Durante un rodaje, un joven director y una actriz madura discuten por una escena: ella se niega a aparecer desnuda. Este es el punto de partida de Honestedat, una obra de Francesc Cuéllar que adapta su primera película, Jusqu’ici tout va, disponible en Filmin. La pieza tiene un formato teatral ya desde sus orígenes cinematográficos, con una conversación en un único espacio y sin elipsis temporales. A ello se suma la voluntad del director de seguir “explorando y ampliando el tema”, alargando el texto y buscando nuevos matices.
La obra abre un melón complejo: el de la honestidad del título, un ideal que todos reivindicamos, pero que resulta muy difícil sostener hasta las últimas consecuencias. Cuéllar intenta “encontrar las grietas de nuestras ideologías, las de una generación que dice ser mucho más feminista y aliada. Cuando se enfrenta a un conflicto real es cuando debe demostrarlo”, explica. El autor ha querido reforzar ambos personajes para plantear un debate sin buenos ni malos: “Creo que cuando destruyes un discurso muy bien elaborado tiene mucha más fuerza que cuando te cargas uno simple y banal”. Durante el enfrentamiento dialéctico, el apoyo del público va cambiando de un personaje al otro: “Esta basculación ideológica genera una reflexión. Creo que está bien salir del teatro distinto de como has entrado”.
Cuéllar, que coprotagoniza la película además de escribirla y dirigirla, explica que durante la escritura trabajó estrechamente con su compañera de reparto, la actriz Lola Marceli. Aun así, defiende que, como hombre, también tiene la responsabilidad de hablar de feminismo: “No podemos dejar que la lucha y la pedagogía las hagan solo las mujeres, porque los tíos tenemos que repensarnos el triple que ellas”.
Para trabajar la versión escénica, el director ha decidido quedarse fuera del escenario y ampliar las miradas con una nueva pareja de intérpretes, Míriam Iscla y Dafnis Balduz, apostando por un trabajo más colectivo. La obra cuenta también con Hause & Richman, la productora de Jordi Casanovas y Carles Manrique. “Esta es de las pocas veces que he podido imaginar tranquilamente qué es lo que me gustaría”, reflexiona Cuéllar. “Tienes un equipo, y todo lo que tu creatividad y tu mirada escénica creen que necesita la pieza, el equipo trabaja para conseguirlo. Esto es un privilegio y lo estoy viviendo con mucho respeto, con mucho orgullo, pero sobre todo con mucha conciencia de que hay que aprovecharlo bien”.
Contar historias
Con 32 años, Cuéllar ha actuado en series y teatros grandes y pequeños, ha creado varios espectáculos y ha dirigido dos películas. También trabaja la poesía, un género que ha escrito, publicado y recitado. Además, dirige un festival de piezas unipersonales en el Alt Penedès, Soolus. “Me gusta mucho la gestión cultural, creo que desde ahí también se construyen relatos. La línea ideológica con la que programas explica una historia de un territorio o de un contexto”. Al final, “he llegado a la conclusión de que mi trabajo es contar historias. Cada historia nace con una naturaleza concreta y, por tanto, con un formato concreto”, argumenta.
Cuando le preguntamos en qué otros proyectos está trabajando actualmente, todavía sorprende con nuevas disciplinas. Publicará una novela en marzo, tiene pendiente el estreno de un nuevo solo fuera de Cataluña y está inmerso en un proyecto de investigación sobre patrimonio escénico catalán: “A las nuevas generaciones la gente adulta nos da pereza, pero en esas personas está la historia de dónde venimos. Si no la escuchamos, si no la atrapamos, ese saber acabará muriendo”.
Al final, Cuéllar reivindica la necesidad de hacer aquello que le atrae en cada momento, sin lógicas de mercado ni imposiciones. “Creo que cuando escuchas qué es lo que te apetece explorar, todo sucede de forma más orgánica y fácil”, concluye.
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