Carlos Hipólito protagoniza en el Teatro Romea el espectáculo Burro, una obra que invita al espectador a hacer un viaje tragicómico, divertido, tierno, poético y profundo, y explorar los grandes textos clásicos sobre el burro y la intensa relación entre el animal y el ser humano. La pieza se podrá ver a partir del 8 de mayo en el Teatro Romea.
«Tengo un animal totémico de toda la vida que es el burro. Siempre había tenido una relación de amor extraña con los burros, de aquellos amores tan bestias que solo puedes comparar con el amor a un hijo, hermano o padre. Un día estábamos de gira con Cervantina, de Ron Lalá, y fuimos a la casa natal de Juan Ramón Jiménez en Moguer y nos regalaron un ejemplar de Platero y yo. Me fui al hotel y no pude dormir de leerlo y llorar. Y me dije: aquí me pasa algo. Ni siquiera mi psicólogo llegaba a explicarme por qué era tan totémico para mí este animal».
Con esta confesión, el dramaturgo Álvaro Tato hace una declaración de intenciones sobre la verdadera razón que lo ha llevado a crear un espectáculo dedicado al burro. No fue hasta que comenzó a crear esta dramaturgia que comenzó a descubrir el vínculo con este animal. «Lo he descubierto hablando sobre él, he necesitado dedicarle un espectáculo para darme cuenta de que los asnos, los rucos, los burros, somos nosotros: el ser humano es el ruc», declara el dramaturgo.
El burro, el animal más presente en la literatura y cultura populares
Burro es una obra de nueva creación, inspirada en numerosas referencias literarias y también populares en torno a la figura del burro. La literatura burresca es muy amplia, pero mucho más limitada que si se quiere abordar un clásico de Lope, Calderón o Cervantes, por ejemplo. «Lo maravilloso para mí con el burro fue darme cuenta de que hay mucho material, pero no tanto. Conocemos al animal, hay muchos tratados científicos sobre él muy antiguos y muy interesantes, pero desde el punto de vista literario hemos hecho un gran y fascinante descubrimiento. Esta es, sin duda, la gran carta literaria del espectáculo», afirma Tato.
El público emprenderá un viaje muy revelador desde el punto de vista de la dramaturgia al encontrarse con grandes textos e historias de conocimiento popular y, sobre todo, al descubrir piezas literarias que no son muy conocidas. «Al sumergirme en este montaje, me sorprendió conocer la cantidad de literatura que hay sobre asnos. Curiosamente para los humanos, el perro y el caballo serían los primeros animales de compañía en los que pensaríamos, o el gato. Pero, sin embargo, hay muchísimos más textos clásicos sobre asnos que sobre caballos, perros o gatos. Es muy curioso. No sabía que existían tantos», confiesa Carlos Hipólito.
Sin lugar a dudas, el espectáculo no deja de lado la obra española por antonomasia cuando hablamos de asnos: el montaje ofrece un bello homenaje a la inolvidable pieza poética escrita en prosa Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Tampoco faltan El asno de oro, de Apuleyo, y los grandes asnos de la literatura como el rucio de Sancho Panza o muchos que están presentes en las fábulas tradicionales. Quizás es menos conocida la notable presencia del burro en las fábulas antiguas; está presente en Esopo, Fedro y en el Panchatantra y, por supuesto, en las fábulas orientales. De la cultura medieval se conservan dos piezas fundamentales: El testamentum domini asini y La misa del asno medieval. Además, el burro también ha sido asociado con el carnaval, con el clown, con el bufón, tal como lo mostró Shakespeare en su Somni d’una nit d’estiu. Y, por supuesto, muchas expresiones coloquiales e incluso canciones infantiles tienen al burro como protagonista.
También es importante señalar que toda la cultura oral se ha nutrido muchísimo de la figura del burro, un animal que ha sido calificado con los adjetivos más extremos: el burro ha sido el lujurioso, el lascivo y el casto, pero también el tonto y el sabio; el imbécil y el astuto; la bondad absoluta y el mal.
Una historia sobre el ser humano
En una finca vacía, un burro atado a una estaca le explica su vida a su sombra mientras se acerca un incendio forestal. La música en directo y el teatro más puro acompañan a este burro sin nombre, de 6.000 años de edad, en un recorrido por sus aventuras, desventuras y peripecias a lo largo de la Grecia y la Roma clásicas, la Edad Media festiva y carnavalesca, el Siglo de Oro español e inglés, la Ilustración y la Modernidad.
Burro es una tragicomedia con música en directo que combina humor, ternura y reflexión. Al interpretar a un animal, Carlos Hipólito ha tenido que afrontar el trabajo de construcción dramática, otorgándole mucha importancia a la fisicidad, marca de la dirección del argentino Yayo Cáceres. «No hemos querido hacer una imitación del burro, pero sí hacer una evocación del aire que desplaza un burro, de cómo se mueve, de determinados gestos que nos pueden evocar la imagen de un burro. Y el trabajo emocional ha sido muy intenso porque es un burro muy humano», declara Hipólito.
La obra habla de la relación de los seres humanos con los animales y Carlos Hipólito no solo da vida a diferentes burros, sino también a otros animales y también a humanos. «He abordado el trabajo intentando explicar de la manera más sencilla y más clara posible cada uno de los personajes que tengo que interpretar», afirma Hipólito. El texto, que juega en equilibrio e ingenio con la imagen y la evocación, persigue establecer una comunicación emocional con el espectador muy potente. «Cualquiera que sea amante de los animales o que simplemente tenga alguna sensibilidad se sentirá preocupado por Burro «, confiesa el actor.
El hombre, único animal racional y con sentimiento de superioridad sobre los demás, debe preguntarse: ¿qué dice el burro a lo largo de la historia de la literatura y del patrimonio popular sobre el ser humano? «La excusa de la dramaturgia es un burro atado a una estaca, que le explica a su sombra los 6.000 años de su vida mientras se acerca hacia él un incendio forestal. Le habla de su historia, del significado de la cultura, la civilización, la lealtad, el afecto, la ternura, el abandono, la violencia. Todo el tiempo permanece el mensaje de: ¿qué significa la libertad? ¿A qué estamos ligados nosotros?», explica Tato.
El burro es muy conocido por ser un ayudante; y también es un animal que sigue adelante, que no se hace preguntas. La sombra, por otro lado, es el onagro, el burro antiguo, el primitivo. Los burros eran salvajes, antes de ser el gran animal que ha ayudado al hombre a alcanzar la civilización. El burro vuelve en este espectáculo a esa aurora del mundo para preguntarse si antes vivía mejor que ahora. «¿Vivía mejor cuando, como dice en la obra, cada día duraba una eternidad eterna? ¿O soy mejor ahora que tengo hierba? Ahora tengo agua, pero estoy atado. ¿Estás dispuesto a pagar el precio de la libertad? ¿Eres más el burro o eres más su sombra, el onagro? Esa es la gran pregunta para el espectador», señala Tato.
De esta manera, el burro de Burro ofrece un relato que lucha contra el olvido mientras se acerca el fuego. «La obra es una tragicomedia donde espero que el público ría y llore, que toque la esencia del corazón humano», declara Tato. A esto se añade Carlos Hipólito: «La reflexión que hace Burro es muy clara: entre el hombre y el burro, ¿quién es la bestia? Yo tengo muy clara la respuesta. Cada uno que responda como quiera».
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