El simbolismo es un movimiento artístico que desvía la atención de la lógica de la realidad hacia la ilógica del interior del ser humano y se construye de metáforas para sugerir significados que vayan más allá de las apariencias. El dramaturgo líder de este movimiento fue el belga Maurice Maeterlinck, quien afirmaba que los momentos más dramáticos son los silencios a través de los cuales el misterio de la existencia hace acto de presencia, una presencia habitualmente enterrada por el ruido de la bulliciosa realidad cotidiana.
El compositor francés Claude Debussy, que rechazaba el estilo operístico y las convenciones dramáticas del momento (hablamos de principios de siglo XX), buscaba una historia perfecta para su primera ópera en la que el tema no estuviera circunscrito ni a un tiempo ni a un lugar definidos y que los protagonistas se sometieran a la vida y al destino sin un estallido dramático final. Así, la obra teatral de Maurice Maeterlinck, Pelléas et Mélisande se convirtió en el libreto perfecto que buscaba el compositor francés.
El argumento es sencillo: Golaud, príncipe del ficticio reino de Allemonde, encuentra a la princesa Mélisande cerca de un lago, la lleva a palacio y se casa. Sin embargo, Pelléas, hermanastro de Golaud, se siente atraído por la dulzura y el misterio de Mélisande y la atracción se convierte en mutua. Golaud sospecha de los sentimientos de la pareja y pide a Pelléas que se aleje de su mujer, puesto que está embarazada. Cuando Pelléas confiesa a Mélisande que está enamorado de ella y que tendrá que irse del reino, Golaud irrumpe en escena y mata a Pelléas. Poco después, Mélisande tendrá el hijo que esperaba, pero morirá a consecuencia del parto. Antes de morir, Golaud querrá saber si ella realmente le ha sido nunca infiel, pero Mélisade no se lo aclarará y la ópera acabará con el deseo por parte del rey de que la criatura recién nacida tenga una vida no tan desdichada como la de la su marido.
La música de Pelléas et Mélisande es una banda sonora de los sentimientos
La creación de atmósferas sugerentes, el predominio de los sentimientos por encima de la acción, las tensiones soterradas, los sentidos altamente sensibles, todo ello se presenta con un refinamiento sutil y una música fluctuante, sin estridencias, con un sonido orquestal líquido y modulante , que se aviene a la perfección con el espíritu del texto de Maeterlinck. Sin arias ni números musicales marcados, la música de Pelléas et Mélisande es una banda sonora de los sentimientos, sinuosa y absorbente, que fusiona, como rara vez sucede, texto y música. La ópera avanza a partir de impresiones e insinuaciones y, pese al aparente final trágico, ambos protagonistas aceptarán el destino que les corresponde y sobreentenderán el dolor en vez de rebatirlo, lo que todavía conmoverá más al espectador.
En este montaje que ofrece el Gran Teatre del Liceu, la atmósfera misteriosa de la ópera configura un material ideal para que la imaginación escénica de Àlex Ollé (ex Fura del Baus) ofrezca un espectáculo visual y conceptual de muchos quilates. Por otro lado, el espíritu evocador y etéreo de la música de Debussy está en las mejores manos posibles, dado que la dirección musical corre a cargo del maestro Josep Pons. Y vocalmente, la representación se prevé también muy interesante, ya que contará con importantes figuras líricas como el gran barítono británico Simon Keenlyside (Golaud), la brillantísima soprano francesa Julie Fuchs (Mélisande), el distinguido tenor Stanislas de Barbeyrac (Pelléas) o la veterana y siempre admirable mezzo británica, Sarah Connolly (Geneviève).
En definitiva, un espectáculo para afilar los sentidos, una ópera “diferente” que no hay que perderse.
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