'Doña Francisquita' en el Liceu

Redacció

Per Gerard Guerra i Ribó / @Gerard__GR

A menudo hablar de ópera resulta un poco estraño, sorprendente o desazonador para las personas que no conocen (mucho) el género. A diferencia del teatro (en todas sus manifestaciones), la ópera (¡que también es teatro!) suele tener una película como de cosa incomprensible, difícil o incluso inaccessible. Como todos los tópicos, tienen una parte de razón pero también otra de mentira. Y desde estas líneas espero que a partir de hoy podré explicarme con suficiente claridad para que se vea que más allá de los tópicos, la ópera es una manifestación artística tan interesante y emocionante como cualquier otra. Solo es necesario tener ganas de descubrirla.

Pero, claro, si esta prevención o dificultad ya pasa con la ópera, si os hablo de zarzuela parece que la situación es aún más compleja. «¿Zarzuela? -diréis-. ¿Pero esto no es aquello que se escuchaba en la radio hace cincuenta años mientras nuestras abuelas zurcían o cocinaban?» Efectivamente, la zarzuela está muy integrada en el bagaje cultural de una determinada generación del país, sobre todo de clase popular, que durante muchos años tuvo este género como música de fondo de su vida cotidiana.

¿Qué es la zarzuela?

¿Y exactamente qué es la zarzuela? Aunque nació durante el Barroco vinculada al palacio de donde toma el nombre, la zarzuela moderna es un género de música dramática, como la ópera, pero se diferencia básicamente en tres aspectos. Primero, la clara intención de componer para un público popular. Segundo, y consecuencia del primero, la lengua de los libretos solía ser el castellano (¡o el catalán!), para que el público entendiera el argumento (porque, en cambio, las óperas suelen ser en italiano, alemán o francés). Y tercero, la ópera suele tener recitativos cantados y musicados, en cambio los de la zarzuela son hablados, como pasa en los «singspiel» alemanes (por ejemplo, La flauta mágica de Mozart) o las llamadas «opéra-comique» francesas (un género dramático que deriva de los vodeviles). En resumen, la zarzuela combina fragmentos hablados en que avanza la historia que se cuenta mediante el diàlogo (lo que se llama recitativo) con momentos de canto lírico en que un personaje (o un grupo de personajes, o el coro) expresa algunas emociones que se derivan del diálogo que se acaba de producir (igual que pasa en ópera, de hecho).

A nivel musical, la diferencia entre zarzuela y ópera es, grosso modo, muy poca, puesto que ambos buscan la excelencia musical y temática. Aún así, dentro de la zarzuela del siglo XIX y XX se suele distinguir dos categorias: el llamado «género chico» y, por oposición, el «género grande». La primera categoria, nacida en un contexto de dificultades económicas, suele ser una obra más bien reducida por lo que hace a cantantes y músicos, y tiende a tratar temas costumbristas o cotidianos con la clara voluntad de entretener, además de tener una durada más breve, cosa que pemitía que el público pagara una entrada más barata. El «género grande», en cambio, suele ser más largo y aspira a tratar temas de más trascendencia, aunque no siempre. Y de entre los títulos más destacados de esta segunda categoria está Doña Francisquita, una zarzuela compuesta por Amadeu Vives (1871-1932) y estrenada el octubre del 1923 primero al Teatro Apolo de Madrid y dos meses más tarde al Teatre Tívoli de Barcelona, en ambos casos con mucho éxito.

El argumento de ‘Doña Francisquita’

Doña Francisquita es considerada una de las zarzuelas más importantes. El libreto fue hecho a cuatro manos entre el dramaturgo asturiano Federico Romero y el escritor madrileño Guillermo Fernández-Shaw. El argumento, que está basado en la comedia La discreta enamorada, escrita por Lope de Vega en 1604, cuenta la historia de los inicios amorosos entre Fernando y Francisquita. Fernando es un estudiante que flirtea con Aurora, una actriz cómica orgullosa y frívola, hasta que un dia conoce a Francisquita, con quien rápidamente tiene muy buena conexión. Pero resulta que Matias, el padre de Fernando, quiere casarse con la misma chica, cosa que complica la situación para su hijo. Animado por su amigo Cardona, Fernando se declara a Francisquita antes que lo haga su padre, que, estupefacto, acaba optando por Aurora. Finalmente, y después de unos cuantos líos propios de las comedias de costumbres con aire de vodevil, Fernando y Francisquita se convertiran en pareja y Matias se quedará más solo que la una, porque será Cardona quien tendrá una cita con Aurora.

En esta obra se nos presenta un retrato del Madrid romántico de una forma poética, acolorida y con mucha vivacidad, motivo por el cual también se suele considerar una ópera cómica de gran calidad. Musicalmente, Vives consiguió crear una partitura en que el ánimo popular del Madrid de 1840 luce en todo su esplendor, con números musicales muy populares y conocidos por el público, como la «Canción del ruiseñor», una pieza típica del repertorio de soprano ligera, o la romanza para el tenor «Por el humo se sabe donde está el fuego».

Para acabar, quizá conviene decir que la producción que presenta el Liceu, dirigida por Lluís Pasqual, quiere ser atemporal y moderna, algo que, aunque traiciona el libreto original, puede ser un gran aliciente de esta producción que, además, está capitaneada por dos cantantes especializados en este tipo de obras líricas, el tenor Celso Albelo y la soprano María José Moreno. Sin duda, es una de las mejores ocasiones para descubrir el género.

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