Vides privades

La companyia la Brutal ha volgut fer una aposta per aquest text de l'escriptor britànic Noël Coward; es tracta d'un text escrit el 1929 i estrenat al King's Theatre d'Edimburg l'any 1930 i que va fer pensar a Juan Cavestany que versionar aquesta obra era "un projecte d'arqueologia".

Aquesta adaptació ha anat un pas més enllà que presentar una comèdia sobre la lluita de sexes i ha donat una mica més de profunditat i dramatisme a les relacions de parella que no acaben de trobar l'equilibri. Es distancia de l’original en el tractament de les relacions del matrimoni format per l’Amanda (Marta Marco) i l’Eduard (David Selvas) que s’han acabat divorciant i es tornen a retrobar al cap de dos anys, quan amb les seves noves parelles, Victor (Javi Beltrán) i Sílvia (Mima Riera), coincideixin en un Hotel de Begur.

Hi ha escenes en aquesta producció que buscant una "comicitat seriosa" poden resultar fins i tot ridícules i inversemblants, com podríem dir de l'escena del retrobament del matrimoni en les habitacions adjacents de l'hotel, o el moment de la trucada al timbre al pis turístic de l'Amanda, però que la qualitat de les interpretacions i la posada en escena salven amb nota oferint un conjunt que presenta més punts positius que negatius.

David Selvas reconeix que en tenien ganes per intentar demostrar que la comèdia no és necessàriament un "teatre de segona". Tot i que no es coneixien, Juan Cabestany, dramaturg i director de cinema i conegut per la seva tasca amb la companyia Animalario, va acceptar fer l'adaptació de l'obra, que ha estat traduïda al català per la Cristina Genebat.

Una escenografia molt encertada de José Novoa i una posada en escena molt dinàmica, ha fet brillar unes interpretacions esplèndides dels quatre actors destacant a Marta Marco i David Selvas que ens han ofert una vessant còmica que no els coneixíem.

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El dramaturgo inglés Noël Coward estrenó Vides privades en 1930, y desde aquel preciso momento el texto se convirtió en uno de los principales referentes de la alta comedia británica. La obra ha tenido incontables versiones, y por ellas ha desfilado un buen número de estrellas del teatro o el cine anglosajón del momento: Gertrude Lawrence, Laurence Olivier, Tallulah Bankhead, Maggie Smith, John Gielgud, Richard Burton, Elizabeth Taylor, Joan Collins, etc. A pesar de que ahora puede parecer un texto superado y un poco pasado de moda, su mérito todavía es el de reflejar como pocos la batalla entre sexos y la sofisticación de unos diálogos y unas situaciones de una época muy concreta. Según parece, La Brutal tenía muy claro que había que adaptar la pieza a la Cataluña actual, sin tener en cuenta que gran parte de la gracia de Coward se quedaría por el camino y no llegaría a escena. Era de imaginar que no se volvería a la clásica reproducción de los esmoquins y los vestidos largos, pero creo que esta versión de los progres que pasan noches románticas en Begur, que se hacen traer sushi a domicilio y que tienen un apartamento turístico en el Gótico de Barcelona desvirtúa la esencia del dramaturgo. Sí, es cierto que todavía quedan los personajes y las palabras, pero da la sensación que al alejarlos de su hábitat habitual han perdido efectividad.

Se tiene que reconocer, sin embargo, que La Brutal siempre cubre unos mínimos de calidad en todos sus proyectos. Los cuatro actores defienden muy bien la propuesta, y da gusto ver a David Selvas y a Marta Marco -a menudo en roles mucho más dramáticos- divirtiéndose en una comedia de enredos como es esta. El envoltorio escenográfico, a pesar de que al principio recuerda mucho al de Caiguts del cel, también está por encima del que se estila en las comedias de boulevard al uso. Quizás las canciones elegidas no encajan tan bien como en otras obras de la compañía, pero está claro que la utilización de este recurso ya se ha convertido en marca de la casa y ya se espera en casi todos sus montajes. En definitiva, una comedia que os distraerá y os complacerá… sobre todo si no sabéis quién es Noël Coward y si no vais con ninguna idea prefijada.

Cada vez más, la efectividad teatral de La Brutal depende más del proyecto que tengan sobre la mesa o las inquietudes de quien dirija en cada caso que de una personalidad propia como productora. Su filosofía está, más o menos, definida: trabajan sobre textos de autores contemporáneos o adaptaciones de clásicos con talante realista y un marcado acento urbano. Pero, más allá de esto, lo que nos han ido ofreciendo durante los últimos años ha tenido resultados diversos. En este caso, nos encontramos la actualización de una pieza de Noël Coward que es, en algunos momentos, divertida, en otros apunta temas interesantes pero que, en global, resulta un poco irregular. Lo que, quizás, no tendría que ser más que un vodevil sobre la lucha de sexos y líos de faldas, apoyado sobre un fino humor inglés (y burgués), hace el esfuerzo de coger un tono y un ritmo realistas, buscando una profundidad y un dramatismo que, probablemente, no existían en las intenciones del autor. De este modo, a pesar de dotarla de un envoltorio más dramático, la propuesta no acaba de encontrar la complejidad narrativa de la historia ni las aristas en el diseño de personajes o en los diálogos que necesitaría para funcionar del todo. A pesar de esto y algunas estridencias que se habrían podido ahorrar, hay bastante calidad en las interpretaciones y la puesta en escena para mantener el interés del espectador, entretener durante largos ratos y desprender un cierto carisma. El problema es que, bajo el velo de la seriedad, muchas de las situaciones (propias de la alta comedia) se quedan muy al filo del ridículo y la inverosimilitud, por muy cautivador que sea su nuevo contexto, y esto desluce un poco su correcto conjunto general.