Desde que leyó Macbeth por primera vez, calcula que de adolescente, a Pau Carrió le quedó grabado en la memoria. Hace más de cinco años que tuvo la visión de cómo escenificarla, entre un hospital de campaña y un bosque amenazante, y desde entonces persigue dirigirla en un teatro. El «mañana» ha llegado. Macbeth, en una nueva traducción y adaptación del propio Carrió, se estrenará el 14 de febrero en el Teatre Lliure de Montjuïc con una compañía de catorce intérpretes espectacular e intergeneracional: de Joan Amargós y Júlia Truyol a Pep Cruz y Carles Martínez, pasando por Pol López y Mar Ulldemolins. Encabezado por Lady Laia Marull y Lord Ernest Villegas -que sustituirá al trono Julio Manrique porque ya ‘reinará’ a la dirección del Lliure. Las brujas han profetizado que el general Macbeth será rey de Escocia y, cegado por la ambición, desencadena la tragedia.
Teatro Barcelona: Hasta ahora habías dirigido a Victòria d’Enric V, Hamlet i Nit de Reis o el que vulguis. Haces póquer de Shakespeares con Macbeth.
Pau Carrió: Yo iría haciendo, porque desde los 14 años que tengo una manía por este señor. Macbeth me parece brutalmente directo, tiene una velocidad extraordinaria. Es la más corta de todas; existe la teoría de que es porque ha llegado una versión recortada, la que se representó al rey Jaime, lo cual es plausible. Las palabras más repetidas son voluntad, tiempo y miedo. Sólo con estas tres palabras podrías dirigir ya la obra.
Macbeth es un tratado sobre la ambición. ¿En qué momento se oscurece el alma del general?
Existe ese «tú serás rey» de las brujas, pero parece un pensamiento que con Lady Macbeth habrían formulado de antes, como si hubiera tenido la opción de ser coronado. Para mí algo muy interesante es el miedo, no sólo el que nos hacen los demás, sino el miedo a lo que somos capaces de hacer nosotros, individualmente. ¿Qué seré capaz de hacer? Esto es lo que a ambos no les deja dormir tranquilos. Y tiene que ver con dónde estamos como especie. Nos anuncian que el tiempo se acaba, que deberíamos hacer unas cosas que no hacemos, y no dejamos de seguir ambicionando, sencillamente, nuestro bienestar particular. Al final de Macbeth existe una especie de venganza de la naturaleza, se levanta el bosque y va contra él. Y pierde la guerra de una forma que parece pura inercia, no es una ardua batalla, es un tsunami que arrasa, pasa y ya ha terminado. Sin resistencia. Todo el mundo le ha abandonado.
¿Cómo imaginas a Lady Macbeth? ¿Cómplice o instigadora?
No me interesa demasiado esta idea de que Macbeth sea un santo inocente y la otra le coma la oreja. Es una de las reinas poderosas de Shakespeare y lo curioso es que es de las pocas parejas que están bien, que funciona, sexualmente, como equipo, se entienden. Y a partir de conseguir lo que querían, con un crimen, como en muchas obras de Shakespeare, comienza una separación que acabará con dos locuras distintas. Fíjate en que, de toda la obra, los Macbeth son la única pareja que no tienen hijos. Hay algo muy primario, carnal, en la idea de descendencia, que está ligada al futuro ya la naturaleza, a cómo pasaremos por aquí y qué mundo dejaremos a los hijos.
Con aquel “Hazme la sangre espesa, cierre las puertas del remordimiento” ¿es cuando se rompen los vínculos que atan los Macbeth a la humanidad, al amor?
Hoy en día encontraríamos a muchos seres que parecen haber eliminado esta conexión entre pensamiento y acción: que la mano mate antes de que lo sepa la cabeza. Ellos no son unos sádicos, podemos empatizar con ellos. Y cualquiera que se haya relacionado un poco con el poder acaba viendo que hay algún momento en el que debes negociar: cómo voy a sacrificar ciertas cosas, personas, ideales… para mantener el poder. Una idea que plantea la obra es la del poder en solitario. No compartir el poder creo que es una enfermedad muy contemporánea, no saber entender que en el fondo las cosas nadie las hace nunca solo. ¿Qué comporta, si no su destrucción, esa soledad?
Porque «la sangre quiere sangre».
Hay algo del poder, que se toma cíclicamente a través de la violencia. Pero esto sería bastante frustrante. Quizás podemos mirárnoslo y entenderlo y decir: ¿y si hacemos las cosas de manera diferente cuando estamos arriba? La convicción de que una persona puede cambiar profundamente las cosas es una de las grandes mentiras políticas. Cuando estudias historia ves que depende de generaciones y generaciones. Por tanto, entender este trabajo como colectivo quizás acaba comportando un cambio. El poder tiene que ver sobre todo con trabajar por los demás, con compartir. Yo lo digo desde la vivencia de lo que ocurre en el teatro: de quiénes son las ideas da igual mientras sentimos que sumamos, que puedes llegar a lugar donde tú solo no podrías ir, lo importante es que lleguemos a algún sitio colectivamente.
Si tu Crim i càstig salía de los hechos de Urquinaona, ¿este Macbeth de dónde viene?
Quizás fue un día en el teatro de la Biblioteca de Catalunya viendo fotografías de cómo había sido la nave gótica llena de camas de hospital. Pensaba en la cantidad de espíritus que circulaban por ahí. Macbeth es una historia que comienza con una guerra, durante un acto parece que haya que terminar, y esa misma noche comienza otra guerra, una guerra civil. Y se me unió la idea de los hospitales de guerra, donde llevaban a la gente a morir, y las brujas, que en el fondo no dejaban de ser mujeres a las que no se dejaba ejercer la medicina. También existe la idea de revuelta, tanto de las clases de abajo hacia las de arriba como también de las de arriba entre ellas. Y habla mucho de la corrupción del aire, de cómo está todo ennegrecido, lo podridos que estamos. De alguna forma, uniremos todos estos universos.
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