Per Iván F. Mula / @ivanfmula
Actriz y coach actoral, recientemente, se ha dado a conocer dentro del sector teatral también como dramaturga y directora. Su primera obra fue Refraccions, estrenada en la Sala Flyhard en 2017, y ahora nos presenta Interiors, un espectáculo que se puede ver en la Sala Atrium después de haber hecho temporada en La Gleva Teatre.
CONCHA MILLA: Pasar de ser actriz a directora y dramaturga, en mi caso, fue una transición natural. De repente, sentí la necesidad de empezar a escribir. Hacía mucho tiempo que había empezado el texto de Refraccions cuando, finalmente, me vino el impulso de acabar de desarrollarlo. Entonces, me puse y resultó muy fácil y agradable. Disfruté tanto todo el proceso de investigación, documentación y escritura que, después, hacer Interiors me pareció un paso lógico.
¿Cómo te sentiste en tu primera experiencia como directora?
Muy bien. Estaba en una época en la que tenía ganas de alejarme del rol de actriz y empezar a investigar otras cosas. Fue muy agradable hacer de directora. Trabajaba con gente de confianza y fue muy fácil. No sabía que me gustaba dirigir hasta que no me puse… pero el caso es que he descubierto que dirigir me gusta más que actuar. Siempre te da miedo tanto escribir como presentar una obra, como dirigirla. Es una gran responsabilidad. Además, en un terreno que no es el mío. Yo no soy dramaturga, me he puesto a escribir. Por suerte, mis amigos dramaturgos siempre me dan buenos consejos.
¿Cuál es el origen de Interiors?
Interiors nace de una época de mi vida en la cual, por motivos de salud, yo tenía que pasar mucho tiempo en casa. Para mí, la pareja es donde el individuo se desnuda y se descubre. Por lo tanto, reflexionar sobre la pareja fue una manera de reflexionar sobre mí misma. Cada individuo, dependiendo de la persona con la que está, se comporta de una manera u otra, porque las químicas son diferentes. Y también dependiendo de en qué momento de tu vida estás, te acompaña una pareja u otra. El caso es que reflexionar sobre la pareja, en aquel momento, me dio mucha paz. Y creo que la obra refleja también este estado de ánimo. Es una obra tranquila porque, entonces, yo necesitaba calma y silencio.
La obra recuerda mucho al cine de Woody Allen…
Sí porque es un homenaje a sus películas, especialmente, a sus dramas inspirados en Bergman de los años 70 y 80. Me gusta mucho Woody Allen. Me parece un genio absoluto. Me fascina cómo construye las historias y los personajes, en general, pero, sobre todo, las mujeres. Sus personajes femeninos son maravillosos. No me canso de verlas porque siempre descubro cosas nuevas en ellas y aprendo. Otra influencia sería la Nouvelle vague y, en concreto, Eric Rhomer, otro de mis cineastas preferidos.
Como mujer y creadora influenciada por la obra de Woody Allen, ¿cómo has vivido toda la polémica alrededor de su figura, después de que volvieran a la luz unas antiguas acusaciones de abusos sexuales por parte de su hija adoptiva?
Yo separo mucho la persona del creador o del artista. No dejaré de amar la obra de Woody Allen por más que Woody Allen haya sido acusado de cosas que, por otro lado, nunca han sido demostradas. Yo no tengo ningún tipo de conflicto, en ese sentido. Creo que esto de ir del blanco al negro, conmigo o contra mí, es una cosa muy de los americanos. Y pienso que es peligroso porque cargarte todo lo que ha hecho una persona por acusaciones no demostradas es un error.
El montaje ha tenido que cambiar parte del reparto en esta segunda temporada: Sergio Matamala y tú misma sustituis a José Pedro García Balada y Muguet Franc. ¿Cómo han afectado este cambio?
Cuando cambian los actores, cambia la obra. Y esto hace que las relaciones cambien. Mínimamente pero se nota. Y esto es muy bonito porque cada actor le aporta una cosa nueva al personaje. Por otro lado, yo ahora también participo como actriz y es lo que más me ha costado. Estar dentro y fuera. Ha sido por necesidad. Era la solución más práctica, dadas las circunstancias. Pero me ha resultado agotador, actuar y tener la cabeza como directora. Admiro mucho a la gente que lo hace.
La obra muestra personajes de diferentes edades. ¿Crees que la manera de entender las relaciones de pareja está cambiando en las nuevas generaciones?
Creo que hay una parte de las nuevas generaciones que sí entienden las relaciones de pareja de manera diferente. Siempre hay un sector que continúa siendo muy conservador. Pero pienso que, en general, ahora es todo mucho más fácil. Es una generación mucho más feminista. A nosotros nos dan lecciones, en este sentido. Tanto los chicos como las chicas. A nosotros, cuando vemos una mujer con un chico joven, todavía nos sorprende. En cambio, a ellos no.
Otro espectáculo que estás preparando es un monólogo que se estrenará en marzo en La Gleva Teatre y lleva por título Estigmes. ¿Qué nos puedes avanzar de este proyecto?
Estigmes es un proyecto que nace de mi necesidad de reflexionar sobre la infertilidad y la esterilidad femenina. Es un tema que me ha pasado a mí personalmente. Yo he estado muchos años queriéndome quedar embarazada y no podía. Entonces, como otras muchas mujeres, acudí a centros de fecundación in vitro. Hice varias fecundaciones pero no dieron resultado. Todo el proceso es muy desgastador y doloroso a todos los niveles. Y necesitaba hablar de esto para dar voz a todas las mujeres que han pasado por lo mismo. La gente no habla de ello y quería romper ese tabú.
¿Ha sido un proceso creativo doloroso o liberador?
Ha sido un proceso doloroso. Durante la escritura del texto, he llorado mucho. Y en los ensayos. Sobre todo, cuando me estaba aprendiendo el texto. Pero es verdad que, ahora que estamos en los últimos ensayos, he entrado en una fase de liberación. Ahora empiezo a tener la sensación de que ya no soy yo, que estoy hablando de otra persona. Que no me ha pasado a mí. Este momento es muy catártico.
El director del monólogo es Francesc Cuéllar. ¿Cómo ha sido trabajar bajo su dirección?
Inicialmente, estaba buscando que lo dirigiera una mujer porque es un tema muy femenino y muy íntimo. Pero el problema es que a las directoras que encontré no las conocía personalmente. Y yo necesitaba crear un vínculo personal y de confianza con el director o directora porque necesitaba abrirme totalmente. Y se lo ofrecí a Fran. Con él, yo trabajo muy a gusto. Me gusta mucho lo que hace y es muy diferente a mí. Y esto también me gusta. Yo soy muy clásica y buscaba alguien más punky. Además, tiene una sensibilidad femenina increíblemente desarrollada. En ese sentido, Fran lo tiene todo. Pensé que nos entenderíamos muy bien y así ha sido.
Poco a poco, cada vez vemos más montajes de directoras y dramaturgas en la escena catalana. ¿Qué te parece este aumento de la presencia femenina?
Fenomenal. Todavía queda mucho terreno por recorrer pero ya era hora. Finalmente, se está hablando de las cosas que nos pasan a las mujeres. Hasta ahora, parecía que no existiéramos en este mundo. Desde Gemma Brió con Llibert a Una gossa en un descampat de la Claudia Cedó. Se trata de mujeres a las que nos están pasando cosas y necesitamos explicarlas. Estamos aquí. Formamos parte de esta sociedad. Somos más de la mitad de la población mundial y tenemos que tener voz y poder crear y poder enseñar lo que nos pasa. Porque lo que nos pasa a nosotras a los hombres también les sirve para entenderse a ellos mismos. Como a nosotras nos sirve lo que le pasa a un hombre. En este sentido, es un camino de ida y vuelta.
¿Crees que hay historias esencialmente femeninas?
Lo que creo es que un hombre no podría escribir nunca Una gossa en un descampat. Es imposible. Porque no lo ha vivido. Es como mi monólogo. Un hombre no lo podría escribir porque es lo que me ha pasado a mí como mujer. La voz de la mujer es necesaria en esta sociedad. Son muchos siglos de callar, de que no nos hagan caso y todavía tenemos que demostrar que somos mil veces mejores que un hombre que sea más mediocre para poder acceder a sus mismas oportunidades. Una sociedad que tiene la mitad de su población callada, se está pudriendo. No es una sociedad sana.