Un autor de lucimiento

La mare

La mare
10/02/2017

Florian Zeller es uno de los niños mimados de la nueva dramaturgia francesa. Ha ganado todos los premios importantes de su país, y ha sido traducido y estrenado en varios países, siempre con éxito de crítica y público. En realidad, el éxito lo ha acompañado siempre, porque con sólo 37 años ha escrito ocho obras de teatro, cinco novelas exitosas y dos adaptaciones para ópera y cine. Sabemos que el país vecino acostumbra a encumbrar a autores jóvenes y capaces, pero por lo que hemos podido ver en nuestros teatros (hace pocos meses también se estrenó la obra El padre) esta vez se les ha ido un poco de las manos. Zeller no es un mal autor teatral, pero a juzgar por las dos obras vistas -las más conocidas y premiadas- tiene una tendencia natural a complicar argumentos y temas que hemos visto resolver en otras muchas ocasiones de forma mucho más sencilla y efectiva. Si esta complicación formal, normalmente en base de repetir escenas y desordenarlas temporalmente, nos llevara a un camino menos transitado y nos aportara una nueva visión de las cosas no habría nada a objetar. Pero tanto una obra como la otra -de estructuras casi calcadas- me han dejado bastante indiferente y no han permitido que me identificara con ninguno de los personajes.

Sea como fuere, lo que no se puede negar a Florian Zeller es que sus piezas suponen un verdadero tour de force para sus actores protagonistas. Son textos de lucimiento que permiten hacer una gran exhibición de recursos dramáticos. Lo vimos con Héctor Alterio, y lo hemos visto ahora con Emma Vilarasau. En este caso, sin embargo, creemos que la exposición de la actriz es tan alta que acaba bordeando la sobreactuación en más de un momento. Sin duda tiene escenas brillantes, pero abusa del tono lastimero que ya le hemos visto utilizar en otras actuaciones. Más difícil todavía lo tienen sus compañeros de reparto, que tienen que bregar con unos personajes que están todo el rato nadando entre dos aguas. Un ejercicio difícil que se salva, en parte, por la dirección de Andrés Lima y su buen gusto escénico.

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