Después de enfrentarse a solas en el escenario para interpretar Terra Baixa, Lluís Homar se pone al frente de L’art de la comèdia de Eduardo de Filippo en la Sala Gran del TNC.
L’art de la comèdia del dramaturgo napolitano Eduardo de Filippo (1900-1984) es, según Homar, una «partitura magnífica, como una pieza de orfebrería, como una fiesta del teatro» y «el paradigma de la palabra popular, un teatro hecho y pensado para que el público la disfrute». Una obra que además reflexiona sobre el papel del teatro en nuestra sociedad y que, según el director del TNC Xavier Albertí, suelen programar aquellos teatros que tienen algo que celebrar. Y quizás ellos dos también están en un buen momento para hacerlo, Albertí porque cumple ahora los 25 años del primer montaje, y Homar porque se encuentra en un momento especialmente dulce para su carrera teatral. De hecho, dice el actor, desde que se dio cuenta de la importancia de trabajar con compañeros que saquen lo mejor de ti mismo no se ha separado de Albertí y siempre busca hacerlo cómplice de sus espectáculos, en Terra Baixa se encargó de la iluminación y aquí de la traducción del texto. Ahora, ha intentado trasladar esta misma complicidad a todos los actores: Joan Carreras, Andreu Benito, Roger Casamajor, Eduard Muntada, Victòria Pagès, Quimet Pla, Mar Ulldemolins, Oscar Valsecchi, Lluís Villanueva y Pau Viñals.
– Has intentado trabajar con tu equipo como si fuera una compañía que lleva mucho tiempo junta.
Sí, es fundamental que lo que hacemos sea importante en la misma medida para todos. Me siento muy incómodo cuando veo que lo que estoy haciendo es muy importante para mí y los demás sólo participan de mi importancia. Es indispensable que en cualquier proyecto, se tenga más o menos participación, todo el mundo sienta que lo que hace es importante. En este caso hemos tenido mucha suerte, por lo que lleva el teatro por él mismo, el equipo de la casa y por todo el grupo que hemos creado para hacer la obra. Sólo me sale una palabra, excelso, porque realmente no sé si es posible encontrar un equipo mejor.
– ¿Tenías claro desde el primer momento que, además de dirigir, también subirías el escenario?
Me hizo respecto porque -afortunadamente para mí- venía de hacer Terra Baixa y el calendario estaba un poco apretado, pero es una obra que, cuando la descubrí hace años, me gustaba porque me ofrecía esta posibilidad de compaginar las dos tareas. El papel que hago, Oreste Campese, sólo tiene una escena larga, la escena principal con el prefecto De Caro (Joan Carreras), y me parecía que era factible compaginar las dos cosas. Siempre es más fácil separarlo del todo, o dirigir o actuar, pero quizás como en origen ya era así (De Filippo aparte de ser su autor, también hacía de actor y director), parece que la obra lo soporta más o que invita a que esta fórmula sea más viable.
– Xavier Albertí ha destacado de su propuesta que ha llevado a los personajes a un código interpretativo propio, buscando la verdad desde el instrumento de la propia tradición, alejándose os de la napolinitzación.
Sí, las primeras conversaciones siempre son muy importantes. Después de que Xavier me hiciera el encargo le dije: qué, ¿esto desde donde se debe hacer? Y lo primero que tuvimos claro es que nunca jamás habíamos de italianizar los personajes. Es como si hiciéramos un Shakespeare haciendo ver que somos ingleses, ¡qué absurdo! Los grandes autores lo son porque trascienden y sus textos son universales, y en este caso lo que se trataba es que dentro de este juego extremo de teatro que propone el autor, los personajes fueran personas, independientemente de su nacionalidad.
– Ha cogido toda una Sala Gran del TNC ¡y la ha dejado vacía!
A veces parece que no nos pudiéramos llegar a creer que el teatro puede ir acompañado de las grandes infraestructuras. Cuando las hicimos, hicimos lo que creíamos que teníamos que hacer, pero de vez en cuando también está bien reflexionar sobre lo que decidimos hacer, y esta es una oportunidad para ver qué pasa con una herramienta como la Sala Gran si está vacía cuando el público llega, cuando parece que tienes que entrar y encontrar la gran escenografía. Queremos mostrar que incluso en una sala grande podemos jugar a construir y deconstruir el espectáculo, tanto los que lo hacemos como los que lo miran, los espectadores. Al final, el teatro lo importante no son los medios, sino el alma desde donde se hacen las cosas.
– La obra se estrenó hace 50 años, ¿la relación entre poder y cultura sigue siendo la misma?
Desgraciadamente estamos allí mismo. ¿El poder político considera que la cultura es un bien de primera necesidad? Me da miedo pensar, y en este sentido la obra no abre ninguna puerta de esperanza, que es una especie de valla infranqueable. Estamos en dos lugares diferentes, basta remitirnos a lo que está pasando. Hay diferentes grados, la situación no es la misma en Francia que en España, porque hay países donde hay una mayor conciencia, pero sin embargo, al final siempre hay esta necesidad de pensar que el señor que tiene el poder es el que manda. Cuesta aceptar que en algo tan efímero como el arte y la cultura se le pueda dar una carta de naturaleza de igual a igual. Me da miedo pensar que el político sienta que está por encima. Estoy seguro de que Rajoy piensa que el destino de los seres humanos pasa por su mano. En cambio, no se si él puede pensar que leyendo un libro, mirando una cuadro, yendo al cine o al teatro, puede cambiar de alguna manera y hacer que las decisiones que toma puedan ir en otra dirección, pero a mí me parece que no, que él piensa que el teatro o la cultura no le pueden aportar nada.
– Se dice que L’Art de la Comèdia es un gran homenaje al teatro.
No es sólo un homenaje al teatro, es un homenaje al hecho de ser personas humanas y de estar vivos, al teatro como herramienta. Es un homenaje al espectador, más que un homenaje al teatro. Me gusta más verlo así, como una posibilidad de que el espectador pueda vivir y plantearse cosas no sólo de sí mismo sino del sentido de la vida. Y, sobre todo, hacerlo desde la fiesta, desde el placer y pasarlo bien, y en este sentido es una obra redonda.
– Después de dirigir e interpretar El arte de la comedia e interpretar solo Tierra Baja, ¿cuál es el reto?
Estoy en un momento en que muchos días me encuentro dando gracias. No sé a quién o qué, pero doy gracias por poder trabajar de la manera que me gusta, con la gente que quiero, con el espíritu que quiero… Me parece que tengo todo lo que quiero tener, no quiero más que eso.
Entrevista: Mercè Rubià / Fotografías: May/Zircus – TNC / Vídeo: Albert Ibáñez