La Companyia Bratislava que se gestó, casi por casualidad, durante una huelga de controladores aéreos en el aeropuerto de la capital de Eslovaquia, y que conquistó inesperadamente al público y la crítica con su primera obra -La Gran Duquessa de Gerlostein-ha vuelto. Y lo hace con un espectáculo basado en un texto que llegó a sus manos también por pura coincidencia, que les sedujo y con el que decidieron emprender el camino hacia una nueva creación: Oh My God Barcelona, la versión a la barcelonesa de la ópera bouffe La Vie parisienne, de Jacques Offenbach y con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy. Puestos a sumar casualidades, los autores coinciden en una obra y otra.
Un gran precedente
La compañía fue una de las sorpresas de la temporada 2014-15, y su primera obra fue reconocida con nominaciones a varios premios, como los Premis Butaca a mejor musical y a mejor actor de musical para Albert Ruiz. «La verdad es que el éxito de la Gran Duquessa fue totalmente inesperado. Ya veíamos que la obra funcionaba, pero no podíamos imaginar la gran acogida de la crítica y del público.» Con estas premisas, quizás pensar en un nuevo proyecto podría ser motivo de presión, pero la Companyia Bratislava no lo siente así: «No nos hemos querido centrar en eso, porque al final nunca sabes si una obra funcionará hasta que el público la ve y decide. Tenemos la intuición de que funcionará, por las previas que hemos hecho, pero el veredicto final se irá viendo. Desde luego hemos vuelto a poner toda la carne en el asador y, sin perder la esencia de la compañía, hemos creado un espectáculo que es muy diferente al anterior.»
Offenbach sigue siendo su autor de referencia
El vínculo con este compositor sigue presente en esta nueva propuesta, aunque la compañía confiesa que no era premeditado: «Desde que acabamos la Gran Duquessa ya estábamos buscando una nueva obra, y en un principio no queríamos repetir autor; hemos leído muchos textos, pero ninguno nos acababa de convencer; hasta que, por casualidad, volvió a caer una obra de Offenbach en nuestras manos. Es que este autor es grandioso, nos sorprende que sus obras no sean más representadas.»
Del París del siglo XIX a la Barcelona del siglo XXI
En esta ocasión, además de una traducción, el espectáculo es una adaptación en la que cambia la localización. Si el original es una crítica a las costumbres frívolas de la sociedad parisina del siglo XIX, Oh my God Barcelona, sin embargo, nos habla del escaparate turístico que es la ciudad condal actualmente: «La traducción y adaptación de la opereta original ha sido un trabajo largo, la esencia de la obra original se ha respetado, pero como ya pasó en la Gran Duquessa, hemos eliminado personajes y también escenas. Hemos pasado por todo un proceso, hemos visto cómo escenas que habíamos eliminado en alguna etapa, después las hemos vuelto a recuperar y funcionaban mucho mejor de lo que en su momento pensábamos.»
La adaptación además ha supuesto un salto temporal que funciona perfectamente, nos comentan. » Es increíble que un texto del 1866 siga siendo completamente actual, la adaptación de la obra al contexto de Barcelona y al siglo XIX ha sido muy natural, es la proeza de esta ópera bouffe, que es un texto que sigue totalmente vigente.»
Finalmente, parece ser que las dos ciudades son más parecidas de lo que podemos pensar: «También ha ayudado algo curioso, la cantidad de similitudes que tienen los parisinos y los barceloneses. Está claro que hemos adaptado todas las referencias contextuales, pero no ha sido tan complicado situar el espectáculo en Barcelona. »
Barcelona, el gran escaparate turístico
El espectáculo es una ópera bouffe -cómica- que nos cuenta la historia de un par de turistas adinerados que llegan a Barcelona, dispuestos a disfrutar de unos días en la ciudad moderna y llena de encantos que les han vendido en los anuncios publicitarios. Lo que se encuentran aquí, sin embargo, no será precisamente lo que esperaban… Oh my God Barcelona no es tanto una crítica a los turistas, si no al gran escaparate que es Barcelona, a cómo se vende la ciudad hacia el turismo y cómo aprovechamos los barceloneses ese turismo agresivo, que no es solo característico de nuestra ciudad, sino más bien de las grandes urbes. Por otro lado, la obra tiene muchas capas, y seguramente una persona de un pueblo de Catalunya no verá la obra con los mismos ojos que un urbanita, las referencias serán diferentes y las capas de humor también. Esto también es una virtud del espectáculo. Además, cualquier turista se siente un poco así en una gran ciudad, tienes productos que se dirigen especialmente a ti, y que normalmente son exageraciones de la realidad, nos reímos del turismo prefabricado.»
Algunos cambios en la compañía
Para este segundo proyecto el equipo se ha ampliado, ya que esta obra requería más actores, más presencia en el escenario. Eso sí, los nuevos fichajes tenían que seguir uno de los sellos característicos de la compañía: «Que [los actores] fueran como nosotros, que supieran tocar algún instrumento y cantar, además de actuar; porque seguimos defendiendo la idea británica del artista completo, que no sólo actúa, si no que está formado en más disciplinas.» Y con estas premisas, ahora cuentan con David Anguera, que ya estaba como pianista en la Gran Duquessa de Gerlostein; y con Jofre Bellés y Xuel Díaz; completando el equipo que ya formaban Anna Arena, Laura Pau, Mònica Portillo y Albert Ruiz; todos dirigidos en esta ocasión por Mònica Bofill.
Con teatros confirmados antes de escribir la obra
El éxito que precede a la compañía les ha dado alegrías para esta producción sin ni siquiera haberla empezado a crear. Tanto es así, que ya sabían donde estrenarían Oh My God Barcelona ante de que ni siquiera estuviera gestada: «Tanto el equipo del Auditori como el del Maldà vinieron a ver la Gran Duquessa de Gerlostein y querían contar con nosotros cuando montáramos algo nuevo. Actualmente es muy complicado que un teatro quiera tu obra es su espacio sin haberla visto antes, por lo que nos sentimos muy afortunados. Estrenar en el Auditori es un verdadero placer, estamos muy agradecidos. Y también de que el Maldà confie en nosotros a ciegas. Es un placer y un lujo.»
Texto: Eirene Ramos