El Gaudí da voz a los soldados muertos durante la I Guerra Mundial

Redacció

El colectivo Veus Humanes lleva el Teatre Gaudí Fang a les costelles, una obra que conmemora el centenario de la I Guerra Mundial.

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Sangre en las costillas después de estar más de tres años enterrados. Sin ataúd, sin caja, sin saco, sin nada. En una guerra, la I Guerra Mundial, donde se estima que murieron hasta 8 millones de soldados, los muertos se enterraban aprovechando los agujeros de los obuses -o haciendo un hoyo en pico y paladar y tierra encima, nada más. Pero en 1920, después de cuatro años batallando, el cura David Railton conseguía el permiso del gobierno británico para exhumar cuatro de estos cuerpos -uno de cada batalla- para después enterrar uno en la Abadía de Westminster y convertir -el en el símbolo de todos los muertos en combate. Como se escogió uno de entre estos cuatro cuerpos se ha convertido en una de esas leyendas que quien sabe si nunca se podrá terminar de aclarar, pero se dice que un general, LJ Wyatt, acompañado de un Coronell General, entró en la capilla de Saint Paul la noche del 7 de noviembre de 1920 con los ojos tapados y en eligió uno al azar. Este, el cuerpo elegido, fue enterrado con todos los honores en Londres -allí donde reposan los cuerpos de antiguos monarcas y otras personalidades como Newton, Dickens o Darwin- y los otros tres volvieron de nuevo en un hoyo, cerca de la capilla.

Este es el punto de partida de la obra del dramaturgo Gerard Vázquez, codirigida con Ramon Hernández, Fang a les costelles, que se podrá ver durante tres semanas en el Teatre Gaudí. La pieza ficciona la espera de los cuatro soldados en la capilla de Saint Paul y la reacción de cada uno de ellos para, a partir de ahí, reflexionar sobre las guerras y la doble moral de los poderes políticos y militares que, primero envía su población en la frente y luego los homenajea en nombre de la patria. El hecho de que cada uno de los soldados provenga de uno de los frentes -Aisne, Somme, Arras, Ypres- permite revivir diferentes situaciones documentadas de la Guerra, a la vez que se les ficciona un pasado, una profesión y una procedencia a partir de la cual se crean diferentes posiciones respecto al homenaje a los soldados y la propia guerra. Así, mientras el obrero y el campesino discutirán por ser ellos quienes sean el elegido -cada uno cree tener más motivos que el otro-, el químico será reacio y aportará una visión crítica de la situación. Con carga de ironía y humor negro incluida, la obra pretende retratar también, pues, como ante un mismo hecho, cada persona reacciona de manera diferente y reflexionar que, en un momento así, cada uno se cree más importante que el otro. Además, la obra también tiene un trasfondo antibelicista. «La primera guerra mundial se podría haber evitado con gestos diplomáticos, pero la tozudez de los gobernantes llevó a millones de personas a la muerte», dice Ramon Hernández. Y eso es también lo que veremos a la obra, porque a pesar de que uno de los cuatro será enterrado en Westminister, su vida, como la de los demás, «ha sido sacrificada en una guerra que se podría haber evitado».

Texto: Mercè Rubià / Fotografía: Teatre Gaudí

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