no lo devuelven. Te preguntas cómo puede ser que suban la luz un 40%, si será para privatizar… Quería hablar con libertad de todas estas cosas», y le faltaba, explica, la excusa, para no «criticar porque sí», sino aprovechando los juegos que permite el teatro y la puesta en escena. Tras preguntarse en qué situación se podría hablar libremente, llegó a la conclusión de que alguien a quien le queden 90 minutos de vida debe poder ejercer esta libertad, con compasión total del espectador.

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A pesar de ser un espectáculo estrenado en 2012 en el festival Temporada Alta, Quim actualiza el texto «dependiendo de los guionistas, es decir la actualidad», según lo que dicen los políticos, las cosas que pasan y la indignación social. Temps no ha llegado hasta ahora a Barcelona porque la gira catalana se vio interrumpida por un nuevo proyecto de Teatre de Guerrilla, El Foraster, que obligó a hacer una pausa porque era imposible compaginarlo con actuaciones. «¡Pero tengo la sensación de que fue hace tres meses! Para mí estamos hablando de un estreno», dice Masferrer.

Le preguntamos si la califica de una obra «personal» y responde con un «mucho», rotundo. «Intento aprovechar la oportunidad de ser el autor. Aquí en Barts, en el estreno, habrá 700 personas y tengo que aprovechar que han venido a escuchar lo que yo quiero decir -explica Masferrer-. Quiero decir lo que pienso, y por eso intento que el poder del comediante, a través del humor, pueda ser crítico». ¿Y no es una máscara, a veces, el humor?, lo interpelamos, y se enfrasca en la respuesta: «El humor es directo, a la vena. Para mí el poder del comediante es un arma con la que puedes hacer y decir muchas cosas». Nos habla de que lo hace en honor a los bufones: «los únicos que podían reírse en la cara del rey. Al resto seguramente los guillotinavan, los metían en la hoguera o a la horca. El bufón era el único que podía hacerlo, y además de manera abierta: ‘me estoy riendo de ti, a la cara’. Es la manera que me gusta de decir las cosas y plantarme en los escenarios, como era la manera de grandes referentes que he tenido yo en el mundo del humor: Els Joglars, por ejemplo, o el gran amigo Pepe Rubianes que nos dejó y que a través de su humor las decía muy grandes, decía grandes verdades. Y el espectáculo Temps también lo quiere hacer «.

Y la dirección de Temps la ha asumido, precisamente, uno de sus referentes: Ramon Fontserè. A pesar de tener como eje una manera muy clara de hacer teatro, nos explica Quim que en cada uno de sus espectáculos intenta hacer «un pasito más, investigar e ir un poco más allá». En el caso de esta tragicomedia, este paso adelante tenía que ser «una dirección externa, que generara sinergias y complicidad». La lista de los posibles directores la encabezaba quien para él era «un auténtico referente»: «yo descubrí el teatro con él, con Els Joglars», confiesa, y resultó que a Fontserè le apasionó el proyecto y la historia. «Si a mí hace cinco años me dicen que voy a hacer una obra y la dirigirá Ramon Fontserè ¡no me lo creo! -relata Masferrer– La vida, y este espectáculo habla de la vida a pesar de que al final haya la muerte, te da sorpresas, y esta ha sido una muy agradable «.

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Si miramos la trayectoria de Quim como autor, en la mayoría de sus personajes encontramos en común una sinceridad característica, sencilla, y nos lo confirma: «intento que mis espectáculos sean sinceros por una cuestión lógica de ser fiel a mí mismo, pues si no lo hiciera con sinceridad seguramente me estaría autoengañando. Fuera de los escenarios todos tenemos máscaras y a veces predicamos sinceridad y lo que realmente aplicamos es el engaño y la mentira, pero creo que forma parte de los adjetivos de la especie humana: nos sentimos ridículos, todos somos ambiciosos y tenemos orgullo, y todos somos solidarios pero podemos ser tremendamente egoístas. Estas grandes contradicciones humanas son una de las fuentes de inspiración de mis personajes, porque pretendo que sean eso: humanos. Y el clown lo que hace es destacar adjetivos muy humanos, exagerándolos en un escenario para que lleguen al espectador. Cuando eres sincero el espectador identifica lo que dices como cosas cercanas suyas, porque no dista tanto lo que me preocupa a mí y el que te preocupa a ti. Por lo tanto, cuando dices cosas que te inquietan normalmente suele coincidir con cosas que preocupan también al que está en la platea.»

¡Parece liberador!, le comentamos, y lo corrobora: «Sí, ¡mucho! El teatro es terapéutico». «Jugamos con un material muy sensible: no hacemos botellas de agua, trabajamos con sensaciones y esto a veces es difícil de gestionar. Pero sí, es cierto, es terapéutico. Pensamos en el espectador, pero para los primeros somos nosotros mismos», confiesa Masferrer. Y añade que los que se dedican a este trabajo, ante todo, son exhibicionistas, les gusta que los miren y que les presten atención: «si no ¿porque estás medio año preparando un espectáculo y luego pides que te vengan a ver? Somos exhibicionistas, tenemos que decirlo».

Le preguntamos cómo ha sido el trabajo en torno a las sensaciones, en una obra que trata un tema tan delicado, y nos cuenta que lo primero que ocurre es que sufre el choque. «Si tú juegas a preguntártelo -qué harías si te quedaran 90 minutos de vida-, no tienes este choque porque sabes que no es verdad. Pero si intentas recibirlo, el resultado es de silencios teatrales, casi de algo atónito. Yo me lo imagino así». Pero de repente, el protagonista de Temps pide a los espectadores que lo han venido a ver «compasión, por si no está haciendo nada teatralmente hablando», porque no sabe qué hacer. Quim asegura que actoralmente ha sido muy interesante, «con momentos de locura, de querer cambiar el mundo, de algo utópico… pero de repente entra el miedo, el llanto, y la angustia de qué pasará cuando el indicador llegue a cero».

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Es una situación, la de una muerte anunciada, que en otras historias ha sido representada con un carácter acentuadamente ficticio, llevada al extremo, pero Masferrer la ha tratado «de la manera más íntima posible, y siempre bajo el poder del comediante, con humor, pues el humor es la bandera de este proyecto «. Trata de dar la vuelta a la tragedia con la ironía de decir «Tal como están las cosas, ¡me voy!, que es el espectador el que se queda, y si alguien me quiere denunciar que lo haga, que cuando tenga que ir a juicio no estaré…». Esta vertiente satírica deriva en lo que Quim asegura que son «unos momentos de catarsis humorística interesante», «pero de repente entra un cronómetro que dice que sólo quedan 40 minutos, y pasamos de la comedia, de olvidarnos casi del paso del tiempo, a la tragedia». El teatro permite a Masferrer llevar la situación al límite, por lo que ha intentado no hacerlo frívolamente, ni caer en la «bromita fácil» de «¿Sólo me quedan 90 minutos? ¡Hagamos una fiesta, una bacanal!».

«El teatro puede ser muy malo … pero puede ser muy bueno», reflexiona. Con la obra, el teatro le ha permitido preguntarse estas cosas que espera -como todos- no tener que probar nunca en la vida real. Nos cuenta que se ha encontrado con personas que han pasado por situaciones cercanas a la del protagonista de Temps, en procesos de tratamiento, y que le ha gustado mucho que le dijeran: «Tío, nos ha encantado el optimismo que has puesto a esta situación tan trágica «. «Porque incluso ellos me han hablado del humor como una especie de fuerza que aparece dentro del cuerpo en situaciones tan terminales -añade Quim-, y a veces terminan siendo los enfermos los que consuelan el resto. Me pregunto cómo puede ser que lo afronten con tanta valentía. Y me ha gustado que me hayan dicho eso, y que no haya sido una barrera para venir a ver el espectáculo». Y sentencia, finalmente: «Que me digan que les gusta el humor y la poesía con las que la he encarado, de eso, estoy contento».

Text i fotografies: Neus Riba

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