Joan Yago es uno de los dramaturgos más exitosos del teatro catalán. Hace más de una década que escribe espectáculos para su compañía, La Calòrica, pero con Fairfly ha conseguido arrasar entre el público y la crítica. Premio Max, Premio Butaca, Premio de la Crítica… lo ha ganado todo como creador de textos. Ahora estrena en la Sala Beckett el nuevo espectáculo de la compañía, Els Ocells, basado en el texto de Aristófanes. Con él hablamos de populismo, de democracia, de vivir como creador en un sistema neoliberal, y del sentido y la utilidad del teatro y la comedia en un sistema político y económico como el nuestro.
Teatre Barcelona: ¿Vivimos en democracia?
Joan Yago: Siempre nos pasa algo en La Calòrica que, sin querer parecer un ególatra o un zumbado, nos hace reflexionar. Siempre que pensamos en un tema para hacer un proyecto, de repente todo el mundo se pone a hablar sobre el tema, en todas partes. Cuando empezamos a hacernos esta pregunta, y empezamos a buscar la relación entre el arte de la comedia y su vinculación con la democracia, encontramos un vídeo en Youtube que hablaba de las diferencias entre la democracia ateniense y la actual, y nos gustó mucho. Y investigando, acabamos en la famosa lista de calidad democrática, donde se crea el concepto de democracia plena. Porque auto proclamarse democracia lo puede hacer todo el mundo, pero en este índice hay una serie de requisitos que evalúan la calidad democrática. Y poco después de eso, pasa el 1 de octubre, el 155, y es cuando todo el mundo empieza a hacerse esta pregunta: ¿vivimos en democracia?
Justamente, tanto los defensores del 1 de octubre como los del 155 tienen algo en común: ambos dicen defender la democracia.
Todo el mundo lo dice, sí. La conclusión es que la palabra democracia ya no es segura, al igual que no lo es el concepto cultura, por ejemplo. Y nosotros llegamos tarde a este debate, ya hace muchos años que mucha gente se lo cuestiona, esto. Sí tengo claro que el sistema que vivimos actualmente es más democrático que el de hace décadas, pero también que es claramente insuficiente. Raperos que entran en prisión por cantar, o políticos por ejercer su actividad. Y descubrimos que el Brexit ha conseguido ganar gracias al pucherazo digital con la compraventa de datos, o se habla mucho de la injerencia rusa en elecciones como las americanas y en grandes capitales de las democracias occidentales. Así que sí, vivimos en democracia, pero quizás no era como pensábamos.
¿Por qué decidís rescatar un texto de Aristófanes y no habéis elegido el camino de la creación propia?
Llegamos ahí desde muchos lugares diferentes. En La Calòrica hace mucho tiempo que queríamos hacer un texto de él, y Albert Pascual, nuestro figurinista, escenógrafo e iluminador nos lo propuso. Él es muy fan de Aristófanes. Siempre tenemos varias ideas sobre la mesa, proyectos que creemos que algún día tenemos que hacer, y creíamos que ahora era el momento. Somos fans de Aristófanes también por su libertad formal, por la mezcla de alta comedia y comedia popular, y porque la distancia del tiempo le ha sentado bien. Y porque hemos disfrutado mucho de este margen, hemos podido crear con mucha libertad sobre Els Ocells.
También porque en La Calòrica queríamos reivindicarnos más allá de la idea de autoría, queríamos comunicar que no sólo somos mis textos dirigidos por Israel. Somos mucho más que eso. Todo el mundo entiende que en esta obra no aparezca Julia Truyol, por ejemplo. Pues también que hacemos algo diferente, como esta obra.
Es de las obras vuestras que más me ha transmitido la sensación de compañía, en el sentido de «seguro que aquí la compañía entera ha tenido mucho peso en el proceso de creación».
Por supuesto, ha influido absolutamente. Siempre es así. Pero ha sido radical en este caso. Prácticamente durante un mes, el inicial, fue un proceso absolutamente colectivo, a partir del cual yo escribí un texto que, posteriormente, ha sido manoseado totalmente, por el director y los actores. Escenas que venían creadas por un motivo de vestuario, por ejemplo.
Has dejado que hagan y deshagan con tu texto, ¿no?
Sí, y me ha costado, ¿eh? No siempre es fácil. No somos una compañía que haga creaciones siempre en colectivo, y hemos aprendido la lección que no es tan sencillo como nos parecía. Otras compañías tienen mucho bagaje con ello, y nosotros hemos aprendido mucho en este proceso. Nos lo hemos pasado muy bien, pero también hemos sufrido a saco. Contentos por el resultado final, pero también por todo lo que hemos vivido. He aprendido, incluso, a fluir, a abrazar el caos, a escribir cosas que ni yo mismo entendía porque lo hacía, y hemos trasladado esto al espectáculo, que es totalmente imprevisible.
También nos ha pasado que, a nivel formal, no sabíamos muy bien cómo definir Els Ocells. Cuando hicimos el Editto Bulgaro dijimos: es un late night. La Nau dels bojos: un cuadro de Bosco. Bluf: una novela gráfica. Pero aquí no sabíamos muy bien a qué atenernos, sabíamos que veníamos de la comedia griega, pero hemos ido mucho más allá, y nos ha salido un espectáculo ecléctico y sin demasiados referentes: Els Ocells no se parece a nada.
En la obra habláis del populismo, seguramente la gente de la izquierda lo podrá ver fácilmente y conectará, ya que podemos encontrar rápidamente referentes de la derecha en este espectáculo. Pero el término populista también lo utiliza mucho la derecha para referirse a líderes de la izquierda.
La obra habla del egoísmo. Y el egoísmo hecho sistema político es el populismo. Y dijimos: ey, ya sabemos de qué habla la obra, ¡del populismo! Pero cuando buscas el término en la wikipedia, y te aparece desde Perón a Donald Trump, ves que es una palabra comodín que sólo aporta ruido. Populismo, para nosotros, es la instrumentalización neoliberal del discurso marxista. Utilizar el discurso de la lucha por el bien común, por el feminismo, para la erradicación de las clases… para ponerlo al servicio del mercado. ¡Marine LePen usó La Libertad guiando al pueblo en una manifestación contra el matrimonio homosexual! O cuando Pedro Sánchez se apropia del lema «No es no» para su interés político. Aprovechan lemas que han demostrado ser eficaces para mover el pueblo para su beneficio particular. Es lo que hace constantemente un partido como Ciudadanos. No nos hemos basado en ellos específicamente para hacer el personaje de Pisteter, pero hay muchos otros ejemplos, como Donald Trump, que es alguien de la élite que ha llegado al poder haciendo ver que era anti-establishment.
Pero puedes hacer el ejercicio, viendo el espectáculo, de imaginarte cualquier líder político en el discurso populista de Pisteter. A Ada Colau, por ejemplo.
Sí, o a Puigdemont, mucha gente lo ve a él. Y no pasa nada si esto ocurre. También habrá quien pensará que el independentismo tiene mucho populismo y habrá gente que no lo pensará. En todos sitios cuecen habas, ¿no? También hay derecha neoliberal en el seno del independentismo, así que puedes verlo representado, también. Ahora, sin embargo, puede que ya no digamos que la obra trata solo de populismo, empezamos a pensar que es sobre el neoliberalismo, en realidad.
Y el teatro, en este sistema económico y político, ¿qué papel juega?
Nosotros utilizamos el teatro humorístico como herramienta transformadora capaz de abordar las problemáticas más serias, desde lo político a lo existencial. Queremos hacer un teatro de compañía en compañía, pequeño, pero de calidad. Y por eso quisimos hacer Aristófanes, ¡es quien se inventó la comedia política! Y se inventó sólo 50 años después del inicio del sistema democrático, así que pensamos que, al menos, comedia y democracia son primas. Y creemos que el mejor lugar donde trasladar nuestra investigación formal sobre el tema es encima de un escenario. Además, Els Ocells no es sólo una comedia sobre populismo, es una comedia populista.
Con voluntad de llegar a las clases populares, ¿no? Con la idea de llegar a la gente.
Sí, siempre he estado materialista en el sentido marxista de la palabra. A ver, nos estamos gastando unos (pocos) “dineros públicos” que ha invertido la Beckett en nosotros, por lo tanto, nuestra intención debe ser llegar a cuanta más gente mejor. No puedes pretender hacer una farola pública y que ilumine sólo a 4 personas. Nuestros referentes culturales son de masas, desde Chejov a Los Simpson.
Pero el concepto de mainstream se equipara al de comercial, y el comercial se entiende a menudo más como una cuestión de ocio que no de cultura, y de espacio de reflexión.
No aspiro a hacer teatro comercial, porque no pienso en comercialidad. No quiero comerciar, no quiero hacerme rico, quiero llegar a la gente. Si tu objetivo como creador de teatro, como emisor de mensajes no es llegar a la gente y que te escuche, ¿qué cojones estás haciendo? La teoría aquella de «no se lo pondré fácil al público» siempre me ha parecido muy egocéntrica, y mal entender la cultura. La música, por ejemplo, no lo hace eso, confía en su receptor, en su criterio. El mundo es lo suficientemente grande para que haya gustos para todo, también para que un grupo de rock nórdico llene salas aquí. ¿Es necesario que desde el teatro cambiemos nuestro mensaje, nuestra manera de hacer, para llegar a la gente? ¿No hay suficiente gente como para que les guste lo que hacemos?
Una vez hicimos un bolo del Editto Bulgaro que coincidía con un partido importante de Liga y nos alertaron de que no vendría nadie, y dijimos que lo haríamos igual: ¿no hay suficiente gente para las dos cosas? ¡Sólo que venga un 0,03% de barceloneses ya llenaremos la sala! No queremos hacer un teatro que llegue a todos, porque es imposible, pero sí creemos que podemos llegar a mucha gente. Como creadores de teatro, no nos podemos olvidar ni del receptor ni de la comunidad donde hacemos teatro, por muy interesante que sea el proceso de creación del espectáculo, no podemos olvidar para quien los hacemos.
Julia Truyol se quejaba en un tuit que estaba cansada que consideraran La Calòrica, desde la prensa, como una compañía joven, de nueva creación. Hace 10 años que está haciendo espectáculos, pase ya de la treintena de edad… ¿hemos confundido el término juventud con precariedad?
Yo antes me enfadaba mucho con esto, y ahora ya no le doy más importancia. Nos parece casi una batalla perdida. Julia en el tuit también hablaba del tapón generacional. Y La Calòrica también somos tapón generacional, aunque nos consideren jóvenes. Estamos ocupando espacios como El Cicló del Tantarantana que quizás ya no deberíamos haber ocupado, quizá lo deberían ocupar gente mucho más joven que nosotros, de veinte y pocos. El problema es la precariedad, efectivamente, la pésima distribución de los recursos en el sector teatral.
En los 70 y 80, compañías como Dagoll Dagom, los fundadores del Teatro Lliure o La Cubana llegaron al éxito mediático y económico con… sólo 30 años. Y eso ahora es mucho más difícil que pase.
Tengo la sensación de que cuesta mucho más. No sólo nos pasa a nosotros. La Virgueria, La Ruta 40, Els Pirates, los Prisamata … muchas compañías que hace muchos años que vamos. No es que queramos hacer salas grandes, no es eso, queremos poder hacer obras con el presupuesto que requieren, que cuestan. Queremos cobrar por nuestro trabajo, cubrir nuestros gastos: no sólo nuestros, los del espectáculo. Si un espectáculo vale 20.000 €, no puede ser que no los tengamos y nos hayamos de gastar 2.000 €. No quiero gastarme 200.000 €, quiero poder pagar a todos y ya está.
Pero las compañías que mencionábamos, o T de Teatre, o Krampack, triunfaron también por la gran presencia que tenían en televisión, con series de creación como Jet Lag, Plats Bruts… Tú, como dramaturgo, has creado Mai neva a ciutat, una serie de IB3 que también se ha emitido en TV3, pero no tiene la misma repercusión que entonces.
A ver, nosotros como La Calòrica creemos que el teatro es nuestro espacio, ¡pero claro que nos gustaría hacer grandes proyectos para la tele! El proyecto de Mai neva a ciutat es una maravilla, y ha sido como el retorno de la ficción balear gracias a una nueva dirección en IB3, y ha funcionado muy bien. Ahora bien, los presupuestos actuales para hacer ficción son absolutamente ridículos, la serie que hacemos debería haber costado 5 veces más de lo que nos ha costado. Y no es culpa de IB3, es que las telas ahora tienen presupuestos muy bajos. Y los teatros, también. Los trabajadores del sector cultural no cobran lo que deberían cobrar. Cualquier teatro público francés tiene un presupuesto 10 veces superior al del TNC. Por eso me molesta mucho cuando se critica al teatro catalán por haber perdido su vocación de servicio público. ¿Cómo va a tenerla, si no tenemos dinero? ¡Estamos haciendo lo que podemos! No es nada fácil. Nosotros mismos, como compañía, a veces tenemos que bajar de intensidad a la hora de crear porque necesitamos trabajar en otras cosas… para poder vivir.
Temáticamente esta precariedad también es la que te mueve a la hora de crear espectáculos, pero. Es un círculo vicioso. Y hace que, tal vez, La Calòrica conecte sobre todo con la generación joven, la eterna precaria.
Es un debate que tenemos constantemente. 10 días antes de cada estreno pensamos Israel y yo: esto a la gente que no es de nuestra generación, ¿qué? ¿Les gustará? Hasta que vimos gente de otra generación viendo Fairfly, estuvimos súper pendientes de su reacción y vimos que les gustó. Porque la sensación generacional, más allá de las particularidades de cada tiempo, es universal. La generación de nuestros padres entiende nuestra situación, pueden empatizar con nosotros.
Hace mucho tiempo que se dice aquello de «tu generación será la primera en la historia que vivirá peor que la de sus padres». Para mí, la prueba irrefutable de que el sistema capitalista, que se basa en el crecimiento permanente, ha fracasado, porque ha parado el crecimiento, porque ya no puede crecer más.
Volviendo a Els Ocells, hemos hablado de ello en el espectáculo. El capitalismo es malvado y egoísta, pero también es un sistema cutre. No es tan buena idea. Construir casas en las nubes no es una buena idea, acabarán cayendo. Y es lo que está pasando en todas partes. Pisteter, el protagonista de Els Ocells, no es un genio malvado, es un cutre. No es una bestia terrible, es un pijo que se piensa que entiende el mundo, y que la caga. La crisis no la han provocado las clases populares, la han provocado una serie de gente que ha tomado malas decisiones. Pero les protege la pasta y el poder, y porque viven al límite como si ellos y el planeta tuvieran que morir mañana, y les importa una mierda destrozarlo todo. ¿Qué le importa a Donald Trump destrozar la economía estadounidense, mientras la suya siga creciendo? ¡Si cuando Estados Unidos y el mundo descubran las nefastas consecuencias de su gestión, él probablemente ya se habrá muerto! Es el «para lo que me queda en el convento, me cago dentro» hecho sistema económico. Y esto también tiene muchas repercusiones a nivel medioambiental, y es el próximo gran debate que tendremos que afrontar.
Pero son los ingredientes que nos permiten hacer comedia, y teatro.
Sí. Te agradezco que no me hayas preguntado: «¿qué solución nos planteáis para resolver el conflicto que vivimos en el mundo?», Me lo preguntan todos los periodistas. Con nuestros espectáculos no pretendemos dar respuestas, ni siquiera planteamos ninguna pregunta. Con Els Ocells simplemente mostramos, con su máxima crudeza, los mecanismos que utiliza el poder para controlarnos.
Teatro documental.
Sí, muy básico, con unos personajes vestidos de pájaros, para que veas lo cutre que es el populismo liberal. Cuando Pisteter dice aquello de «yo no veo gaviotas ni veo palomas, sólo veo pájaros», queremos que conectes con cuando lo hace uno de nuestros políticos, y entiendas el populismo de una forma muy sencilla. Es lo que hemos venido a hacer con este espectáculo.