Us vull dir, i no us dic cap mentida, que Núria Feliu es uno de los iconos culturales indiscutibles de la Cataluña del último siglo. Nacida dos años después del final de la Guerra Civil en el barrio (pueblo libre y tropical) de Sants, comenzó una carrera teatral que pronto se complementaría con la música. Rondaba en 1965, cuando Catalunya bailaba alocada con el yé-ié y arrebataba la cebolla con baladas de cantantes melódicos. Por entonces, el maestro Antoni Ros-Marbà y el pianista Tete Montoliu la descubren y se proponen catapultarla como la gran dama del jazz catalana. Desde el primer momento, la cantatriz pone sobre la mesa su gran inquietud cultural, nada menos que popularizar en nuestro país la música que lo está petando en todo el mundo. Y para ello es necesario un paso esencial: cantar en un idioma en el que puedan entenderla. O sea, en catalán. Con el franquismo haciendo alfombras. Ahora le llamarían creación de públicos, pero en ese momento eran un par de ovarios bien puestos.
Desde Anirem tots cap al cel (1965) fueron 50 discos grabados que acumulan más de 400 canciones. Los primeros años, más influenciada por los ritmos del jazz, pero después se dejó seducir por boleros, sardanas, cuplés de principios del siglo XX, bandas sonoras o estándares estadounidenses. También le debemos que fuera la descubridora de compositores de teatro musical en nuestro país. En sus espectáculos en la Cúpula Venus o en el Molino, y en CDs como Núria de nit (1973), versionó por primera vez en catalán autores como Andrew Lloyd Webber (Jesucrist superstar), Stephen Sondheim (Follies), Jerry Bock i Sheldon Harnick o John Kander (El violinista en el tejado) i Fred Ebb (Cabaret). Con los años, cuando la voz la dejó de acompañar para cantar, se reconvirtió a rapsoda de poesía catalana y no dejó de pisar cada escenario en el que se la reclamaba.
Feliu cumplió todas y cada una de las fases de una diva comme il faut: (1) admiración pública y reconocimiento extremo, (2) excentricidades poco entendidas, (3) mem, (4) vuelta hacia la admiración pública y el reconocimiento. Antes de su muerte, llegaron los homenajes, como el premio Enderrock en la trayectoria. Una vez en el cielo, las generaciones más jóvenes se acercan con una mirada poco condicionada por las filias políticas que les permite reivindicarla como una pionera y como una mujer empoderada que supo abrirse paso en un mundo de hombres. Lo hizo Núria, concursante del talent show de TV3 Euforia, que cantó Historia repetida para un público eminentemente familiar.
Un homenaje a Feliu con humor y brillo
También recupera su figura en los escenarios la compañía The Feliuettes: «Siempre hemos sido muy fans de Núria Feliu y siempre hemos querido reivindicarla. La gente tiene la idea de que es una tía de convergencia, una señora catalana de derechas, y obvian una faceta artística que fue revolucionaria», explica Laura Pau, miembro de la compañía. Feliu fue una de las primeras mujeres en conducir, pero también en utilizar la minifalda o dignificar la figura de la intérprete. «Nosotros nos reflejamos mucho en ella porque era muy teatral y sentimos que ha abierto camino a todas las mujeres que cantamos y actuamos», remacha.
Los domingos de diciembre The Feliuettes presentan en el Maldà Ja us he reconegut, un divertido concierto teatralizado con el que invitan a hacer el vermut dominical para recordar a la gigante, la estrella eterna santsenca. Laia Alsina, Laura Pau y Maria Cirici dejan entrever con este nombre con sabor de Motown de los sesenta la apuesta vocal: en el concierto teatralizado repasarán las canciones de Feliu con un arreglo a tres voces a cargo de Gerard Sesé. Harán sonar temas icónicos como Ja us he reconegut, estándares de jazz como Les mitges brillants o Boja, cuplés y canciones picantonas como El Sr. Ramon o No encenguis l’espelma, perlas italo disco como Paraules o un medley de canciones de musicales cinematográficos.
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