La idea de hacer teatro en familia, cuando la familia en concreto se ha dedicado toda la vida al clown y a los espectáculos de calle, quizás no puede parecer muy arriesgada. Pero cuando la familia se llama Pla Solina y el que crea el espectáculo es Oriol Pla todo puede explotar por los aires y ofrecernos una hora y media de humor, poesía y reflexión. Ya sé que puede sonar pretencioso o demasiado denso, pero es justamente todo el contrario. Travy ofrece todo lo que decíamos antes con una naturalidad que solo los grandes creadores saben aportar.
Todo empieza con una escena de Oriol Pla en solitario –un magnífico solo de clown, ejecutado a la perfección-, vestido con frac y preparado para el éxito. Pero parece ser que no encuentra lo que busca, y finalmente toma la decisión de hacer un nuevo espectáculo (un encargo, según dice él mismo) contando con su familia. Travy consiste, precisamente, en ver el proceso de creación de la obra, con sus dudas, sus malas decisiones (espléndido momento el de Il castel·lo maledetto), sus confrontaciones y sus resultados finales. Un proceso en el que se enfrentan dos estilos, dos maneras de ver el teatro… y también la vida. La clásica batalla integeneracional mostrada con todo el ingenio posible.
Travy habla, en el fondo, de muchas cosas… aunque la forma nos obligue a ir adelante y atrás, pensando que quizás el creador se ha perdido en un mar de ideas y situaciones aisladas. Pero pienso que todo tiene su sentido y su encaje, como el cañón del final, la sandía que acompaña al padre hasta el último momento (nunca mejor dicho), etc. Elementos que conforman una pequeña parte de la historia de los juglares de este país. Y si no, prestad atención a los momentos que os esperan en el vestíbulo cuando parece que todo se ha acabado… Un espectáculo indispensable que lleva más de seis años dando vueltas por todas partes y que nadie se tendría que perder.