Natalia Millán: «Los amantes del teatro de texto comienzan a respetar el género musical»

Redacció

Llega a Barcelona Billy Elliot, el musical y lo hace con el orgullo de ser la tercera producción, en la historia de este espectáculo, más longeva tras Broadway y el West End. Después de su gran éxito en la cartelera madrileña, arranca funciones en el Teatre Tívoli iniciando nueva etapa, dando la bienvenida a una nueva hornada de «Billys» que, tras someterse a la exigente preparación en canto, danza e interpretación, dentro de la escuela creada expresamente para entrenar a los artistas infantiles que protagonizan el espectáculo, subirán al escenario del emblemático teatro.

Son muchos los intérpretes que han pasado por el elenco de Billy Elliot, desde Carlos Hipólito a Adrián Lastra; pero también hay otros que permanecen desde el primer día, como es el caso de Natalia Millán, con la que nos hemos querido sentar a repasar la andadura de esta producción que no deja de crecer y cosechar aplausos.

Natalia, ¿cómo encaras una nueva temporada de Billy Elliot encarnando a la Señorita Wilkinson?

NATALIA MILLÁN: Comienzo con muchísima ilusión. Primero porque creo muchísimo en este espectáculo, ¡es un gran espectáculo!; segundo porque tenemos el aval del público; y tercero, porque con este espectáculo es imposible caer en la rutina. Como tenemos cinco o seis actores para cada uno de los personajes infantiles, las funciones nunca son iguales. Aunque el texto sea el mismo y la historia sea la misma, cada día es un Billy diferente y te enfrentas con unos ojos distintos; es siempre un reto.

También es verdad que fue muy triste cuando se nos fueron los «Billys» veteranos, con los que se había creado el espectáculo. Es muy extraño que se fueran ellos, que eran los protagonistas, y tú te quedes, pero bueno, la compensación es que tenemos ahora niños más pequeños, maravillosos, grandísimos artistas que te obligan a ponerte las pilas y a sacar lo mejor de ti. También tenemos adultos distintos: José Luis TorrijosResponsable esta temporada de dar vida al padre de Billy– y Pedro Ángel RocaDando vida a George, el profesor del boxeo -.

¿Cómo es trabajar con tanto niño?

Son grandísimos profesionales, con un sentido de la responsabilidad y una seriedad trabajando realmente imponentes. La mayoría de los actores tardamos años en tener una responsabilidad así. No pierden la concentración ni un momento. Son muy especiales, no solamente por la formación, es que para asumir esto tienen que ser inteligentes y muy sensibles. ¡Te obligan a ti a esforzarte! Cada día es un universo diferente. Empezamos todos con muchas ganas y cero sensación de monotonía. Es entrega absoluta, es muy bonito y lo que es mejor, es contagioso.

Y Natalia Millán como actriz, ¿cómo ha cambiado en estos años embarcada en este proyecto?

Con estos niños estoy aprendiendo un montón, por esa forma de afrontar el trabajo tan pura, tan nueva, tan concentrada, con el «aquí y ahora», que es un poco el lema de los actores. Ellos están tan cerca del juego, viviendo las situaciones al 100%, que encaran el trabajo como debiera enfrentarlo cualquier actor. Ver en ellos esto es muy estimulante. Aquí hay mucho crecimiento y no solo el de los niños.

¿Cómo te enfrentas al día a día dentro de Billy Elliot?

Hay que tener la sensación de afrontar algo nuevo cada día. Sé que tiene que parecer una pesadez hacer una nueva temporada lo mismo, pero tengo que decir que no lo es. Este cambio de niños a nosotros nos ayuda a sentir que es como la primera vez. Como siempre hay rotación de niños, nos pasamos la vida ensayando. ¡Creo que es la función más ensayada del teatro universal! (Risas) Las jornadas aquí son muy largas. Normalmente en el teatro, pasados los ensayos, la jornada laboral es muy corta, muy intensa porque es un sprint, pero es muy corta. Llegas una hora antes para prepararte y después te haces la función o funciones, si es doblete, pero no son jornadas largas… ¡Aquí son larguísimas! Porque como hay nuevas incorporaciones, unos vienen, otros se van, siempre tenemos ensayo, pero no solo con los «Billys», también con los «Michaels», el amigo de Billy, las niñas, mi hija… En total son como unos 80 niños.

¡Son combinaciones infinitas!

¡Infinitas! ¡Esto es un no parar! Hay muchas veces que los viernes y sábados de doblete, como terminamos cerca de la una de la madrugada y hay que estar a las tres de la tarde de vuelta, digo: «¡Me quedo en el camerino!». Porque ponen las alarmas del teatro, si no, yo me quedaba aquí a dormir. (Risas)

No hace demasiado tiempo saltó en las noticias el caso de una periodista que se mofaba del príncipe George porque toma clases de ballet, ¿qué puedes decir sobre algo así?

Primero, que vemos lo necesario y lo oportuno que es hacer Billy Elliot todavía; y lo segundo, es que te quedas a cuadros, que una mujer joven, periodista, culta, formada, haga una broma sobre que un niño, da igual cuál sea su cuna, estudie danza, me deja patidifusa. No doy crédito. Sí, luego has pedido disculpas, pero es que esa torpeza, vamos a pensar que no había mala intención detrás, no puede permitírsela una periodista en un programa tan importante de televisión, hay una responsabilidad muy grande. Por un lado veo que estamos avanzando mucho en temas como el feminismo, pero a la vez hay, como reacción, una involución; mucha gente que no se da cuenta que si nos respetamos, esto nos va a beneficiar a todos.

Cuando arrancasteis con Billy Elliot, se podría decir que los musicales de gran formato se consolidaron en la cartelera madrileña, pero el camino hasta llegar ahí ha sido de muchos años, ¿cómo lo has vivido tú?

Yo empecé a dedicarme a esta profesión haciendo musicales en los años 80, en el coro o como cuerpo de baile, hice cuatro o cinco musicales seguidos siendo muy jovencita -My fair lady y Jesucristo Superstar fueron dos de sus primeros trabajos- y de repente paró, hubo muchos años de desierto absoluto en el musical y nos tuvimos que reciclar todos, hasta que años después empezó otra vez. Yo he visto ese crecimiento, ese progreso paulatino del teatro musical en España y, de alguna manera, formo parte de eso. Y ahora, lo único que deseo es que esto continue o que por lo menos se mantenga, que sigamos, porque lo que está claro es que somos tan capaces como en cualquier otro sitio del mundo, de hecho Madrid es una de las capitales de referencia de los musicales en el mundo.

Natalia, tú que defiendes el teatro musical de manera muy activa, que has peleado porque se le dé la importancia y el valor que merece el género. ¿Por qué crees que aún hay gente que lo infravalora?

Pero fíjate que eso pasa en España, en otros países no, al revés; en otros países todo el mundo quiere hacer musicales y todo el mundo quiere ir a verlos. Pero he de decir que aquí también está cambiando ya. El público que ama los musicales está creciendo, es más numeroso, y lo que me parece más importante y mejor, los amantes del teatro de texto, que en su gran mayoría antes miraban al teatro musical como un género menor, empiezan a respetarlo.

Los géneros están hechos a gusto del público y de los creadores, pero es verdad que ya se tiene otra conciencia del teatro musical y todos los que estamos ahí hemos ido aportando nuestro granito de arena. Pero eso pasaba incluso entre nosotros, entre compañeros, yo he tenido discusiones con algunos que decían “hacer un musical es hacer una cosa menor” y no, cada vez hay más actores de prestigio, léase Carlos Hipólito, que estuvo en las dos primeras temporadas, que están ahí y entienden que es un plus. ¡Hace musical el que puede!

Para terminar, ¿qué le dirías a ese espectador que todavía no ha venido a veros para que no se lo piense más?

Puedo hablar de las virtudes que tiene. De cómo un espectáculo como este te entra por los ojos, con esas coreografías maravillosas o lo impresionante que es la escenografía, incluso más que la de Londres o la de Broadway. Cómo te llena su música, cómo te emociona. Además de que es una historia potente, muy emotiva, divertida, donde se produce mucha identificación con los personajes; pero sobre todo es muy necesaria.

Texto: José Antonio Alba / @joseaalba

Originalmente, publicado en Teatro Madrid

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