La Cia. Voltäla presenta Vremya Musei en El Maldà, una obra sobre cómo la esperanza inherente al ser humano hace que no pare de proyectar deseos y metas que probablemente no conseguirá. Un espectáculo en clave de humor para todos los públicos protagonizado por dos personajes entre patéticos y entrañables que bebe de las influencias de Jacques Tati y la reciente desaparecida compañía Vol-Ras. Te damos cinco razones para ir a ver esta propuesta insólita en la cartelera.
1. ES UNA BUENA OPORTUNIDAD DE DISFRUTAR DEL TEATRO DE GESTO, UN RARA AVIS EN LA CARTELERA BARCELONESA
«Nos gustaría programar mucho más teatro de gesto, pero es muy complicado encontrar espectáculos», dice Adrià Aubert. El director artístico de El Maldà está convencido de que «es uno de los géneros más interesantes a explorar, pero desgraciadamente se hace y se programa poco». Asociado todo en festivales o actuaciones de calle, la Cía. Voltäla apuesta por un espectáculo de sala que, además, al desarrollarse en un museo, encuentra en lo que fue el palacio del Barón de Maldà el espacio idóneo.
2. EL ESPECTÁCULO CONSIGUE HACER DISFRUTAR AL PÚBLICO CON LO MÁS ANTITEATRAL: LA ESPERA
La obra se desarrolla en un museo que sobrevive a su inminente cierre con la promesa de la llegada de una gran pieza de arte. Debido a su valor incalculable, se le ha asignado una sala especial, así como dos guardias encargados exclusivamente de su vigilancia. Sin embargo, parece que algún imprevisto no ha permitido que la obra de arte llegara a la fecha prevista y los vigilantes esperan cada día expectantes la llegada de la pieza para empezar su trabajo.
Toni Guillemat y Jordi Font querían explorar dos cuestiones absolutamente antiteatrals: la espera y el límite del aburrimiento. Partiendo de obras ya existentes como Esperando a Godot de Samuel Beckett, comenzaron a improvisar y crear material poniendo énfasis en la creación de los personajes: dos vigilantes muy peculiares que construyen un mundo lleno de rarezas. Al absurdo que ya tiene la premisa de la obra -el espíritu de un cuadro que no llega nunca-, hay terminaron añadiendo situaciones surrealistas y un trabajo de clown que han acabado creando unos mecanismos internos a la pieza que los espectadores van descubriendo poco a poco.
3. EL PROCESO DE CREACIÓN ES ESPECIAL: TRABAJO HORIZONTAL ENTRE 2 ACTORES Y 2 ESCENOGRAFAS
Vremya Musei nació en el Institut del Teatre como proyecto de final de carrera de Jordi Font, especializado en teatro físico, y Toni Guillemat, que había optado por la especialidad de texto. Para sacarlo adelante, enredaron dos compañeras escenografía, Alba Macfarlane y Helena Torres. Sin contar con ningún director, los cuatro se pusieron a investigar y crear el espectáculo de manera conjunta y horizontal. «Del material que nos iban llevando ellas, iban saliendo nuevas situaciones», explican los actores, «incluso el hecho de que acabara sucediendo en un museo ruso». Una vez terminada la propuesta, eso sí, pidieron una visión externa a Víctor Fernández y Nicolas Hermansen, que ayudaron a redondear el espectáculo.
4. UTILIZAN EL GRAMELOT, QUE IMPLICA UNA CONEXIÓN ABSOLUTA ENTRE LOS ACTORES
El espectáculo es en gramelot ruso, o lo que es lo mismo, un idioma inventado por los dos actores que reproduce la sonoridad del ruso. El hecho de que no haya un texto escrito y que haya improvisación continua obliga a los dos actores en una compenetración y escucha absoluta: si uno le otorga un nombre a un objeto, el otro debe memorizar y volverle a decir igual si se repite en otro momento del espectáculo. Y es que a pesar de que el idioma sea inventado, el espectador debe poder ir encajando el rompecabezas e identificando lo que les quieren decir. El gramelot, además, también influye en la creación del espectáculo, y es que aseguran que «es una herramienta muy eficaz para ser más concreto en lo que quieres decir».
5. HI PUEDE IR CON (O SIN) LA FAMILIA
La Cia. Voltäla no creó Vremya Musei pensando en un espectáculo para todos los públicos, pero ya en la primera función que hicieron, se dieron cuenta de que funcionaba perfectamente para todas las edades. Y es que, entre este primer público de Terrassa, había un niño que no paró de reír. Se dieron cuenta de que el espectáculo tiene diferentes capas y lecturas y que puede llegar a todos. Si bien los mayores quizás identificarán los comportamientos soviéticos del día a día de los personajes, los pequeños disfrutarán de las situaciones absurdas y de clown. Para llegar a todos, El Maldà ha programado el espectáculo las tardes de viernes, sábado y domingo.