Entre los 90 espectáculos del Grec 2025 destaca una delicatessen como Compto cada passa meva sobre la terra, en la Sala Atrium del 14 al 22 de julio. En este monólogo se unen tres cómplices como Lluïsa Cunillé (escritura), Xavier Albertí (dirección) y Oriol Genís (interpretación). Hablamos con el actor de Badalona sobre un proyecto que se anticipa sobresaliente y sobre una trayectoria que ha llegado a su zenit en la madurez.

Oriol Genís
Teatre Barcelona: No se encuentra mucha documentación sobre usted en Internet. Extraño en alguien con su trayectoria.
Oriol Genís: A mi hija (Júlia Genís, actriz) le digo que soy un outsider. También es una actitud personal, seguramente. Era una persona muy tímida, me costó mucho romper la cáscara del huevo. Por eso pasaba desapercibido, aunque la vocación siempre estuvo presente.
¿Cómo vivió aquella época de perfil bajo?
Evidentemente, ayudaba que Maria Andreu, mi mujer, tuviera un sueldo fijo. Estaba un poco bajo tierra, como el Guadiana. En los inicios, hice un cabaret antimilitarista, ligado al movimiento de la objeción de conciencia. Lo hacía en un circuito hiperalternativo. Fue una gran escuela, como el teatro de calle con gente del Instituto como Manel Dueso. Éramos unos grandes imitadores de los Comediants.
«Mi madre hacía teatro aficionado. Ella fue quien plantó la semilla»
¿Había tradición teatral en su casa?
Mi madre hacía teatro aficionado. Ella fue quien plantó la semilla. En casa querían que estudiara una carrera y comencé Derecho y Filosofía, pero lo dejé para presentarme al Institut del Teatre. Entré en el curso 76-77. Aquella época fue brutal, como descubrir la sopa de ajo para mí.
¿Qué hizo después de acabar en el Institut?
Sobre todo teatro infantil con compañías como La Trepa y U de Cuc. Me quedé un poco estancado, aunque llegué a entrar al Lliure para hacer La flauta màgica, pero no tuvo continuidad y llegó un impasse en mi carrera.
¿Cuándo se rompió este estancamiento?
Con Xavier Albertí. No lo conocía y hice algo que he hecho muchas veces: lo llamé. “He leído que estás preparando una obra y no sé si tienes el reparto cerrado”, le dije. Me dio un papel muy pequeño en Troilus y Cressida del Lliure (2002). Y ya pude comprobar su manera tan especial de trabajar.

Oriol Genís y Xavier Albertí en una foto promocional de ‘Compto cada passa meva sobre la terra’
¿En qué sentido?
Un día me dijo: “Aquí quiero que hagas esto, esto y esto”. Eran contradicciones y le comenté: “Bueno, ¿cómo se hace esto?”. “Tú mismo”, me respondió. Después continuamos nuestra colaboración con una obra sobre las canciones de Boris Vian. Mi mujer me empujó a llamarlo para que la dirigiera. Y ya formé parte de su gente.
¿Cuántas obras ha hecho con él?
No sé si son 24 o 25. He podido disfrutar de su magisterio, de la manera tan especial de hacer teatro de alguien con un saber enciclopédico. Siempre nos hemos entendido muy bien. He estado dispuesto a hacer lo que me pidiera. Si quería que saliera a escena con un tanga, lo hacía. Y también lo llamé cuando montó PPP. Pasolini es uno de mis referentes.
El recordado proyecto T6 del TNC fue otra clave en su reactivación.
Llegué al T6 como sustituto de Artur Trias, que no podía hacerlo. Después también estuve en La rosa tatuada de Carlota Subirós porque la llamé. Pero sí, el T6 fue una experiencia muy bonita. Recuerdo No parlis amb estranys, que hizo Helena Tornero, con quien siempre he tenido una gran complicidad. Después hicimos Kabaret Protokoll, donde debutó mi hija Júlia.

‘Kabaret Protokoll’
Con el T6 también vivió algún sobresalto, digámoslo así, con el cabaret gay Gang bang, de Josep Maria Miró.
Unos guerrilleros de Cristo Rey tiraron bombas fétidas e intentaron agredir a Òscar Castellví con un taburete. La regidora salió disparada para echarlos. Fue un momento en el que yo decía: “Tomadme y comed que este es mi cuerpo”. Hubo un buen lío. Yo les dije a los de vestuario que me hicieran un traje para no ser reconocido cuando saliera a la calle.
Dentro de su faceta musical, creó el personaje de Andrés Villarrosa…
‘El cantante melódico del trémolo metódico’ de la Bodega Bohemia. Era como un alter ego, con peluca, bigote y canciones de la época. Después Marc Rosich montó una dramaturgia a partir de unas entrevistas que me hizo, ¿Qué fue de Andrés Villarrosa? Es un trabajo de dos caras, entre personaje y actor.

‘¿Qué fue de Andrés Villarrosa?’
Albert Arribas también está ligado a su carrera.
Es otra persona a quien he tenido la suerte de conocer. Fue a partir de una lectura dramatizada de una obra de Novarina, que él había traducido. Hicimos Frau, que duraba siete horas, después un antihomenaje a Feliu Formosa y, últimamente, Verbagàlia y Opereta imaginària.
Y ahora Lluïsa Cunillé también vuelve a cruzarse en su camino.
Me envió un correo con la obra y me decía que era la primera vez que lo hacía pensando en un intérprete. La leí y me gustó mucho. Es la historia de un quiosquero, de una persona normal. Está a punto de ser operado del corazón, está en el hospital y le cuenta su vida al señor de al lado. Es como una confesión al final de la vida.
«Desde que estoy jubilado, no paro de trabajar»
¿Cómo ve su futuro a los casi 75 años?
Ya estoy jubilado, me obligaron cuando cumplí 65, y desde entonces empecé a trabajar sin parar. Hay un poso después de un camino en el que he hecho cosas muy complicadas. Y eso que hubo una época en la que, cuando me daban un texto, no sabía cómo afrontarlo.
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