Emma Vilarasau y Sergi Belbel hacen la cima

Mercè Rubià

Belbel y Vilarassau ya son casi una pareja de hecho teatral. Tras el éxito de Barcelona en el Teatre Nacional y Els dies feliços en el Lliure, ahora llevan Fedra en el Teatro Romea, «la cima» del teatro francés.

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Fedra, según la mitología griega, era hija de Minos y Pasifae y esposa del rey de Atenas, Teseo, con quien tuvo dos hijos: Acamante y Demofonte. Su amor, sin embargo, era para el hijastro: Hipólito. Un joven que detestaba las mujeres y que, en rechazar los favores de la madrastra, desencadenó una espiral de rabia, remordimientos y desesperación que acabó con la vida de ambos. Si Eurípides contó la historia desde el punto de vista de Hipólito, como tituló su obra, Jean Racine, dio el protagonismo a Fedra. «La obra habla de deseo ilícito, de lo prohibido. Un deseo que cuanto más se prohíbe más aumenta «explica el director, Sergi Belbel, «pero también de la culpa«, añade la protagonista, Emma Vilarasau. «Cuando la culpa se apodera de ti no te puedes desprender, te destroza, te hunde en un pozo de donde no puedes salir por ti mismo». Fedra, dice la actriz, tiene este sentimiento de culpa sin ni siquiera haber actuado, porque su deseo hacia Teseo nunca ha pasado del deseo a la acción. Un clásico de «gran aspecto universal, sin tiempo ni espacio«, que enfrenta el amor y la castidad en una disputa trágica.

La devoción de Belbel por este texto de versos alejandrinos es absoluta. Con 22 años traducirlo y dirigirlo por primera vez en el Aula de Teatro de la Universitat Autònoma, entonces con Laura Conejero al papel de Enona. «Fedra es un monumento teatral en la palabra, en verso. Sólo tiene una acotación: Fedra se sienta‘. El espacio, el vestuario, todo lo crea la propia palabra «, dice el director y traductor. «Racine llegó a la cima de su escritura con Fedra, después ya no escribió más!». La iniciativa de llevarla al Romea, sin embargo, fue de Vilarasau, que después de recitar un fragmento en francés en la obra Barcelona quedó cautivada por el texto. «Normalmente cuando me pongo en la piel de un personaje, cuando el preparo, primero van los sentimientos, y de ahí la palabra. A Fedra es a la inversa, son las palabras las que te llevan hacia el sentimiento». En un momento como el actual en el que cada vez se utilizan menos palabras y «la palabra está desprestigiada«, dice la actriz, «es un gozo hacer una obra como esta, con un uso de la lengua de esta riqueza«.

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NO ES UNA OBRA (SOLO) PARA UNA DIVA
«Quien se crea que puede montar una Fedra sólo con una gran actriz, una diva, y que el resto de actores sean una mera comparsa, se equivoca», sentenciaba Belbel. «Esta es una obra coral que necesita de varias columnas que la sostienen«. Esas columnas son Xavier Ripoll en el papel de Hipòlit, Jordi Banacolocha en el paper de Teràmenes, l’Enona Mercè Sampietro, el semidiós Teseu Lluís Soler, la Ismene y Panopa Gemma Martínez i Queralt Casasayas, que interpreta Arícia. Los acompaña una escenografía imponente de Max Glaenzel que, partiendo de las primeras palabras de la obra, «el sol me deslumbra«, transporta a los espectadores a un terreno árido, como si fuera casi un desierto donde se encuentran todos los elementos : tierra, agua, fuego y si finalmente la técnica lo permite, aire. El gran protagonista es el Sol, abuelo de Fedra y presente en todas las escenas.

LOS VAQUEROS, AL TERCER MONTAJE
«Si hablan en verso, por qué en vaqueros?» responde Belbel cuando le preguntan si ha trabajado alguna manera de hacer la obra más cercana al público contemporáneo. «Nos perdemos en la modernidad y olvidemos la esencia«, asegura convencido de que para poder hacer una versión más moderna de los clásicos, habría que haberlos visto antes unas quanta veces y que estuvieran presentes siempre en la cartelera embargo, a diferencia de otros países, aquí no pasa.

Texto: Mercè Rubià / Fotografías: David Ruano / Vídeo: Albert Ibáñez

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Periodista. Teatrera. Enamorándome de la danza y del circo. Advertencia: Si la mayoría de mis recomendaciones tienen muchos aplausos no es por falta de criterio (que quizá también), si no porque prefiero hablar de las obras que me gustan. Muy lejos de querer hacer (o ser) crítica.

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