Utilitat programada

En este momento en el que parece que (básicamente, en el cine) se han puesto de moda las distopías protagonizadas por adolescentes, era lógico que el teatro también acabara reflejando esta tendencia. El encargado de llevarlo a cabo, en este caso, ha sido Marc Rosich que, a pesar de haber obtenido sus mejores resultados con adaptaciones (como Plataforma o la reciente Woyzeck) que como dramaturgo, tiene bastante recorrido como para esperar de él un texto interesante. Desgraciadamente, Utilitat programada es una obra con un puñado de buenas ideas desaprovechadas y un tono, en general, demasiado juvenil, incluso, en algunos momentos, infantiloide. Los jóvenes actores, al menos, defienden el producto con ganas y una ingenuidad carismática que no sirve, sin embargo, para solucionar sus carencias narrativas. Además, el espectáculo tiene una duración excesiva, el argumento es pobre, casi no desarrolla su punto de partida y la mayoría de los personajes se nos presentan desdibujados. Únicamente, la actriz Míriam Alamany consigue remontar la propuesta con sus intervenciones. Aparte de esto, la escenografía y el espacio sonoro son los otros aspectos más destacables de este montaje que, a pesar de tener voluntad crítica, le falta, definitivamente, profundidad o un humor más efectivo. O, quizás, las dos cosas.

El principal problema de Utilitat programada es que no acaba de encontrar el camino por donde transitar. Si leemos las intenciones de la compañía lo que se quiere es retratar una juventud alienada y sobreprotegida que sólo encuentra salida a través de la insurrección, pero todo pasado por el filtro de la ciencia ficción y la temática de los superhéroes. Da la sensación que se quiere hablar, sin ser demasiado explícitos, de cuestiones como la «generación perdida» o la Ley Mordaza, pero finalmente el decorado pretendidamente psicodélico, las mallas de colores, la cancioncilla al estilo del Club Super3 y el tono más o menos grotesco acaban por hacernos olvidar del fondo y quedarnos con una forma más superficial de lo que se pretendía. Por momentos parece que todo se haya enfocado hacia un público juvenil, decisión que encontraría oportuna y muy acertada, pero tanto el horario de las funciones como el tono desesperanzador -y, a ratos, demasiado espeso- de la propuesta nos hacen ver de que este tampoco es el camino… Por lo tanto, ¿dónde situamos Utilitat programada? Yo creo que esta es la principal pregunta que el grupo tendría que hacerse, porque con algunos pequeños retoques podrían encontrar el público adecuado y dar un aire diferente al espectáculo. Por último, mencionar el esfuerzo y el entusiasmo de actores y equipo técnico en general, puesto que sin ellos todavía hubiera sido más difícil viajar a esta distopia ideada por Marc Rosich, del que ya le habíamos visto La dona vinguda del futur, que a pesar de sus carencias estaba perfectamente orientada hacia un público muy concreto.