Per Sem Pons / @semponspuig
Marta Buchaca vive un buen momento profesional. Se acaba de estrenar la versión cinematográfica de Litus, su obra que hizo temporada en la Flyhard y en el Lliure. Y ahora vuelve con nueva obra en la Sala Beckett: Rita, un texto que habla sobre la muerte, con Anna Moliner y David Bagès, con el que acaba de recibir el premio Frederic Roda. Un espectáculo producido, además, por su propia productora, La Pocket. La entrevistamos en el bar de la Beckett, minutos antes del estreno.
¿Por qué has hecho una productora?
Para acortar el tiempo de estrenar las obras. Esta obra, Rita, la acabé de escribir y llevar aquí a la Beckett en abril, y si hubiera tenido que buscar financiación o que alguien me la produjera, no lo hubiera podido hacer ahora, que era el agujero que tenía la Beckett para exhibirla. Llevo muchos años dedicándome a esto, y mira, era el momento. He tenido la suerte de que mi compañero es empresario, porque a mí me da mucho miedo la parte legal, y hacemos buen tándem, él con la producción ejecutiva y yo la vertiente artística. Y porque me interesa pensar el teatro desde más ámbitos, yendo más allá, y si no te juegas el dinero probablemente no lo haces. Estoy muy contenta con el resultado, a pesar de la precariedad, creo que irá bien y haremos muchos bolos.
Y dices que no tienes obras al cajón. Una gran noticia que una dramaturga lo haya estrenado todo, ¿no?
La única que no había estrenado es La familia normal, y ahora me la están haciendo en Sabadell. Y ahora me han dado una beca para escribir una obra, me voy a Lloret de Mar dos semanas todo pagado, y aparte una comedia que tengo pensado escribir.
¿Con la productora?
No, porque con la productora podemos permitirnos hacer proyectos muy pequeños, como el anterior que hicimos, Només una vegada. Y porque Mari Pau Pigem y Anna Alarcón también fueron productoras. O con Rita, que son dos actores en escena. Las próximas obras que tengo previstas hacer tienen más personajes, y claro, producirlas es más complejo para mí.
Guillem Clua, dramaturgo, comenta a menudo que él no ha tenido últimamente tanta suerte estrenando en su casa, pero en cambio sus obras sí pueden realizarse afuera, y con éxito.
Ya, he tenido suerte. He ido estrenándolo todo. Bien, no, miento, si nos ponemos encontraremos alguna obra que no he estrenado aquí. En conserva, por ejemplo, la hicieron en el Institut del Teatre, pero no comercialmente, y Emergència no se ha hecho nunca… a pesar de que ahora seguramente ya no la haría, creo que ha quedado un poco antigua. Pero cuando me refería a no tener obras al cajón es esto, que he podido ir tirando, y también ganando algunos premios. Por eso me hace tanta ilusión el Frederic Roda, que llega en un timing perfecto para Rita, justo cuando lo estrenamos. ¡Ha sido maravilloso!
Aquí en Cataluña tenemos mucha tradición de reponer clásicos de Shakespeare o Molière constantemente, pero no tratamos tanto nuestros clásicos contemporáneos, los que nos son propios. Excepto Kràmpack de Jordi Sanchez ahora en la Aquitania, o la eterna El Método Grönholm de Galceran en el Poliorama, no estamos avezados a cuidar y mantener nuestro patrimonio.
Hay poco interés, esto lo tendría que hacer el Teatre Nacional de Catalunya, tendría que ser la casa del autor catalán. Las obras tienen una vida muy corta, además. Por ejemplo, Rita está yendo muy bien, y ahora quiere dar el salto a una sala más grande. ¿Dónde puede ir? Solo se me ocurre La Villarroel, o apurando, el Club Capitol, y ahora se rumorea que quizás cerrará. Pasa esto en Barcelona. Faltan salas de 200, 300 espectadores. Galceran quería abrir una sala así y al final no lo hizo. Y la Beckett no puede asumir este rol, esto es una fábrica de creación, no puede tener obras en cartel durante un año. Nos falta un espacio a los autores. Yo lo comparo mucho con Madrid, una ciudad donde el público va mucho más al teatro, y donde además su público potencial es el de toda España, y claro, las cosas funcionan más allí. Puedes estar tres temporadas, es un gustazo.
En Barcelona no tenemos teatros medianos, como dices, pero sí otras experiencias teatrales interesantes, como los Terrats en Cultura, donde de hecho estrenaste Rita este verano. ¿Qué tal la experiencia?
Muy chula. No haré spoilers, pero allí pasaba una cosa muy bonita al final. Y me apetecía mucho hacer algo en los Terrats en Cultura, porque es una iniciativa que me gusta mucho, también por temas de producción teníamos que estrenar en julio y fue todo rodado. Además era un proyecto pensado por Sara Espígul y David Bagés, pero Sara se quedó embarazada y ya no podía hacer la temporada en la Beckett, así que al menos pudo hacer las funciones a los Terrats. Por eso en la Beckett es un nuevo estreno por mí.
Y es fantástico que, como productora, decidieras que Sara podía hacer el papel estando embarazada.
Claro, es que podía hacerlo perfectamente, estaba de muy poco, y no pasaba nada. De hecho, ya le dije que si quería podía hacer la temporada de la Beckett si quería, pero estando de 8 meses, era mucho más complicado. Y además, me hacía gracia que lo hiciera ella, porque ahora estoy escribiendo obras con las actrices con las que yo empecé a hacer cosas, como Sara Espígul, Anna Alarcón, o la misma Anna Moliner, con quién trabajamos juntas a A mi no em diguis amor, y es un gustazo repetir porque tiene muchísimo talento.
Rita. Una obra que habla sobre la muerte.
Sí, habla de la muerte pero desde la comedia. Porque yo llevo fatal el tema de la muerte, lo de despedirse, cómo recuperarse después del vacío. Ya lo hice en Litus.
¿Nos puede servir el teatro para llevarlo mejor?
Sí, porque es posible que la gente salga de la obra diciendo: tengo que hacer un testamento vital. Solo un 1% de la población española lo tiene hecho. Yo tuve una tía que tuvo un ictus, desgraciadamente, y fue una suerte que ella lo tuviera, nos ayudó mucho. Con solo que la gente se plantee dudas como sí quiere que le alarguen la vida o como evitar la agonía, ya será un éxito para mí.
Como Six Feet Under, la serie de HBO, que dicen las malas lenguas que era un encargo del gobierno americano para ayudar a la población a mejorar su trauma hacia la muerte.
¿Ah sí? Ostras, no lo sabía. Es normal, es que estamos educados de espaldas a la muerte, lo llevamos fatal. Me parece muy injusta la muerte. Y por mucho que lea filósofos, opiniones diversas…
Rita habla también de la demencia, de la muerte en vida.
Sí, no solo de la muerte en si, sino del final de la vida, de la dignidad. También habla de los animales, del aprecio hacia ellos. Porque la muerte de un animal también es muy dolorosa, puedes haber compartido más experiencias vitales con tu perro que con tu madre, por ejemplo.
Recuerdo cuando se hacía André y Dorine en el Teatre Poliorama, que trataba sobre el alzeihmer, desde una mirada más dramática. Y un día, hablando con Cristina Maragall, hija de Pasqual Maragall y que se encarga de la Fundación Maragall, me dijo que era complicado que los familiares y entornos próximos a la dolencia vinieran a verla, porque era muy difícil afrontar el dolor cuando lo estás viviendo.
Aquí no ha pasado, en Rita ha venido gente que lo ha pasado o lo está pasando. Ayer vino una chica que me dijo que, literalmente, era lo que le estaba pasando y que era como si me hubiera metido en el comedor de su casa a escuchar sus conversaciones con su hermana. Y me decía que era importante ver que otra gente también está pasando por eso, y que era un consuelo, más que un drama.
La Beckett le está dedicando un ciclo a la muerte.
Es muy arriesgado, pero está muy bien, hacen cosas muy interesantes. Ahora coincidimos con el Fuck you Modern Family, que lo vive desde un punto mucho más de comedia todavía, pero es que tienen una temporada que habla de este tema, y me parece muy relevante.
Tener la palabra “muerte” en el título echa para atrás.
La nuestra se llama Rita, ¡no pasa nada! (ríe)
Yo estoy muy positiva, la obra creo que interesa, está yendo bien en este sentido. Después si la gente viene o no viene, es otra cosa, más de mentalidad de productora.
Que la gente converse, que es al final para lo que sirve el teatro.
¡Sí! Como directora y autora, estoy satisfecha, porque quienes vienen ríen, se emocionan, reflexionan. Y he querido hacer un homenaje a las madres, a la figura materna, porque es importante. Yo ahora que he sido madre, y que todavía tengo la madre, he vivido muy profundamente esta conexión ancestral, con ella, con todas las mujeres. Recuerdo cuando estaba embarazada insistí a todo el mundo que cuando pariera no avisaría a nadie, que yo soy muy mía. Pero cuando me puse de parto lo primero que pedí a mi compañero era que llamara a mi madre, que quería tenerla cerca, pero no dio tiempo.
Ahora que Litus ha sido convertida en película, ¿ves la opción de que Rita pase por el mismo camino? ¿Piensas más en clave audiovisual?
Pues mira, no lo sé, porque no. De hecho, ahora haremos la película también de Només una vegada, acabo de escribir el guion y se rodará en febrero. Quizás entramos en esta dinámica, ojalá. Todas las obras, todas las historias pueden ser una peli, o incluso una serie. Todo depende del presupuesto. Pero si tienes una buena historia la puedes hacer en todos los formatos, desde algo muy pequeño a una cosa más grande, y el teatro tiene una libertad que te lo permite hacer. Litus como obra pasaba toda en un mismo espacio, pero en película puedes permitirte abrirla a muchos más espacios, hacerla más grande. Con Només una vegada también nos pasaba, que podía ser una obra mucho más grande, si hubiéramos tenido más presupuesto. Pero la historia, sea el formato que sea, al final es la misma.
Estrenando Litus, el director, Dani de la Orden, ha recibido toda la atención mediática, pero el nombre de Marta Buchaca, que eres quien ha escrito la historia, pasa muy desapercibido. En cambio en teatro poner en el cartel “una obra de Marta Buchaca” ya vende entradas.
Sí, pero el cine justo es decir que es muy diferente, es otro mundo. Es que en el teatro es, literalmente, “Rita de Marta Buchaca”, aunque la dirigiera otra persona. En teatro el autor es primordial, aquí lo estamos empezando a entender. Espero que Marta Buchaca empiece a ser un sello, hace 15 años que escribo y estreno, y esto afortunadamente en teatro tiene un valor. Pero en el cine nada. Yo doy clase también en el ESCAC, y tengo esta lucha incluso con otros profesores, que creen que el guionista es solo una figura más del gran engranaje del cine, donde el director es lo más importante. Pero hay que hacer un cambio, como pasó a raíz de la huelga de guionistas en los Estados Unidos, que decidieron pararlo a pesar de ponerse al frente, también incluso a ser productores ejecutivos.
La historia lo es todo.
Sí. Lo comentábamos con Dani (De la Orden), y nos meábamos, nos parecía surrealista. Y te tengo que decir que, a pesar de todo, he sido muy privilegiada porque con Litus he ido a ruedas de prensa, a festivales, he concedido entrevistas, acompañándolos… quizás porque escribí la obra, no lo sé.
Quizás generas debate entre los profesionales del cine, entre quienes deciden el marketing de las películas.
Bien, no lo creo, estamos lejos de esto. En el cine venden los actores y el director. En teatro es diferente, porque ¿cuántos actores venden entradas? No hay tantos, en realidad. De hecho, mira, con Rita estoy haciendo muchas entrevistas, yo, la dramaturga, y esto quiere decir que aquí la autoría sí cobra más importancia.
¿La dramaturgia catalana pasa por un buen momento?
Sí y no. Sí, porque hay muchos autores y muy buenos, y no, porque faltan apoyos, falta estrenar aquí muchos textos, falta ser conscientes de que nuestra dramaturgia es nuestro patrimonio.
Y referente de un momento, de un país, ¿no?
Desde los teatros públicos, el TNC, el Lliure, tendrían que apostar mucho más por la autoría catalana contemporánea. Me consta que Juan Carlos Martel (director del Lliure) tiene previsto apoyarla en la segunda parte de la temporada que ahora presentarán, pero el Teatre Nacional tendría que recuperar su rol de casa del autor catalán contemporáneo, el generador del patrimonio, como lo fue durante el proyecto T6. Todos quienes formamos parte estamos trabajando, con más o menos fortuna, pero escribiendo, estrenando… y complementándolo con mil cosas, evidentemente, porque hay que remarcar que en este país, de solo escribir teatro, en Cataluña, no vive nadie. ¡Ni Galceran! Pero es importante generar patrimonio.
Y como aquí no lo hacemos, tenéis que iros fuera.
Claro, es que esto pasa. A mí en Madrid ahora me tienen muchas ganas, no sé como decírtelo. Que también cuesta mucho allí, que te piden nombres de súper-actores para estrenar. Que aquí también pasa, eh, pero es lo que decíamos, no hay tantos actores que vendan entradas. Mira Guillem Clua, ha podido estrenar La Golondrina, pero fíjate con quién: ¡con Carmen Maura! Pero vaya, todo son caminos, yo quiero llevar Rita a Madrid, y tengo opciones: ¿cojo dos nombres muy potentes y hago un gran proyecto, o hago una cosa más pequeña? Es mi elección, y es una suerte.