'Diumenge', surrealismo brossiano en La Seca

Redacció

Abel Folk, Àngels Bassas y Àlex Casanovas protagonizan Diumenge, una obra surrealista de Joan Brossa ambientada en los años 60 y dirigida por Hermann Bonnin. El espectáculo se podrá ver en La Seca Espai Brossa del 19 de abril al 21 de mayo y forma parte del epicentro Brossa.

Tres personajes, un matrimonio y un amigo, protagonizan una pequeña historia de una burguesía enriquecida que veranea en la Costa Brava durante los años 60. «Es un sainete cotidiano, lo que pasa en todas las familias, pero con la mirada de Brossa. Como ocurre en todas sus obras, es una historia sintetizada y muy sencilla. Lo más interesante es su mundo subterráneo, el submundo brossiano «, explica Hermann Bonnín, que dirige esta producción de La Seca-Espai Brossa, un espacio que celebra su 20 aniversario dedicado a la recuperación de la obra del poeta, artista visual y dramaturgo catalán.

«Si tuviera que elegir un equivalente pictórico de la obra, sería un cuadro de Magritte». El pintor belga y Brossa comparten, según el director, «la construcción y deconstrucción de la palabra».Bonnín, que ha apostado por una puesta en escena prácticamente desnuda y los espectadores junto a los actores, explica que la obra se traslada «en los cines de barrio, la radio, las primeras televisiones en blanco y negro y los noticiarios, los No- dos, en los que la presencia de Franco era una constante inaugurando pantanos, desfilando bajo palio en las procesiones del Corpus seguido de los cardenales y obispos del momento «.

Escrita en 1964, Brossa muestra la vida de una pareja de clase media, protagonizada por Àngels Bassas y Àlex Casanovas, que siempre están como perro y gato pero que «no pueden vivir el uno sin el otro». El tercero en discordia es un amigo, Abel Folk, que los visita cada domingo y se convierte en su «válvula de escape». «Ella es vital, alegre y siempre quisiera ir a bailar, pero en cambio hay que acabar quedando en casa con ellos dos», explica Bassas, que asegura que el suyo es un papel «muy entrañable».

Con lo que coinciden los tres actores es que no se trata de un texto fácil. «La primera vez que lo leí, no entendí absolutamente nada», reconoce Casanovas, pero coincide con Folk que «a Brossa no se trata tan entenderlo como contemplar las situaciones, los instantes de vida de sus personajes«. Y es que, tal y como recuerda Bonnín, «Brossa decía que no escribía teatro, sino que, en todo caso, hacía poesía escénica». Sus obras, pues, «se han de leer y entender desde la aceptación que se trata de un mundo surrealista». «Era un admirador de Ionesco, del humor a contracorriente -sigue el director-. Las obras de Brossa nunca cogen grandes hechos trascendentes, hablan de gente sencilla, de lo cotidiano». Por Vicenç Altaió, presidente de la Fundación Brossa, estamos ante lo que era «un creador brillante» que no sólo cogía la realidad y le daba la vuelta, sino que además trabajaba «a favor del teatro pobre y atacaba el fundamento de la realidad estética del momento».

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