Tot el que passarà a partir d'ara

L’actor Nil Cardoner trasllada a l’espectador la desesperació que sent per la mort imminent del pare. I ho fa tot sol, amb un guió que signa el gran Joan Yago, i una direcció de Glòria Balañà. Cardoner tan sols descansa pocs minuts perquè se senti una mica de música en directe (que no dic com és perquè penso que és una de les notes d’humor en un text tan greu).

Qui ha hagut de passar per una situació semblant a la del protagonista compartirà sensacions i recordarà com ho va viure (aquest és un dels senyals del bon teatre, el que et permet pensar en tu mateix). Qui no hi ha passat, s’emocionarà amb un jove de 16 anys que no imagina com serà la mort del seu pare, que a estones no voldria que hi arribés mai, i que altres vegades desitja que passi tot perquè la “normalitat” arribi a casa seva després de la malaltia i el darrer alè.

A més de l’actuació de primer nivell de Nil Cardoner, també poso un 10 al guió, i especialment a les clucades d’ull al futur,, quan el protagonista avança breument com evolucionaran les vides de les persones de què ens parla. Anar-hi, a veure-la, és un dels millors exercicis vitals que podem fer.

Joan Yago ya nos demostró con “La Calórica” su capacidad de escribir textos con una gran carga de profundidad. En «Fairfly», «Feísima enfermedad y muy triste muerte de la Reina Isabel», «Els ocells» o «De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda?” el planteamiento de temas serios se asentaba sobre una base cómica. Ésta no es una obra satírica como las demás pero hay humor y en medio del dolor y la desesperación aparecen escenas de una gran ternura y esperanza.

La pérdida de un referente familiar importante en un momento de mucha vulnerabilidad es difícil de tragar. El dramaturgo se ha documentado bien y se nota la influencia de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, una mujer que hizo un gran trabajo con acompañamientos a la muerte y al duelo. Ella explicaba muy bien las cinco etapas que ocurren en las pérdidas: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Todas estas etapas van apareciendo en diferentes escenas y bajo distintas formas a lo largo de la obra. La grandeza del texto se ve reforzada con la magnífica interpretación de Nil Cardoner bajo la dirección de Glòria Balañà. Èric nos las hace vivir con todos los colores, matices y contrastes a lo largo de un monólogo de 90 minutos. Él deja en el escenario el cuerpo y el alma y nos tiene a todo el público pendiente de su dolor, sus contradicciones y su caminar indeciso hacia la muerte inevitable de su padre.

Utilizando distintos niveles verticales, la escenografía de Ona Grau nos lleva a todas las etapas del sufrimiento de un adolescente perdido entre los ruidos de la ciudad, los hechos cotidianos, la alegría de los amigos y la vida que sigue a su alrededor mientras la suya continúa en un estruendo de emociones que no puede controlar.

Aunque la obra remarca mucho el sentimiento del momento de la noticia, nos habla también de las dificultades de vivir sin la persona que nos ha dejado mediante unas pinceladas sobre el futuro.

Aparte de alguna sorpresa musical del todo prescindible y un final algo demasiado largo, el resto está milimetrado, cada escena aporta un contenido importante para entender al personaje y al desarrollo de la trama. No os la perdáis.

Correr, esperar, desear, desaparecer, olvidar, ignorar, luchar, descansar, parar. Por todo esto pasa una persona que ve como la muerta se acerca. La necesidad de tener un interruptor que lo apague todo unos minutos, solo unos cuantos, para poder dejar atrás el dolor, la angustia y la desesperación.

Èric nos relata la que quizás ha sido la peor noche de su vida hasta el momento. Vuelve a cuando tenía 16 años para describir un viaje emocional doloroso y espantoso hasta la muerte de su padre.

El texto de Joan Yago es cercano y real, tiene una capacidad increíble para captar todos los sentimientos que se funden en la cabeza y el cuerpo del protagonista en cada parte del viaje. Su magia con las palabras consiste en no crear una grandilocuencia alrededor de la muerte, sino en bajar al fango y narrar las contradicciones y los reproches de la persona que sufre la pérdida, aquello que hace humano a toda persona. Ninguna reacción es acertada o equivocada, simplemente la mente actúa como puede ante cada sensación y cada idea. Esta verosimilitud, su lenguaje directo y crudo es lo que provoca que la espectadora quede enamorada y tocada por esta narración. Se adentra tanto en las palabras relatadas que olvida que está en un teatro.

El culpable de que el público se entregue a la historia y se traslade a la noche narrada es Nil Cardoner que se deja la piel, hace vibrar y emocionar durante los 90 minutos de monólogo. Es él quien capta a la espectadora y la hace adentrarse en su pozo y acompañarlo durante el trayecto que lo lleva al hospital. Sin juzgar sus decisiones ni sus dudas, se entiende y se comparte su dolor y su rabia. Su voz y su cuerpo se van extenuando a medida que avanza el texto mientras, como su personaje, se esfuerza por coger aire. Una lucha contra sí mismo, porqué no sabe cómo comportarse, y también hacia el transcurso de la vida que no entiende, que no puede aceptar.

Texto e intérprete no podrían estar mejor enmarcados como con una escenografía a capas. Cada capa es una fase del duelo de Èric con una energía muy intensa, aunque solo cuenta con cuatro elementos que van acompañados de un diseño sonoro muy cuidado, con canciones y sorpresas musicales.

Una de las mejores obras de la temporada, que encoje el corazón al mismo tiempo que lo infla para hacer caber todas las emociones que provoca la obra. Una joya que se tiene que ver y compartir.