La Sala Muntaner estrena en Barcelona la inédita Gust de cendra, una de las primeras obras del dramaturgo Guillem Clua.
Gust de cendra habla de los conflictos entre Occidente y Oriente y la interacción entre las dos culturas. Protagonizada por una pareja de turistas estadounidenses y una de nativos palestinos, tiene «un punto de suspense, un enigma», explica Clua, no pretende dar respuestas sino «generar preguntas».
Según el director del montaje, Josep Sala, es un texto con globalidad, además «de atrapar ya en su lectura»: «refleja la mirada de los turistas, de lo desconocido, y los muros culturales que a veces hay entre y otros». Sala está convencido de apostar por la dramaturgia contemporánea, con «inquietud para hablar del ahora», y en concreto por la de Clua. El autor catalán, que confiesa estar trabajando actualmente en la escritura de un nuevo musical, es conocido por La pell en flames, un éxito en nuestras salas que le abrió camino en los escenarios de Nueva York. Pero Gust de cendra, a pesar de ser escrita previamente, aún no se ha visto en nuestras salas por el miedo de los productores y programadores a que el público no empatize con los protagonistas de la otra parte del océano Atlántico.
UN PARQUE TEMÁTICO , RELIGIOSO Y BÉLICO
El título, Gust de cendra, está basado en la leyenda que cuenta que en los valles de Sodoma y Gomorra, cerca del Mar Muerto y en medio del desierto, crecen frutos con sabor a ceniza, el sabor más amargo que existe. La idea de esta obra, cargada de referentes bíblicos que Clua atribuye a su educación en la Escuela Pía Nuestra Señora, surgió en uno de sus viajes a Israel. El dramaturgo catalán confiesa que en Jerusalén vio «fanatismo»: «se ha convertido en un parque temático religioso para muchos turistas. Un parque temático que crea guerras y donde muere gente». Es una realidad que desde algunos sectores no se quiere ver: «la ciudad de Tel Aviv es conocida como ‘la burbuja’ por su hermetismo -relata Clua-. Es curiosa la capacidad de aislamiento que tienen algunos, y como no quieren ver lo que pasa diez kilómetros más allá». «Si en Jerusalén ya se te generan preguntas, cuando vas a los territorios ocupados lo entiendes aún menos», confiesa el autor.
Fascinado por el intento de las agencias de viajes de vendernos experiencias que califican como «auténticas», Clua denuncia como el turismo «se ha convertido en hacer cuatro fotos y colgarlas en las redes sociales , una experiencia lejana al concepto de autenticidad que anuncian». Partiendo de la base que con estancias de dos semanas en un territorio» no puedes comprender cómo vive la gente de ese país», el dramaturgo escribe sobre lo que conoce: los turistas y «su primer contacto» con la tierra y los que viven.
PIEDRAS Y TRAUMAS
En Gust de cendra, sin embargo, no aparecen judíos, ya que no hubo que hacer un personaje: «Israel está presente constantemente, en forma de piedras y traumas», comenta Clua. La cultura judía tiene mucha presencia, también, en Nueva York, ciudad donde ha vivido el autor y donde ya ha estrenado esta obra, bajo críticas de «posicionarse políticamente a favor de los palestinos»: «es cierto que poner americanos y palestinos juntos es bastante inédito en los Estados Unidos -explica Clua– y suelen censurar estos temas», pero aún así «la obra no es del todo un enfrentamiento», trata de romper tabúes. El dramaturgo defiende que, sin llegar al punto de hacer de sus obras un altavoz de lo que piensa, es inevitable que haya «un posicionamiento moral implícito: si no sería más un relator o un periodista”.
Texto: Neus Riba
