Enric Cambray (Barcelona, 1988) es un culo de Jaumet. Es uno de los pocos actores que tanto puede dirigirte un gran musical, como protagonizar un espectáculo (solo esta primera media temporada haceHamlet 2.0, Les dones sàvies, A Macbeth’s song i El petit príncep), cómo producir una gala o un programa de televisión (ahora, La turra). Y todo ello con un entusiasmo y una alegría pegadizos. Hablamos en una pausa de los ensayos de El dia de la marmota, el musical Nostromo que quiere dar la campanada estas Navidades, del 23 de diciembre al 2 de febrero en el Teatre Coliseum. El equipo que había detrás de espectáculos como La jaula de las locas y Cantando bajo la lluvia, con Roc Bernadí y Diana Roig de intérpretes, encara su primer gran formato en catalán.
Teatro Barcelona: La baja de Àngel Llàcer ha provocado que te arrojes a la dirección de El dia de la marmota junto a Manu Guix. ¿Cómo lo vives?
Enric Cambray: Me hubiera gustado que no fuera por ese motivo, porque significa que mi amigo lo ha pasado mal, pero es un camino natural. Es muy complicado hacer musicales de gran formato, pero yo vengo entrenado. Hacía años que Ángel ya no me cogía de actor porque quería que estuviera a su lado en la dirección, primero en los programas La puntual y El llop, y después en El temps i els Conway y The producers. Y me encuentro a gusto, dirigiendo. He encontrado mi sitio.
¿Cómo es Enric director?
Ya había dirigido Pegados, L’èxit de la temporada, dos galas de los Goya, tres de los Gaudí… Y en estos grandes formatos, lo que intento es hacer algo muy horizontal, que todo el mundo tenga su espacio para expresarse creativamente, psicológicamente o anímicamente. Intento hacer mucho y mucho equipo: que todo el mundo sepa qué pasa todo el rato, qué explica el espectáculo, qué dirección coge, no me gusta que se hagan capillas.
¿Duermes bien o te hace tener pesadillas, la marmota?
Sueño con marmotas, pero no en el sentido negativo. Es verdad que el cerebro trabaja todo el rato. El otro día me llama Belbel y me dice: «¿Te lo estás pasando bien?» y no supe responder. Me di cuenta de que lo estoy pasando muy bien, está salido todo como habíamos previsto, pero no me doy el espacio de saborearlo, porque tengo el motor de trabajo, trabajo, trabajo… Ángel tiene algo muy más lúdica y aquí venimos superconcentrados y no desperdiciamos ningún minuto. Ahora me estoy forzando a sentir que estoy disfrutando.
¿Por qué elige El dia de la marmota? Es un musical de Tim Minchin y Danny Rubin que adapta la película Atrapado en el tiempo, que protagonizaron Bill Murray y Andie MacDowell en 1993, y que se ha hecho en el West End y en Broadway, pero no tenía ninguna versión en otros lenguas.
Es muy interesante que un espectáculo contemporáneo llegue por primera vez a Cataluña y, además, con el gran orgullo que nos hace este año poder decir que lo hacemos en catalán. Creo que conecta muy bien con lo que nos ocurre hoy, que a veces debemos poner una pausa, detenernos y decir: toda esa inercia que llevamos no es la vida. La vida son otras cosas, son tus hijos o mi huerto. Phil Connors es un tipo que va embalado, un chuleta, un narcisista con un ego desmedido al que no le gusta nada de lo que tiene alrededor y hay un manantial ex machina que le dice: te quedarás aquí parado hasta que aprendas que hay otra forma de mirar la vida. Esto, dentro de una comedia romántica, dentro de un musical, llega un momento que te pega un puñetazo. Hombre, no es Glengarry Glen Ross, pero sí te abre los ojos a las pequeñas cosas de la vida.
Pues yo creo que han mejorado la película, porque la partitura nos acompaña primero hacia algo superdivertido y, después, de una humanidad que yo he visto en pocos musicales, de esos que te emocionan. Además, el personaje de Rita Hansom, que en una película de los 90 quedaba sólo como ‘la mujer de la película’ aquí es un personaje contemporáneo que desempeña un papel transformador.
¿Cómo suena, El dia de la marmota?
Hay referencias rock, pop, country, incluso hay un nuevo bolso. El mundo de Tim Minchin es el del musical Matilda. La clave es cómo hacer que una partitura sea repetitiva en el tiempo sin serlo. Realmente es una partitura espectacular pero infernal, todo va supercuadrado, son matemáticas.
Éste es el sexto musical de Nostromo y el primero en catalán, y es gracias a las ayudas públicas que se han diseñado específicamente para producir musicales de gran formato. ¿Crees que el catalán es un impedimento para llegar al gran público?
No, no lo comparto. Creo que, en el momento que estamos, la lengua no debería ser un hándicap. Creo que responde a decisiones económicas de una producción privada que tiene muchos riesgos y una inversión de 3 millones de euros. Y compararlo con Mar i cel es una trampa porque es un fenómeno histórico, concreto y fantástico, pero es único.
Ahora que se despide Mar i cel, ¿crees que hay un sello propio del teatro musical en catalán?
No hay uno, hay muchos y es la grandeza del teatro catalán, que se haga Alma, Ànima, L’alegria que passa, Pares normals, EGOS Teatre… Quizás nos faltaría un teatro musical que contara cosas que nos toquen más a nosotros. Hay mucho repertorio que debería recuperarse y revisitarse de una manera contemporánea. Yo creo que algo que debemos hacer nuestra generación, ahora que ya empezamos a empujar fuerte, es empezar a celebrar las cosas que ocurren.
¿Por qué lo dices?
Yo empecé en el teatro profesional con 14 años, así que llevo 22, y lo que más he oído son envidias, recelos y trifulcas hacia lo que hace el otro, en vez de celebrarlo. Y me da rabia compararlo con Madrid, pero en Madrid se celebran las cosas cuando ocurren. Debemos entrar en una fase de celebración y entusiasmo. Y también de crítica pero constructiva, no destructiva. Pero aquí ya empezamos a destruirnos antes de empezar a construir y nunca acabamos de construir nada. Entusiasmémonos por el trabajo de los demás. ¡Celebrémonos!, porque todos sabemos cómo cuesta levantar algo, en el Maldá o en el Coliseum. ¿Haremos cosas que serán una mierda? Sí. ¿Haremos cosas que serán un éxito? También. Pero de entrada no tengamos esta nariz fruncida a la hora de ponernos delante de las cosas.
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