Quim Àvila: "Un monólogo es un juego de muchos encarnado por uno solo"

Redacció

Por Iván F. Mula / @ivanfmula

A sus 25 años, Quim Àvila hace tiempo que destaca como uno de los actores más interesantes de su generación. Col·legi del Teatre y el Estudi Laura Jou, llamó la atención del sector como protagonista del monólogo Ricard de 3r, escrito por Gerard Guix y dirigido por Montse Rodríguez. Después lo hemos visto en Mata el teu alumne o, como parte de la Kompanyia Lliure, en In memoriam, Nit de reis, Àngels a Amèrica i El temps que estiguem junts, obra por la cual ganó el Premio de la Crítica como actor secundario. Ahora, finalmente, vuelve al monólogo con Instrumental, un texto de James Rhodes dirigido por Iván Morales.

QUIM ÀVILA: Ensayando monólogos siempre me pasa que me siento imbécil. Pienso: “¿Qué hago? ¿A quién le estoy hablando?”. Ensayar solo es un proceso muy extraño. Evidentemente, tienes un equipo pero no es lo mismo que trabajar con otros actores. Aquí no es “pasar la escena” es un “ve hablando”… A veces, te das cuenta que hacen el esfuerzo de escucharte pero también tienen que pensar en sus cosas: la iluminación, el sonido… Por este motivo, ensayar un monólogo es un proceso un poco antinatural. Eso sí, una vez entras a sala, uno se da cuenta de que es un trabajo muy de equipo. El actor explica la historia gracias a todos los pequeños detalles que todos han ido sumando a tu trabajo. En este sentido, me siento muy acompañado. Es un juego de muchos encarnado por uno solo.

TEATRE BARCELONA: ¿De qué trata Instrumental?

Instrumental es un espectáculo basado en una novela autobiográfica de James Rhodes que habla sobre cómo él, gracias a la música, ha sobrevivido a las etapas más traumáticas de su experiencia vital. Ha pasado por muchos lugares: desde consumo de drogas hasta alcoholismo, un hospital psiquiátrico, ser padre o el que es uno de los principales motores de este dolor que son los abusos infantiles que sufrió de niño a la escuela. Nuestro espectáculo es una aproximación a esta historia desde nuestro punto de vista, intentando ser lo más respetuosos y sinceros posible en el hecho de que yo no soy él. Se trata de una persona viva que tiene una historia y yo soy solo un medio para explicarla.

¿Cuál es el origen del proyecto?

A priori, se tenían que hacer una serie de monólogos o escenas de dos personajes en el tercer año de la Kompanyia Lliure que tenía que servir como conclusión de toda nuestra etapa. Cada cual tenía asignado un director. A pesar de que el proyecto de la Kompanyia acabó antes de lo previsto, mi pieza ya estaba medio montada y, por lo tanto, se decidió mantenerla.

¿Cómo te asignaron Iván Morales?

Desde el primer día que entré en el Teatre Lliure, pude hablar bastante con la Aurora Rosales y Lluís Pasqual de cuáles son mis gustos teatrales y había mencionado a Iván Morales en muchas conversaciones. Por lo tanto, en el momento que tuvieron que elegir los directores pensaron que era una buena opción porque, además, es dramaturgo y, por lo tanto, podíamos hacer una obra de creación.

¿Y por qué Instrumental?

Fue una propuesta de Iván. Yo conocía la novela pero no la había leído. En el momento en que lo hice, fue amor a primera vista… y terror, porque pensé que era un texto muy difícil de afrontar como intérprete y complicado de encajar como ser humano. Habla de una realidad muy presente en la sociedad que muchas veces ha sido silenciada. Poner esto sobre un escenario es complejo. Entonces, le dije a Ivan que me apetecía mucho pero que no quería hacer de James Rhodes. Por eso, hemos optado por un juego teatral en el que yo soy un medio para explicar su historia pero sin interpretarlo a él; sin sus gafas, ni su peinado.

¿Cómo has afrontado, finalmente, como actor, un tema tan duro?

Quiero pensar que desde el respeto y la empatía. Al inicio de la novela, hay una pequeña introducción que pertenece al testimonio de un soldado que participó en la Guerra de Corea que dice que lo peor que le puedes decir a un superviviente es: “no me puedo ni imaginar por todo lo que has pasado”. No le haces ningún favor. Lo que tienes que hacer es escucharlo y dejar que te lo explique. Necesitas imaginártelo. Necesitas entrar en ese mundo. Por lo tanto, quiero pensar que, desde este respeto y empatía, es una manera de dar un espacio para que esta voz sea escuchada.

¿Cómo ha sido, finalmente, trabajar con Iván Morales, después de haberlo pedido?

Ha sido una experiencia muy bonita porque yo tenía la sensación de que nos entenderíamos pero no lo había comprobado nunca. Nos habíamos conocido, hace muchos años, en un curso de teatro y, en aquel momento, hubo muy química. Pero, entonces, fue solo un ejercicio pedagógico que no es lo mismo que la exigencia de un proyecto profesional. Creo que nos hemos entendido muy bien. Hemos pasado por muchos estados con diferentes implicaciones cuando estábamos ocupados con otras cosas pero la química continúa. Hay mucha transparencia entre él y yo; nos lo decimos todo siempre. Por lo tanto, me llevo un gran compañero de trabajo pero también un gran amigo.

¿Tocarás el piano?

James Rhodes tiene varios libros. Uno de ellos es Toca el piano que es una especie de manual para que cualquier persona pueda aprender a tocar una pieza de Bach en seis semanas. Yo estoy intentando usar este libro para aprender a tocar esta pieza de Bach en seis semanas e incorporarlo al espectáculo. Hoy por hoy, voy por el compás veinte de treinta y cinco y nos queda una semana y media para estrenar. Sin presión… (Se ríe). Está siendo una experiencia muy curiosa porque yo nunca había tocado antes el piano. Tengo la sensación de que es muy complejo acertar las notas pero todavía más añadir toda la humanidad y el mundo interior que tienen las piezas a una cosa que, a priori, puede parecer tan matemática. Ahora mismo no sé qué saldrá pero lo que salga estará bien.

Ahora que la Kompanyia Lliure ya se ha acabado oficialmente, ¿qué valoración haces de lo que ha sido el proyecto?

Desde el principio tuve la sensación de que la Kompanyia Lliure no dejaba de ser una oportunidad más para conocer gente y la manera de cómo estas personas quieren explicar historias. Básicamente, de lo que te das cuenta con el tiempo es que, muchas veces, en el mundo del teatro, hay un componente de intentar hacer piña y ser amigos y que todo el mundo se lleve bien con todo el mundo que no necesariamente funciona. Es un equipo con quien, evidentemente, nos tenemos que llevar bien y nos tenemos que entender pero no siempre todos tenemos que ser amigos de todos ni siempre tenemos que hacerlo todo juntos. Pero, en general, ha sido una experiencia laboral muy enriquecedora. Cualquier actor de mi edad tendría que tener la oportunidad de pasar por una plataforma como esta.

También habéis estado rodeados de polémicas…

Nos ha tocado vivir una época de temblores, terremotos, tsunamis y todas las adversidades que uno podría imaginar y las hemos intentado sobrevivir de la mejor manera que hemos sabido. Algunas ya hacía tiempo que se estaban gestando y han estallado mientras nosotros estábamos allí; otras se han originado a medida que la Kompanyia iba creciendo. Han sido tres años de mucha intensidad y esto puede acabar con la autoestima de mucha gente. Yo, personalmente, lo he vivido muy bien. Lo he vivido desde la ilusión de poder aprender de muchas personas diferentes y participar en proyectos de una cierta envergadura a los que muchos jóvenes de mi edad no tiene acceso. Eso te enseña muchas cosas.

¿Qué opinas de la nueva dirección del Lliure?

Hoy por hoy, todavía no sabemos mucha cosa. Creo que Juan Carlos Martel es una persona que apunta maneras. Él siempre ha estado muy vinculado a la Fundació Teatre Lliure y esto me da la esperanza de que sabe lo que está haciendo con el teatro o, como mínimo, lo que quiere hacer. Creo que el peligro que corren todas las direcciones de un teatro público es intentar hacerse suya una cosa que pertenece al público. Por lo tanto, lo único que confío es que, con el tiempo, sea Juan Carlos o quien sea, la Fundació Teatre Lliure se pueda valer por sí sola y todo el mundo entienda que no se trata de recuperar nada de las cenizas. La persona que haya capitaneándolo, evidentemente, es importante pero sobre todo es importante entender que tenemos un público y este público tiene unas necesidades y unos deseos que tienen que ser escuchados.

¿Qué otros proyectos teatrales te esperan después de Instrumental?

El mes de agosto me voy a Japón con Flute Theatre, una compañía inglesa con la que colaboro que adapta espectáculos de Shakespeare para poderlos hacer con audiencias y actores autistas. Aparte de esto, la próxima temporada estaremos en el Teatre Nacional con L’amic retrobat. Es la adaptación de una novela de Fred Uhlman dirigida por Joan Arqué y con dramaturgia de Josep Maria Miró.

¿Con Montse Rodríguez y Gerard Guix tientes previsto volver a trabajar pronto?

Desde que acabamos Ricard de 3r, tenemos la necesidad de crear un nuevo espectáculo. De hecho, ya lo tenemos pensado. Lo único que tenemos que encontrar es el tiempo porque las ganas no nos faltan. Lo que pasa es que, evidentemente, como somos una compañía muy pequeña, si a alguien de los tres nos sale un trabajo remunerado… todos tenemos que pagar facturas. Esto hace que lo vayamos constantemente aplazando. Por lo tanto, lo que nos faltaría es también que alguien confíe en el proyecto invirtiendo con una buena producción. Lo que tenemos en camino es muy bonito.

Muchos de los actores y actrices de tu edad dicen que eres el mejor actor de su generación, ¿cómo te sientes cuando te dicen esto?

Fatal. (Se ríe). Soy un actor de su generación… ¡y ya está! No sé si el mejor o el peor. Me alegra que lo vean desde este punto de vista. Yo también lo digo de los otros, a veces. Es un orgullo que haya gente de tu generación que admire tu trabajo. Pero, al fin y al cabo, creo que lo que nos hace buenos en nuestro oficio es el hecho de que los otros sean buenos. Si entre todos nos hacemos mejores actores, yo ya estoy contento.

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