Siete años después de su estreno, Rebota, rebota y en tu cara explota regresa al Antic Teatre, del 10 al 14 y del 17 al 21 de septiembre. El montaje, creado por Agnès Mateus y Quim Tarrida, sigue interpelando al público con la misma fuerza que el primer día. No busca aplausos fáciles, sino sacudir al espectador e invitarlo a posicionarse frente a la violencia machista y el sistema patriarcal.
La pieza, reconocida con premios como los de la Crítica o los Butaca, parte de los feminicidios —asesinatos de mujeres por el simple hecho de serlo— y se expande hacia la inacción institucional, la educación sexista y la responsabilidad de los medios y la cultura. “La violencia machista se ha hecho tan presente que corremos el riesgo de acostumbrarnos a ella”, advierte Mateus, que interpreta sola este monólogo. Tarrida lo complementa: “Lo que queremos es que nadie salga indiferente, porque la indiferencia también forma parte del problema”.
El espectáculo interpela al público con textos directos, acción física y vídeos poéticos. No hay cuartas paredes: la actriz se dirige directamente a quien la observa. “Tenemos textos hablados dirigidos a un público que está allí y nos mira; ese público es el objetivo de nuestro discurso”, explican.
El montaje no rehúye la provocación. Se pronuncian palabras como asesinato, mierda seca, vómito o aborto. No como una provocación vacía, sino para llamar a las cosas por su nombre. “Hay una saturación de información sobre las víctimas que desemboca en una desinformación general”, dice Tarrida. Por eso, insisten en nombrar la realidad con claridad y sin eufemismos.
«Aún hoy, la mirada heteropatriarcal condiciona quién explica qué, cómo se programa y quién tiene voz»
Mateus defiende el escenario —o el teatro— como un lugar donde se pueden decir cosas que en otros contextos no se atreven a salir. “Es un espacio de libertad. No puedes hacer un espectáculo y quedarte indiferente. Si el público sale igual que ha entrado, estamos tirando dinero público”, afirma.
La crítica no se queda en la sociedad civil: se extiende también al sector cultural. Mateus denuncia que “en el mundo teatral también hay un alto grado de machismo”, y añade: “El poder masculino es mucho mayor de lo que queremos ver. Aún hoy, la mirada heteropatriarcal condiciona quién cuenta qué, cómo se programa y quién tiene voz”. Por eso, asegura que el teatro también debe asumir su responsabilidad transformadora.
Con un lenguaje que va del silencio al ruido, del sarcasmo a la ternura, la propuesta se ha convertido en una pieza clave del teatro de denuncia. También pone el foco en la fragilidad estructural del sector: los creadores alertan que el apoyo institucional es insuficiente y errático, y que muchos proyectos escénicos solo pueden existir gracias a la complicidad de redes independientes y espacios alternativos. “Los políticos se quitan responsabilidades de encima y la cultura queda relegada. Así no se puede sostener ninguna transformación real”, lamentan.
“Esto no es un juego de niños”, resumen las creadoras. Rebota, rebota y en tu cara explota vuelve para recordarnos que hay violencias que no pueden pasar desapercibidas —ni en escena, ni fuera de ella.
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