Parlen els cossos: 5 coreògrafs africans que has de conèixer

No existe la danza africana como tal, sino la que hacen los artistas provenientes de los países de un continente conformado por múltiples culturas y realidades. Estos son numerosos, diversos y están cruzados por las influencias de cada historia personal, insertada al mismo tiempo en una colectiva. Con la propuesta del Griego 21 podemos acercarnos a algunos de los coreógrafos más interesantes nacidos de norte a sur del continente, como es el caso de los tres de los que ahora hablaremos.

Qudus Onikeku

La capital de Nigeria es una megaurbe vibrante. De sus calles salen la danza y los bailarines que el coreógrafo de Lagos presenta en Re:incarnation, pieza del 2021. Relaciona el groove de las calles con la filosofía yoruba tradicional de forma tan natural como impactante. En escena, diez bailarines y un músico que evolucionan desde la memoria corporal del afrobeat los 70 hasta las danzas urbanas actuales, como el hip-hop, el dancehall y el funky. En el imaginario yoruba el tiempo es circular, no existe ni el principio ni el fin, y es este el hilo del que tira del multidisciplinar artista para remarcar la fuerza y ​​la profundidad de la cultura negra, donde pasado, presente y futuro mantienen misma energía.

Después de diez años en Francia, Onikeku, establecido de nuevo en su país, nos alerta del eurocentrismo. Lo hace proyectando ojo crítico en los problemas derivados del colonialismo, en las migraciones y las turbulencias políticas. Acción y pensamiento también confluyen en Afropolis, el encuentro del nigeriano con artistas locales que del 10 al 18 acogerá el Granero. Incluye una presentación pública del resultado del encuentro el último día.

Serge Aimé Coulibaly

Su danza bebe de sus raíces en Burkina Faso, pero está cruzada por los años en Bruselas y la influencia de creadores como Alain Platel y Sidi Larbi Cherkaoui. Wakatt ( ‘nuestro tiempo’ en lengua diula) es su creación más reciente (2020). Plantea con una danza descarnada, cruda, enérgica, temas candentes como los populismos y el discurso del odio hacia el otro. A través de una decena de bailarines, el director de Faso Danse Théâtre nos presenta una pieza con dos partes diferenciadas: en la primera, la violencia y la agresividad del mundo se nos muestra; en la segunda, la posibilidad de salvarnos de ella a través de una espiritualidad abierta y generosa, que nos conecta a nosotros mismos con los demás.

Nacera Belaza

A esta coreógrafa y bailarina le gusta enfrentarse a los principios físicos y mentales para, contradiciendo toda lógica, ir hacia lo que parece imposible, como bailar en un giro constante durante toda una pieza, lo que hace a La nuit, un solo de 20 minutos de 2014 en el que la francoalgeriana se desprende de todo lo superfluo para conectar con un estado mental y liberarse. Utiliza el movimiento como forma de trascender y llegar a un lugar inexplorado, donde también el que mira entra en una especie de tráfico. A Sur le fil (2016) profundiza en esta idea a través de las bailarinas, tres figuras que se mueven en giros y repeticiones hipnóticas. Desde 1994, su viaje creativo lo ha convertido en una de las coreógrafas de referencia de la danza actual, enlazando proyectos a ambas orillas del Mediterráneo.

Gregory Maqoma

La infancia es el lugar donde volvemos cuando llega el momento de contarnos nuestras propias vidas. Gregory Maqoma observaba los bailes espontáneos de los trabajadores emigrantes que se alojaban en un hostal cerca de su hogar, en Soweto de los años 80; una especie de batallas donde cada uno aportaba la danza tradicional de su lugar de origen. Para aquel niño inmerso en la violencia del apartheid, la danza fue una válvula de escape. Esta historia mínima también explica la empatía hacia los inmigrantes -él mismo lo fue en Europa como estudiante de danza y bailarín con diferentes artistas.

Reconocido como uno de los principales exponentes de la danza contemporánea sudafricana, Maqoma está al frente de la compañía Vuyani, en Johannesburgo, desde 1999, a pesar de mantener una trayectoria personal más internacional. En Barcelona lo conocemos gracias a un maravilloso dúo creado con Roberto Oliván, Lonely together, que dejó cautivado al público del Griego en 2014. Ahora Maqoma vuelve con Broken chord para hablarnos de un corazón de su país que a finales del XIX hizo una gira de actuaciones por Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña para recaudar fondos para la construcción de una escuela en Kimberley.

El Coro Joven del Orfeó Catalán acompaña el creador, que mezcla las historias personales de aquel grupo de personas negras con referencias a las políticas coloniales. Poniéndose en la piel de aquel intrépido grupo de artistas, Maqoma se hace preguntas. Usar danza tradicional y moderna con su elegante estilo para tratar temas clave en su vida, como la migración, la identidad y las fronteras, cuestiones que no dejan de interpelar en una Europa blindada a los migrantes.

Germaine Acogny

La reciente concesión del León de Oro de la Bienal de Venecia reconoce a Germaine Acogny su sustancial aportación a la danza con una carrera fructífera, llena de irradiaciones y conexiones entre una parte de África y Europa. Resuenan nombres como el de Maurice Béjart, con quien trabajó; Senegal, país donde creció, al que volvió definitivamente en 1995 y donde abrió en 2004 la École des Sables, o Francia, donde trabajó muchos años. Palabras como tradición, respeto, modernidad, transmisión y acogida van unidas a su nombre.

Con la obra de 2016 que ahora presenta, vuelve a sus ancestros. «Un árbol sin raíces no puede crecer», nos dice, somos el lugar del que venimos, las personas con las que hemos crecido, los cuentos que hemos escuchado. Por eso al solo À un endroit du debut mira atrás, hacia la historia de su familia, a su padre, funcionario del sistema colonial, a la abuela, sacerdotisa yoruba.

El dramaturgo franco Mikael Serre la ha acompañado para descubrir cómo la identidad es un viaje, más que un fin. La fricción entre tradición y emancipación o el papel de la mujer en África son algunos de los temas cruciales de esta pieza que añade a la valiosa danza de Acogny texto y proyecciones. Relacionando la vida del artista con los ecos del mito de Medea, Serre atiende el sentimiento de Acogny de no poder escapar de su pasado y sus ancestros, la necesidad de confrontarse a sí misma con el mundo, sus raíces con el ahora; sentimientos expresados ​​a través del sabio movimiento de su cuerpo de 77 años, de su voz, de la extensión de sus gestos precisos.

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Escrito por

Licenciada en Periodismo y diplomada en Gestión de Artes Escénicas, ha desarrollado gran parte de su carrera profesional en el ámbito de la memoria oral, la cultura y la danza. Ha trabajado en gabinetes de comunicación, institucionales y artísticos y en numerosos proyectos propios. Ha sido redactora y crítica de danza en revistas especializadas y directora editorial de publicaciones informativas y promocionales por diferentes instituciones.

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