Adaptar al teatro clásicos de la literatura siempre ha sido una empresa muy difícil, pero es que en el caso que nos ocupa hay elementos que todavía lo dificultan mucho más. Moby Dick está considerada actualmente como una especie de ensayo sobre la obsesión y la brutalidad humana, pero no tenemos que olvidar que fue escrita con el estilo de las novelas de viajes y aventuras del siglo XIX, con todo lo que esto comporta de descripciones muy gráficas y situaciones difíciles de revivir en un escenario. Es cierto que las proyecciones y los efectos de sonido e iluminación consiguen momentos impactantes, pero la obra se ve lastrada por un exceso de narración y una estructura teatral no demasiado atractiva.
Otro de los problemas de esta adaptación que ha hecho Juan Cabestany es que prácticamente todo se ha dejado en manos de la composición de un único personaje, el Capitán Ahab. No hay que decir que Josep Maria Pou se esfuerza para conseguir una gran creación, a pesar de que a momentos da la sensación de que no está tan cómodo como otras veces. Para mi gusto quizás no habría hecho falta forzar tanto el personaje, sobre todo si tenemos en cuenta que la presencia escénica de Pou ya es imponente de por sí. Podemos decir, por lo tanto, que esta versión no ha acabado de conectarme, a pesar de que la batalla final contra la bestia está muy bien resuelta… al menos técnicamente.