Por Iván F. Mula / @ivanfmula
Capitaneado por Marc Chornet, el Projecte Ingenu celebra sus primeros cinco años como compañía. Después de debutar en colaboración con la Sala Atrium con Hamlet de Raimon Molins, el grupo ha presentado un total de seis espectáculos más: Top Girls, Romeu i Julieta, Yerma, Vaig ser Pròsper, inFaust i La dona pantera. Actualmente, para conmemorar su lustro de existencia, han recuperado sus tres piezas de Shakespeare para representarlas en un ciclo especial en el Teatre Akadèmia.
MARC CHORNET: Cuando empezamos, yo no quería montar una compañía. Nació sin que lo buscáramos y, cuando nos dimos cuenta, ya era demasiados tarde para echarse atrás. En cinco años, hemos estrenado siete espectáculos. Muchos de ellos se han repuesto. Esto quiere decir que, realmente, no hemos parado ni un mes. Y todos tenemos la sensación de que estamos empezando. Por lo tanto, no puedo decir nada más que es una de las cosas más bonitas que me han pasado artísticamente en la vida. Compartimos una determinada visión sobre el hecho escénico, sobre qué es interpretar y siempre hemos tenido la sensación de que el camino era largo.
TEATRE BARCELONA: ¿Cuál es el verdadero origen de todo?
A finales del 2013, hacía un año que Anna Maria Ricart, Laura Clos y yo habíamos acabado nuestros estudios en el Institut del Teatre. Íbamos haciendo proyectos pero teníamos la sensación de que no nos gustaba nada. Y pensándolo, llegamos a la conclusión de que, para hacer los lenguajes o autores que nos apetecía abordar, no lo podíamos hacer ensayando un mes. Teníamos que tener un grupo de gente entrenada. Esta idea se convirtió en un grupo de trabajo.
¿En que consistía este grupo de trabajo?
Quedábamos todos los sábados por la mañana cuatro horas. Hacíamos entrenamiento actoral, escenas e íbamos compartiendo visión. Muy lentamente, empezamos a hacer lo que creíamos que teníamos que hacer para ser personas activas y con la sensibilidad abierta. A finales de aquel curso, Raimon Molins me dijo que quería hacer Hamlet y me pidió que le ayudara con la dirección y usamos al grupo de trabajo. Así es como firmamos como Atrium Produccions y Projecte Ingenu (que era el nombre del grupo de WhatsApp que usábamos) nuestro primer espectáculo.
Esto fue antes de Top Girls…
Exacto. En aquel momento, la compañía no estaba ni siquiera estructurada. Después de Hamlet continuamos ensayando los sábados por la mañana. Entonces, las chicas del grupo, que todavía estaban en el Institut, me pidieron que les dirigiera la tesina. Decidimos volver a usar el nombre de Projecto Ingenu y la estrenamos en otoño de 2015.
Después vino Romeu i Julieta, quizás el primer espectáculo con la identidad de Projecte Ingenu tal como la conocemos ahora.
Sí. Fue a partir de ese momento cuando empezamos a poner un poco de orden. Con Romeu i Julieta, trasladamos a escena todas las obsesiones que habían estado presentes en la sala de ensayo: la necesidad de trabajar con espacios no figurativos, la convicción de que el coro trágico es una herramienta poderosa en la actualidad y también un cierto desprecio por las convenciones de género. La organización interna y la división de tareas también aparecieron entonces.
Decís que hacéis slow theatre, que os tomáis las cosas con calma, pero habéis estrenado siete espectáculos en cinco años. ¿Cómo lo habéis hecho posible?
Porque la maquinaria ha ido funcionando sola. Hay muchos espectáculos que no los he buscado, directamente, sino que han aparecido por toda una serie de casualidades. Yerma, por ejemplo, surgió de repente en tres semanas. Nosotros hemos apostado por ser un grupo de trabajo. En la sala de ensayo pasan cosas independientemente del resultado que se enseñe. Y nos hemos roto mucho los cuernos para, a pesar del ritmo de producción, mantener el espíritu. Y hemos ido evolucionando hacia el formato de la investigación.
¿De forma que el mismo ritmo del grupo de trabajo genera los espectáculos y su forma escénica?
Es así. A veces, incluso, acaban penetrando cosas que no son propiamente pensadas para el montaje. En cierto modo, tengo la sensación de que siempre estamos ensayando el mismo espectáculo y que se va sintetizando. Como materializaciones diferentes del mismo trabajo que, en función del momento en que se encuentra, el lenguaje también está, con una forma u otra, pero el camino es el mismo.
Con Vaig ser Pròsper, este trabajo, parece que dio un paso más allá…
Sí porque queríamos hacer La tempesta de Shakespeare y encontramos que la relación entre Próspero y sus esclavos quedaba muy clara poniendo la mesa. Y empezamos trabajar con esto. Nadie lo tenía pensado. Apareció. Esto nos llevó a quedarnos solo con la esencia.
Y le sacasteis el texto.
De repente, nos sobraba. Porque las imágenes que nacían eran otras y, con la decisión de poner a un actor real de más edad haciendo de Próspero en escena, todo cogió un nuevo sentido.
¿La ingenuidad tiene que ver con que os planteáis las cosas de una manera poco habitual en el teatro de esta ciudad?
La ingenuidad tiene que ver también con no buscar nunca una estrategia. Tiene un punto de ingenuo ser honestos con nosotros mismos. Lo que es cierto es que en el panorama de Barcelona o Cataluña nos hemos quedado en una línea intermedia de muchas cosas porque no somos danza ni teatro puro ni performance… Creo que lo que hacemos está muy relacionado con algunos artistas que nos interesan mucho… pero que son de fuera.
¿Cuál es vuestra conexión con Shakespeare para haber hecho tres montajes de este autor?
Llegamos a él por casualidades. Raimon Molins quería hacer Hamlet y lo hicimos. Después, fue Claudia Benito la que propuso hacer Romeu i Julieta. En realidad, el único Shakespeare consciente que yo he decidido fue La tormenta y le quité el texto. (Ríe) Shakespeare es tan bueno que nos ha permitido no tenernos que preocupar del material textual para centrarnos en la investigación. Nos ha permitido conocernos. Encontrarnos. Es cómo si Shakespeare hubiera sido el profesor de la compañía. Viendo los tres montajes de Shakespeare, se ve la evolución de la compañía y, por eso, era interesante unirlos en este ciclo. Yo creo que ahora ya lo tenemos que dejar. Como mínimo durante un tiempo largo.
¿Cómo valoras la experiencia de haber salido al extranjero?
La primera cosa que quiero decir es que es muy difícil y comporta un trabajo titánico que una compañía independiente no puede hacer por sí sola de una forma regular. Lo digo porque a veces los políticos nos animan a expandirnos y no es tan fácil. Ir a Alemania con Romeu i Julieta fue una experiencia extrañísima. Era un festival muy burgués. Las entradas costaban 50 euros. Teníamos el teatro lleno y salimos a saludar diez veces. Seguramente, tiene que ver con una actitud mediterránea ante Shakespeare con la que, quizás, no están tan acostumbrados. En Inglaterra, con Yerma también nos fue muy bien a pesar de que no fue una cosa tan masiva. Fue un festival de teatro más pequeño con un público muy ecléctico. El recibimiento fue muy bueno. Finalmente, la experiencia chilena resultó magnífica. Como pudimos trabajar allí durante un mes, prácticamente, creamos una compañía ingenua en Chile. Fue muy enriquecedor. No hay una única lectura para todo. Los fenómenos han sido muy diferentes.
¿Cuál es, hoy por hoy, el futuro de Projecte Ingenu?
Estamos pensando en una trilogía. El lenguaje que sintetizamos a Jo vaig ser Pròsper es un poco el punto de partida. Serán tres espectáculos de creación. Nos hemos dado cuenta de que una de las cosas que hemos investigado más durante estos años es en el tratamiento del tiempo en escena. Por eso, ahora nos hemos propuesto como punto de partida creativo el lugar inverso que hace normalmente el cine o el teatro más narrativo. Escogeremos un instante de la historia de la Humanidad que creamos que es interesante porque acumula muchas tensiones sociales y culturales e intentaremos expandirlo y explorarlo para que aquel instante sea todo el espectáculo. Este es nuestro nuevo reto.