La verbena de la paloma / Agua, azucarillos y aguardiente

La verbena de la paloma / Agua, azucarillos y aguardiente

Sinopsis

LA VERBENA DE LA PALOMA

Libro de Ricardo de la Vega

Música de Tomás Bretón

La Verbena de la Paloma, pleno agosto madrileño, calor sofocante, escarceos amorosos, un boticario viejo que sueña juveniles conquistas, “una morena y una rubia…”, modistillas que se dejan querer y celos, muchos celos, de Julián con Susana… “¿Dónde vas con mantón de Manila…?”

Todo el tipismo de un Madrid castizo, real o soñado, con un escenario que nos hace sentir en pleno barrio de Lavapiés, o de La Latina… Un vestuario mimado, ciñendo las cinturas femeninas, y estilizando a los varoniles chulapos que silabean para darse importancia, como diciendo, ¡Aquí estoy yo! Para esta obra cumbre del “Género Chico”, esa luz que ilumina una partida de cartas, a la puerta de la taberna, y esos faroles madrileños que pintan una noche de Verbena de La Paloma.

No hay número musical de esta obra que no sea inmediatamente reconocido por el público, desde el preludio, hasta el famoso dúo de Julián y Susana, pasando por las coplas de Don Hilarión y el concertante “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad…”. En definitiva, una obra con todos los ingredientes para colgar el “NO HAY ENTRADAS”.

AGUA, AZUCARILLO Y AGUARDIENTE

Libro de Miguel Ramos Carrión

Música de Federico Chueca

Madrid, principios del Siglo XX, gentes que pasean por el Prado y que se solazan sentándose a echar un trago, comerse un merengue o, simplemente, a contemplar los variopintos personajes que por allí discurren…

Las aguadoras ambulantes que gritan, disputando los clientes a las que tienen concesión de un kiosco, poetisas de tres al cuarto, banderilleros, picadores que pican poco, politiquillos incipientes que viven de la trampa y del préstamo de usureros, amoríos de parejas sencillas que sobreviven empeñando lo poco que tienen, gentes que salen del teatro a las tantas de la madrugada y ladronzuelos descuideros que hacen su agosto en un Madrid, que tanto se parece al Madrid de hoy; siempre, con aquel soniquete de fondo…

¡Agua, azucarillos y aguardiente…!

Duración:
Sinopsis

LA VERBENA DE LA PALOMA

Libro de Ricardo de la Vega

Música de Tomás Bretón

La Verbena de la Paloma, pleno agosto madrileño, calor sofocante, escarceos amorosos, un boticario viejo que sueña juveniles conquistas, “una morena y una rubia…”, modistillas que se dejan querer y celos, muchos celos, de Julián con Susana… “¿Dónde vas con mantón de Manila…?”

Todo el tipismo de un Madrid castizo, real o soñado, con un escenario que nos hace sentir en pleno barrio de Lavapiés, o de La Latina… Un vestuario mimado, ciñendo las cinturas femeninas, y estilizando a los varoniles chulapos que silabean para darse importancia, como diciendo, ¡Aquí estoy yo! Para esta obra cumbre del “Género Chico”, esa luz que ilumina una partida de cartas, a la puerta de la taberna, y esos faroles madrileños que pintan una noche de Verbena de La Paloma.

No hay número musical de esta obra que no sea inmediatamente reconocido por el público, desde el preludio, hasta el famoso dúo de Julián y Susana, pasando por las coplas de Don Hilarión y el concertante “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad…”. En definitiva, una obra con todos los ingredientes para colgar el “NO HAY ENTRADAS”.

AGUA, AZUCARILLO Y AGUARDIENTE

Libro de Miguel Ramos Carrión

Música de Federico Chueca

Madrid, principios del Siglo XX, gentes que pasean por el Prado y que se solazan sentándose a echar un trago, comerse un merengue o, simplemente, a contemplar los variopintos personajes que por allí discurren…

Las aguadoras ambulantes que gritan, disputando los clientes a las que tienen concesión de un kiosco, poetisas de tres al cuarto, banderilleros, picadores que pican poco, politiquillos incipientes que viven de la trampa y del préstamo de usureros, amoríos de parejas sencillas que sobreviven empeñando lo poco que tienen, gentes que salen del teatro a las tantas de la madrugada y ladronzuelos descuideros que hacen su agosto en un Madrid, que tanto se parece al Madrid de hoy; siempre, con aquel soniquete de fondo…

¡Agua, azucarillos y aguardiente…!

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