Ahora que Barcelona se está poniendo de moda como ciudad de referencia para los musicales dentro del Estado, según dicen los productores, resulta curioso observar cómo las propuestas de pequeño formato están obteniendo resultados mucho más interesantes que los grandes montajes. El despertar de la primavera es un nuevo ejemplo de cómo la falta de un presupuesto elevado no es impedimento para ofrecer un producto de calidad, estimulante y satisfactorio. La adaptación a lengua catalana de este espectáculo de culto, ganador de ocho premios Tony, transmite una energía vibrante y un amplio abanico de emociones gracias a un casting muy potente y acertado, y una traducción muy certera de David Pintó. Pero, sobre todo, hay que destacar el enorme trabajo de dirección de Marc Vilavella que no sólo extrae el máximo provecho del reparto, sino que demuestra conocer el material que tiene entre manos, dotándolo de sentido, cohesión y una fuerza narrativa alucinante. Obviamente, en algunos momentos, choca contra sus limitaciones (el espacio o alguna escena que pide más lucimiento) pero, a pesar de esto, sus dos horas de duración pasan como un intenso suspiro, gracias a su dinamismo, vigor artístico y vitalidad.
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