Junto con La Calórica, Sixto Paz o À trois Teatre, entre otras, la Ignífuga es, probablemente, una de las jóvenes compañías de Barcelona que tienen un futuro más prometedor e interesante. Después de las notables Fam oculta y La norma de l’extinció, nos proponen ahora esta original deconstrucción de la idea de revolución tomando como material de partida una novela de Heinrich von Kleist. La obra es una curiosa mezcla entre teatro documental, ensayo político y sátira humorística con un ritmo ágil y un uso muy efectivo del audiovisual. Su director, Pau Masaló, vuelve a demostrar su talento especial para abordar temas muy profundos sin caer en la pedantería. En este caso, no obstante, en comparación con sus anteriores trabajos, Kohlhaas camina un poco de puntillas por la complejidad del asunto sin conseguir entrar de lleno en su complejidad. Apunta, eso sí, algunas ideas y puntos de vista francamente perspicaces que, en cierto modo, ya es mucho para su corta duración. Quizás los seguidores más fieles de la compañía echarán de menos la presencia de Aleix Melé, habitual protagonista, pero hay que destacar, en esta ocasión, el simpático aire de antihéroe que aporta Eduard Autonell. El actor lidera el montaje sosteniéndolo con su carisma y comicidad natural, acompañado de las también solventes Marina Congost y Júlia Rodón. Esto y algunos aciertos de puesta en escena, como el caballito que funciona con monedas, hacen de la pequeña pieza otro paso adelante para este grupo de teatro independiente.
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