Per Iván F. Mula / @ivanfmula
Actor, monologuista y profesor de stand-up, Gabriel Cordoba lleva 16 años dedicándose al mundo de la comedia. Después de pasar por el Teatre del Raval, vuelve con su renovado espectáculo Superstar, esta vez, en la Sala Ars. En el show, cuenta el salto de un chico de pueblo a la gran ciudad desde la perspectiva de un cómico abiertamente gay, cosa que, todavía hoy, continúa siendo una rareza en el género y un instrumento de cambio social.
GABRIEL CÓRDOBA: Ser gay y monologuista no es un problema. El problema es decirlo encima de un escenario. Antes que yo, en España había otros cómicos gais pero jugaban a la ambigüedad o directamente se hacían pasar por heterosexuales. Yo fui el primer cómico de stand-up abiertamente gay en España y el primero en grabar su monólogo para Comedy Central. Además, jugaba con la pluma y con la idea de lo evidente que era. Después, lo hicieron también otros compañeros. Incluso algunos que ya hacían comedia antes que yo, salieron del armario en sus espectáculos después de verme a mí.
En aquella época, además, debía ser más complicado que ahora…
Sí, mucho más. En el sentido de que, socialmente, no estaba tan aceptado. La gente no estaba acostumbrada a ver monólogos y mucho menos monologuistas gais. Actuar por los pueblos de España fue duro pero muy aleccionador. Y aprendí muchísimo. Sobre todo de qué es lo que la gente asume como gracioso y qué es lo que asume como indignante. A veces, el público se indignaba de que un gay lo dijera de esa manera encima de un escenario. Otras, les parecía divertido.
También fuiste el primer cómico abiertamente gay en grabar un monólogo en Comedy Central…
Fue una experiencia maravillosa porque me trataron muy bien, desde el principio hasta el final. No soy yo quien debería decirlo pero imagino que eso también ha abierto el camino a otros cómicos homosexuales que han decidido decirlo abiertamente. Lo que me extrañó mucho es que Comedy Central tardara 11 años en dar ese paso.
¿Por qué hay tan pocas mujeres y minorías haciendo monólogos de stand-up?
Hay pocas mujeres en la comedia famosas pero hay muchas más mujeres de lo que la gente cree. Si te vas a un micro abierto ahora o miras en mi academia el número de alumnas que hay, son casi paridad. El problema no es que no haya mujeres cómicas que lo están intentando: el problema es que este negocio está gestionado aún por hombres que llevan 20 años haciéndolo y no están muy abiertos a dar la oportunidad a que una mujer cómica se abra camino. No es ausencia de talento ni ausencia de ganas: es un heteropatriarcado que nos marca en este país a todos los niveles, incluido el de la comedia. Y eso se aplica también a todas las minorías.
¿Hay homofobia en el mundo de la comedia?
Hay homofobia en España y, por lo tanto, también en la comedia. Yo llevo 16 años diciendo que soy gay encima de los escenarios y la homofobia sigue estando ahí. Lo que pasa es que ha cambiado de forma, no de contenido. Es decir, antes me gritaban “maricón” desde el fondo de un bar porque estaba socialmente permitido. Ahora no. Pero, por redes sociales, me lo dicen igual. O me mandan un mensaje para decirme que lo de ser gay está bien, es completamente respetable, pero que por qué lo digo públicamente, que me lo podía ahorrar. Que, al fin y al cabo, forma parte de mi privacidad. Esto me recuerda mucho al discurso de que se casen pero que no lo llamen matrimonio o que en su cama hagan lo que quieran pero que no se manifiesten el día del Orgullo. O que quitemos las banderas LGTBI de los ayuntamientos.
¿Qué nos cuenta Superstar?
Superstar habla de mí a través de la comedia. De mi vida, de mi adolescencia. De cómo llegué a Barcelona. Y de cómo, de alguna manera, la vida tiene formas extrañas de concederte lo que deseas. Porque la vida que tengo ahora como cómico o como actor se parece mucho a lo que yo soñaba cuando estaba en un pueblo de Murcia. Aunque no es exactamente lo que yo quería. Es como una versión alternativa de mi felicidad. Me gusta contarlo así.
¿Por qué se titula así?
Porque es lo que sueña mi alter ego. Yo soy Gabi en la vida diaria y luego está Gabriel Córdoba. Y Gabriel Córdoba tiene ese toque de querer ser una gran diva de los escenarios. Y está muy cerca de serlo, sin llegar a ponerse lentejuelas, boas ni maquillaje. Está más cerca del cómico estilo showman o de una cabaretera que de la imagen de stand-up puro americano. Aunque, al final, lo que acabo haciendo es stand-up puro americano.
¿Cómo pasaste de ser actor a monologuista?
Es lo que me han preguntado más veces en mi vida. No lo sé, sinceramente. Yo siempre digo que las cosas buenas que me han pasado en la vida, me han elegido a mí. Yo no elegí ser cómico de stand-up, me lo propusieron. Yo hacía monólogos cómicos teatrales y me presenté a un concurso porque conocía a la camarera del bar que lo organizaba. Y lo gané. Entonces, un representante del jurado me ofreció una actuación y me pagaron por una sola noche lo que yo tardaba en ganar en teatro tres meses. Así que me pareció que podía alternar el teatro con el stand-up para costearme los cursos de interpretación y las obras que quería montar. Y después me enamoré completamente de la disciplina del stand-up. Ahora me considero casi mucho más cómico que actor.
¿Qué diferencia hay entre actuar en un bar y en un teatro?
Actuar en un teatro me da la oportunidad de hacer cosas que no puedo hacer en bares. Por ejemplo, utilizar vídeos, cantar canciones, hacer un karaoke con el público, que la gente baile… Todo esto, en un bar, por cuestiones técnicas, casi nunca se puede hacer. En los bares, a veces no hay ni escenario y el público viene con otro interés más lúdico, más relacionado con tomarse una copa.
Tu academia de monólogos, Stand-up Academy Barcelona, lleva varios años formando a cómicos contigo como profesor. ¿Cómo ves a las nuevas generaciones?
Son la generación mejor preparada. Yo llevo once años dando clase. Antes, cuando preguntaba cuáles eran sus cómicos favoritos, como casi no había acceso al stand-up americano, me hablaban de Gila, Eugenio y otros artistas que hacían, en realidad, una disciplina de humor diferente. Los alumnos de hoy me hablan de Dave Chappelle o Joan Rivers. Saben perfectamente quiénes son George Carlin, Lenny Bruce, Amy Schumer o Louis C.K. Esto ya me hace comenzar con ellos desde un lugar bastante más avanzado. Por lo tanto, aprenden más rápido y yo trabajo con más libertad porque ellos saben muy bien lo que quieren.
¿Existen los límites del humor?
No. El límite está en el que escucha, no en el humor. La belleza está en el que mira. Vi en una película una frase que decía: “Si te lees Guerra y paz con catorce años y te la vuelves a leer otra vez con 40, te encontrarás dos libros completamente diferentes”. Lo mismo pasa con el humor. Yo puedo escuchar un chiste con catorce años sobre un chico gordo y sentir que me humilla porque estoy obeso y, pesando los mismos kilos, volver a escucharlo 20 después y reírme porque, a lo mejor, ya no estoy acomplejado y me doy cuenta de que está bien construido, es gracioso y me río. ¿Ha cambiado el chiste? No, he cambiado yo. No hay chistes ofensivos, hay gente que se ofende.
¿Crees que, actualmente, hay un exceso de corrección política?
Solo en las redes sociales de las que se hacen eco algunos medios de comunicación. Pero no en mi realidad. No en los bares en los que yo actúo. No en la comedia que yo voy a ver. Creo que la mayoría de gente que opina sobre comedia en Twitter jamás ha ido a ver un monólogo a un bar. Si vas a un bar o a un teatro a ver un monólogo de según qué cómicos en Barcelona o a un micro abierto, vas a ver que no hay ninguna corrección política. Ni debe haberla, según mi opinión. El stand-up no nació para ser políticamente correcto. Nació para justo lo contrario. Es un arma transformadora de la sociedad. A veces, no se puede transformar una sociedad siendo políticamente correcto. O sea que hay que ser políticamente incorrecto para que algo cambie para bien.
¿Por qué debería venir la gente a ver Superstar?
Porque es una hora y cuarto de diversión, de buen rollo, de buena energía, de risas y canciones divertidas. No es un concierto ni un musical. Uso la música para hacer que la gente ría. Y si, además, se pueden llevar algo que hable también de la sociedad y que les haga un poco pensar o recapacitar o incluso ver las cosas desde otro punto de vista, eso que nos llevamos todos. Aun así, elijas el nivel que quieras de profundidad del espectáculo, la diversión está asegurada.