¿El mal se puede heredar genéticamente? ¿Tenemos que purgar por las equivocaciones de nuestros antepasados? Daniela Feixas se hace estas preguntas e intenta dar algunas respuestas con su nueva obra como autora, La tortuga de Califòrnia. Una obra que se presenta como un drama con pequeños toques de thriller y que, a partir de un clima denso y cargado, consigue crear interés durante sus 60 minutos de duración. Aún así, algunos diálogos suenan demasiado artificiales y la historia del abuelo cuesta un poco de creer, sobre todo si nos situamos en «algún lugar de Cataluña, en los ochenta».
Los actores Josep Julien, Anna Güell, Clara de Ramón y la propia Daniela Feixas defienden la propuesta con profesionalidad y algunos momentos realmente buenos, rodeados de una escenografía simple pero efectiva y un poco asfixiante. En realidad, todo en esta obra quiere transmitir la sensación de opresión que la propia familia ha ido creando en sus integrantes durante años y años. La parte de la locura, o no, también queda bien reflejada, a pesar de caer un poco en el tópico… En definitiva, una obra recomendable, que pasa deprisa pero que deja un regusto amargo. Es lo que tiene esto de escribir sobre familias terribles…