No siempre se da el momento para que pasen las cosas. En ocasiones, se avanzan o se pierden instantes y relaciones que podrían haber tenido futuro, o no, si se hubieran producido en temporalidades diferentes. Eso no quita que algunas pasiones y comportamientos desafíen estas supuestas reglas y jueguen mientras se
20 años después de la anterior representación, Josep Maria Mestres retoma la dirección del texto de David Mamet, una comedia victoriana de amor y poder que se podría trasladar perfectamente a la época actual. Tres personajes, la dueña de la casa, su amiga y la sirvienta, comparten confidencias y sentimientos en el resguardo de cuatro paredes.
El texto, satírico y muy divertido, engancha desde la primera intervención y va escalando la tensión y la pasión a medida que va avanzando. No solo se vive dentro del escenario, el público se entrega con ganas y se deja llevar en cada situación que se representa, dejando ir risas incontrolables durante la mayoría de la producción.
Los diálogos tienen unas aliadas imprescindibles: Emma Vilarasau, Marta Marco y Emma Arquillué. Las intérpretes consiguen deleitar a la espectadora con su complicidad y química. La relación de los personajes se construye de manera natural y su proximidad se traslada fácilmente para hacer creíble toda la historia. Es por ellas y su magnetismo que la audiencia se queda atrapada en la acción y no quiere que pare.
Se trata de un montaje rápido, intenso y muy entretenido, con una escenografía que no se aprecia mucho dependiendo del asiento, que aunque distrae no deja de tener un trasfondo interesantes e importante para rescatar cuando las risas y los aplausos han cesado.