Ya han pasado tres años desde el último estreno teatral de Pablo Messiez. Fue Las canciones, en el Teatre Lliure en 2019. La voluntad de creer, su último espectáculo debería haberse estrenado antes, pero necesitaba ver al público sin mascarillas para «saber si están creyendo o no» y es que la nueva propuesta escénica de este creador argentino, arraigado en España, navega entre la voluntad y la necesidad de creer. La podréis ver en el Teatre Lliure de Montjuïc hasta el 15 de enero.
La voluntad de creer llega después de un largo proceso de ensayos abiertos que empezó en 2021. A nivel dramatúrgico, se trata de una «tragicomedia en dos actos», según la definición de su creador, y de un texto inédito, inspirado directamente en la película Ordet, que filmó a Carl Theodor Dreyer en 1955, a partir del texto teatral de Kaj Munk escrito 30 años antes.
Marina Fantini, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez-Claro y Mikele Urroz son las actrices y actores que representan esta historia en la que una familia va estableciendo vínculos entre la voluntad, la fe y la sugestión, a partir de ‘afirmación contundente del hermano pequeño, Juan, sosteniendo ser Jesucristo, que ha vuelto a la tierra. La consecuencia más inmediata de los presentes a su alrededor es tomarlo por loco, hasta que una de las hermanas empieza a creer en sus palabras y Juan perpetra un milagro que pone en entredicho todas las convicciones anteriores.
El hecho de que la obra de teatro haya sido testada con el público desde el inicio de los ensayos ha creado en este equipo una forma de trabajar «que intenta romper fronteras entre estar y actuar», según Rebeca Hernando: «Pasar de la improvisación en el texto aprendido, de estar calentando en crear algo con los compañeros y de no saber dónde están los límites; no se habría hecho sin la presencia de este público».
La fe como hilo conductor entre extremos
¿Qué relación existe entre voluntad y fe? ¿Qué hace que algo sea verosímil? ¿Qué papel desempeña la voluntad en la sugestión? Son algunas de las preguntas que la compañía planteará desde el escenario, pero la obra también tratará de tensar los límites entre realidad y ficción, entre la necesidad y la voluntad o entre lo que aceptamos como racional e irracional. Todo esto tiene que ver con «cómo dejamos transformarnos, de forma voluntaria o involuntaria, con cómo somos capaces de modificarnos hasta el punto de entender la realidad cómo la entiende otro y, sobre todo, con cómo entendemos la realidad según quien nos lo cuenta», comenta la actriz Carlota Gaviño. La obra propone también reflexionar sobre cómo nos han enseñado a relacionarnos con el mundo, con las palabras y su significado: «El lenguaje es la primera fe, el primero en que creemos», dice Pablo Messiez: «Demasiado en ocasiones se ha dicho que el teatro es mentira y aquí intentaremos decir otra cosa». «La belleza del teatro es que es un acto de fe que nace y se pone a prueba en el tiempo de la función», afirma.
«La belleza del teatro es que es un acto de fe que nace y se pone a prueba durante el tiempo de la función»
La vida y la muerte también es otra de las dicotomías reflejadas en los personajes, dos conceptos que transformarán las relaciones en el núcleo familiar. Tampoco pasará desapercibida la relación directa entre la fe y su vínculo indiscutiblemente a la religión y con la forma de entender o sentir la muerte, aquella que hemos aprendido como herencia.
La guinda del pastel de esta familia escénica, a nivel literal y artístico, la música presenta con dos canciones de música popular argentina: por un lado, Viene aclarando de Atahualpa Yupanqui en versión de Leda Valladares y María Elena Walsh y, de por otro lado, Vidala del último día, en una versión a capilla de Sílvia Pérez Cruz.
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