Hay quien espera que la vida cambie sola y hay quien fuerza ese cambio. La cómica Pepi Labrador es el claro ejemplo de que nunca es tarde para dar un giro de guión a la vida. A punto de cumplir 64 años, ha demostrado que los sueños, si se tienen, se luchan. Y como muestra, el paso adelante que ha dado dejando su trabajo limpiando casas y cuidando a niños para dedicarse a lo que realmente la hace feliz, subir sobre los escenarios y hacer reír. Una decisión valiente y nada habitual entre las mujeres de su generación. En esta entrevista, la artista badalonesa nos habla de su trayectoria vital y profesional, de los obstáculos que ha tenido que superar y de cómo ha convertido a la comedia en una forma de vida.

Pepi Labrador
Con más de quince años de trayectoria, ha pasado por programas como La Resistencia (de Movistar+), Got Talent (Telecinco) y actualmente forma parte de El club de la comedia en Madrid. Ahora pisa fuerte presentando su espectáculo Viviendo a todo gass en el Teatreneu, toda una declaración de intenciones de la energía incansable que tiene.
¿Cuándo descubriste que tenías un don para hacer reír?
Siempre lo he llevado dentro. Cuando iba a la escuela de pequeña, tenía un círculo de amigas que me rodeaba. Yo era quien organizaba juegos y provocaba risas. De hecho, en el instituto me decían la “gallineta”, porque siempre tenía los polluelos riendo alrededor.
Pese a tenerlo desde pequeña, tu inicio profesional fue con 47 años. ¿Cómo tomaste esta decisión?
Siempre había tenido el sueño de ser cómica, pero ni el tiempo ni la economía de casa permitían arriesgarme de ese modo. Una amiga me dijo: «escucha, hay un lugar donde hacen comedia, organizan un concurso de monólogos, es gratuito y lo hacen el sábado por la tarde, no tienes excusa». Me apunté y le gané. El organizador del concurso me dijo que era una artista y esa palabra me llegó mucho, pero esa misma semana detectaron a mi marido una enfermedad grave. Esto me hizo pensar que la vida son cuatro días y que si tenía un sueño era para lucharlo. Me negaba a mirar atrás y ver que no lo había intentado.
«Hablo del Tinder, de las mujeres de mediana edad, de ser viuda…»
¿Qué ha cambiado en ti desde esos primeros intentos?
He ganado calidad de vida. Ahora me dedico exclusivamente a la comedia. No he sido consciente hasta ahora del ritmo de vida que llevaba. Me levantaba pronto para ir a trabajar, llevaba el trabajo de casa y cuando acababa debía tomarme un ibuprofeno y un café para irme a un bar de mala muerte a hacer comedia porque era mi pasión. También siento que he ganado mucha seguridad. Al principio temblaba, no podía ni mirar a los ojos del público, ahora me encanta hacerlo.
¿Cómo definirías tu humor?
Es un humor cotidiano, real, basado en mis vivencias. No me invento nada. Hablo de Tinder, de las mujeres de mediana edad, de ser viuda… siempre con respeto, pero con mucha ironía. Todo lo cuento desde una mirada muy femenina, vamos, mi perspectiva.
¿Es fácil ser mujer en el mundo del humor?
Es mucho más fácil ser hombre. Aún hay lugares en los que no quieren mujeres sobre el escenario. También hay lugares en los que directamente me llaman porque necesitan llenar cuota femenina. «Si un hombre falla, ha tenido un mal día; si falla una mujer, es mala», estos comentarios los siento constantemente. Espero que llegue el día en que la gente entienda que las cómicas podemos ser igual de buenas, normales y malas que los cómics.
¿Se puede hacer humor de todo?
Yo creo que sí, pero con mucho respeto, tacto y destreza. Sin embargo, yo tengo algunas líneas rojas como el maltrato, la pederastia o el cáncer.
¿Qué ha significado la comedia en tu vida?
Ha sido mi mesa de salvación. No concibo la vida sin hacer comedia. Es una forma de canalizar emociones, de crear, de respirar. Me gusta transformar situaciones difíciles en comedia. Siempre que puedo intento elegir el peor camino, porque sé que es donde más reíré. La comedia ha hecho conmigo una forma de vivir.
Viviendo a todo gass es el nombre de tu nuevo espectáculo. ¿Definirías así tu momento vital?
Sí, totalmente. Vivo intensamente. Tengo casi 64 años, pero sigo en la mente de una chica de 35 años. Es un problema, porque mi jefe se llena de proyectos que sé que están muy bien, pero tengo que racionalizarlos. He aprendido que la vida puede cambiar en cualquier momento, así que vivo en todo gas, pero día a día. Si puedo actuar hoy, mejor que mañana. Siempre necesito tener una zanahoria por delante, un proyecto para ilusionarme.
«Quiero trabajar con Andreu Buenafuente»
¿Y qué proyectos te ilusionan ahora?
Yo siempre pienso a lo grande. No voy a cansarme de decir que quiero trabajar con Andreu Buenafuente. Puestos a pedir, sería muy feliz llenando el Teatro Coliseum y que los buses tuvieran publicidad de esa función. Quiero hacer alguna película y también me gustaría hacer mi propio espectáculo para Netflix o cualquier otra plataforma digital. No me canso de golpear puertas. Soy incansable.
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