Maria Rodríguez: "He tenido que ser madre para que vean que también puedo interpretar a una mujer madura"

Redacció

Por Sem Pons / @semponspuig

Ha ganado el Premi de la Crítica a mejor actriz por Una gossa en un descampat, de Claudia Cedó, y lo ha hecho compartiéndolo con su amiga Vicky Luengo. Y celebra este premio pocos días después de haber ganado otro, en este caso cinematográfico, el de mejor actriz del Festival de Málaga por Los días que vendrán, la nueva película de Carlos Marques-Marcet. Compagina sus éxitos con mucho trabajo: sigue apareciendo en Com si fos ahir de TV3, prepara El temps que estiguem junts en el Lliure (donde sustituye a Andrea Ros), La marca preferida de las Hermanas Clausman en la Beckett, y el retorno de Una gossa en un descampat. María Rodríguez Soto no es una moda, hace más de diez años que se dedica a la profesión, y ha venido para quedarse. La entrevisto con la ilusión de un amigo que ha seguido de cerca su carrera, y que cree que es un buen momento para detenerse, hacer balance, y hablar.

Teatre Barcelona: Recuerdo hace muchos años, después de un estreno importante, que nos encontramos y me dijiste que acababas de leer una crítica mala, y que te había afectado bastante. Justo al inicio de tu carrera profesional. Y ahora, después de 10 años, sigues aquí, con más trabajo que nunca y ganando el premio de la crítica. ¿Cómo lo valoras, con la perspectiva del tiempo?

Maria Rodríguez: ¡Ostras! ¡No lo recuerdo! Qué memoria tienes. Me debía sentar fatal. Ahora, sin embargo, tengo que decir que lo relativizo todo mucho. Las leo, porque me interesa saber qué piensan, si mi trabajo les llega o no. Pero cuando son buenas no hago una fiesta, y si son malas no me corto las venas. He aprendido a encontrar el punto medio, a considerarlas como lo haría con la crítica de un espectador más.

Yo sí veo que, ahora que lo miramos todo con mirada feminista, hay críticas que te han hecho a ti y a otras actrices de tu generación, que seguramente no se las hubieran hecho a un actor, a un hombre.

Quizás sí. No sabría darte ejemplos, pero es cierto que se te pide mucho más. Las actrices tenemos muchas menos oportunidades que los actores, y somos muchas más. He tenido épocas buenas como ahora, y otros que me he comido los mocos. Se te exige mucho. Para las mujeres es todo más complicado. Y somos muchas mujeres con mucho talento. Hay hombres que, con mi edad, han llegado a un punto alto donde ya no se les juzga más, y yo no me puedo aposentar, todavía. Se nos juzga más, pero no sólo entre la crítica, también hay que decirlo.

Victòria Pagès decía en una entrevista aquí, hace poco, que la Whoopi Goldberg decía que sólo hay tres tipos de personajes femeninos. La mujer joven follable, la amargada fiscal del distrito, o la abuela de Paseando a Miss Daisy.

¡Totalmente! (ríe). A mí me pasaba que sólo me daban personajes de chicas de 20 años, y yo haré 33 ahora. Chicas teenagers, no lolitas, pero casi, con un punto siempre sensual … He tenido que ser madre para que vean que también puedo interpretar a una mujer madura. No hay punto medio. Antes de ser madre, los personajes que hacía eran chicas de 20 años con poco que contar. Como base de escritura, quiero decir. Dramatúrgicamente las consideran niñas que aún están creciendo y poco más.

Supongo que me acompaña un físico con el que me pueden utilizar para hacer este tipo de personajes, y el teatro tiene unas convenciones que te permiten sacar rédito de ello. Siempre decía «hostia, siempre me dan lo mismo, pero suerte que al menos me dan algo, a ver si al final tendré que darle gracias a tener cara de niña».

Julia Barceló ponía como ejemplo La señorita Julia, como texto que se estudia como clásico en lugares como el Institut del Teatre. Dramaturgias que describen la mujer como un personaje secundario, casi amorfo, anexo al hombre… ¿Te da la sensación de que el sector teatral os conduce a las mujeres a hacer este tipo de papeles?

Sí, pero por suerte empezamos a tener conciencia de ello, y tú como directora, como actriz, puedes decidir profundizar en el tema, irte lejos de lo que está escrito. Cuando he tenido un papel así, he tenido la suerte que he tenido direcciones que me han acompañado a huir del tópico, intentas buscar el más allá, aunque a veces te lo tienes que inventar tú porque no está escrito en ningún sitio. La gente cuando escribía no podía profundizar en los personajes femeninos, porque no las conocía. Por suerte, las cosas están cambiando. Claudia Cedó acaba de ganar premios como mejor texto y mejor espectáculo, y hablando de un tabú claramente femenino, que afecta a las mujeres, pero no sólo. A las funciones yo flipaba de ver a los hombres llorando y las mujeres consolándolos.

Romper el tópico de que las mujeres hacen literatura para mujeres y los hombres literatura universal.

Exacto. Pero es que, ¿de qué hablan los hombres? ¡Ellos creen que hacen literatura universal! Yo creo, en cambio, que hacen literatura, en general, bastante masculina. No me siento reflejada a menudo en esta literatura. Y tiene la etiqueta de universal porque es la única universalidad que ellos conocen. Y las mujeres tenemos que hablar, también, de los problemas que tenemos las mujeres, porque también son problemas universales. Obras así lo que hacen es hablar del cuerpo femenino, de las carencias, de los problemas, de nuestras vivencias… y lo que hacen, explicándolo, es acercarnos entre nosotros, que es lo que ahora más necesitamos.

¿Una gossa en un descampat es un antes y un después en tu carrera?

¿Cómo actriz? Sí. El trabajo que he hecho aquí no lo había hecho nunca. He tenido la oportunidad de crear dos personajes de cero con otra persona [Vicky Luengo], y seguramente no me vuelva a pasar en la vida. Y ojalá le pase a mucha gente, porque es súper divertido, apasionante. Hemos hecho algo a cuatro manos, y la viveza que esto provoca en el escenario es brutal, porque tienes dos roles con el resto de los actores, y es un texto tan poderoso, tan escrito desde el dolor y la dulzura, desde un sentimiento hacia el arte tan brutal … que es un regalo.

¿No te daba miedo afrontarlo, por ser un tema tan delicado, y tan cercano? Es un texto de Claudia Cedó, que habla sobre la muerte perinatal, algo que le ha pasado a ella, y que empezasteis a ensayar al poco de haberlo pasado.

Sí, teníamos respeto, y tanto. Pero Claudia lo tenía todo muy claro, había hecho una catarsis muy grande escribiéndolo y en el Trueta la ayudaron mucho en todo el proceso. Ella hablaba del tema de una forma tan natural y tan cercana, que nosotros sólo podíamos actuar como ella, respetarle esta forma de hacer. Recuerdo las primeras lecturas, los primeros ensayos a los que vino… cuando fuimos a enseñarle como iba tomando forma la obra, estábamos cagados, teníamos mucho respeto y lo queríamos hacer con mucha delicadeza, porque sabíamos que para ella todo eso era muy importante …

Pero Claudia escribió el texto, y lo dirigió Sergi Belbel, así podíais tomar un poco de distancia.

Sí, ella tenía claro que no quería dirigirlo. Que sería una obra más poderosa si entraban unos ojos externos, que se le podría dar una vuelta. Pero bueno, ella ha estado muy presente en el proceso con nosotros. ¿Qué te voy a contar? ¡Qué es una crack!

Y ganas el Premio de la Crítica, precisamente, con este espectáculo.

Yo nunca había ganado un premio, en la vida. Estoy en una nube. Quiero creer que quizás estoy recogiendo los frutos de muchos años de dedicación, que ahora ven que me dedico a esto. Muchas veces he pasado desapercibida.

¿Crees que ahora te toman en serio y antes no?

No, no, no creo que no me tomaran en serio. ¿Quién? ¿La crítica? ¿El espectador? El espectador de teatro sí me conocía, pero siendo joven no se te tiene tan presente… a ver, por así decirlo, nunca he sido un nombre del starsystem catalán. Yo he ido trabajando siempre en teatro, pero lo he tenido que intercalar repartiendo flyers, de camarera en un bar… y ha habido muchos momentos que pensé que no me podría dedicar a ser actriz. Y ahora… ahora empiezo a pensar que quizá sí que podré. Y hago una reflexión. En esta profesión, ¿son los otros que te han de decir si vales o no? Eso es muy duro.

Cuando dices que no formas parte del starsystem catalán, tal vez es porque no salías en la tele. Pero ahora sí.

Sí, tal vez la presencia mediática ayuda. Tengo que decir que no tengo más trabajo en el teatro por el hecho de salir ahora en la tele. Hago un papel pequeño, también es verdad. Lo único que me ha cambiado es que voy por la calle y las señoras me paran a decirme cosas. Y es maravilloso. Vas a un pueblo a pasar el fin de semana, y te viene alguien y te dice, «¡Niña, no te quedes con Miquel, quédate con Gemma!». Personifican en ti tu personaje. Es muy bonito.

Pero sí hay teatros que te dirán que no puedes hacer tal o cual papel, porque no vendes suficientemente entradas, porque necesitan caras más mediáticas.

Claro. En circuitos más privados, grandes, supongo que es normal que esto ocurra, porque tienen que llenar la platea. Y yo no lleno teatros.

Todo llegará.

Exacto (ríe).

¿Y cómo lo compaginas todo? Porque últimamente no paras.

Sí, es duro, es duro. El año pasado todo, tuve mucha tralla. Parí, empecé la serie, fui a hacer un casting para Sopa de pollastre amb ordi, y me cogieron, y en medio de toda la locura, me llega Una gossa en un descampat. Me lo pude combinar porque le cedí mi baja de maternidad a David [Verdaguer], entonces él paró y yo pude currar. Pero al final él volvió a currar, y suerte de mi padre salvador que pudo ayudarnos. ¡Es nuestro arcángel!

Y has ganado, además, el premio del Festival de Málaga de cine para Los días que vendrán.

Muy ‘heavy’. No nos lo esperábamos para nada. Es un proyecto muy personal, ha sido una película que hemos hecho porque nos ha apetecido. Fue idea de Carlos [Marqués-Marcet], que cuando supo que estaba embarazada quiso hacer una peli de eso, del proceso de embarazo de una pareja. Y le dijimos «vale, pero no queremos un reality, queremos actúar, no ser nosotros». Creamos juntos los personajes, sus antecedentes, su historia… empezamos a rodar y no sabíamos ni adónde íbamos. En los diálogos hay mucho nuestro, mucha impro… Al principio, comenzamos el proyecto que no sabíamos ni si cobraríamos. Pero entró el ICAA, entraron como guionistas Coral Cruz y Clara Roquet y nos hicieron un guion que nos ayudó a ver hacia dónde teníamos que ir. Estuvimos un año y medio rodando, desde que yo estaba embarazada de cuatro meses hasta un año después de haber parido. ¡Imagínate!

Ganas premios con cosas que te han apetecido hacer.

Sí. Es muy fuerte. Es muy bonito. Con la peli fuimos a Rotterdam totalmente a la expectativa, no sabíamos cómo lo recibiría la gente. Y no ganamos nada, pero hasta vimos a nórdicos y nórdicas llorando y riendo… y dijimos, oye, aún lo habremos hecho bien. Cuando fuimos a Málaga tenía mis dudas, porque yo no soy objetiva con la peli, he estado muy adentro y no tengo suficiente perspectiva para valorarla. Y el estreno funcionó muy bien, también el pase de crítica, que terminaron aplaudiendo. En el pase de público hubo poca gente porque era tarde y llovía, pero estaba mi familia, la gente aplaudió mucho… fue muy bonito.

Me hace ilusión, María, porque vienes de la Verneda, llevas años y años currando, y ahora ganas premios. Mucho mérito.

David dice «para que luego digan que TV3 excluye, ¡que tú eres de la Verneda!». Y sí, es cierto, y tampoco vengo de ninguna «familia de teatro».

En una profesión en que nunca sabes si vas a cobrar o no, o si lo haces sueles cobrar muy poco, mucha de la gente que se puede dedicar a esto es porque, o ya tiene dinero y no lo necesita, o porque viene de familia teatrera y lo ha tenido más fácil para acceder a la profesión.

Exacto. Hay gente que puede trabajar sin cobrar dos meses, y no le pasa nada. No es nuestro caso. En este trabajo he aprendido a ser una hormiguita. De vez en cuando tienes un proyecto que cobras súper bien. Bueno, súper bien tampoco, que es muy difícil cobrar súper bien en el teatro. Pero tienes un buen sueldo, y te lo tienes que racionar, porque el proyecto te dura como mucho cuatro meses. ¿Y cuantos proyectos tienes de este estilo en un año? ¿Dos como mucho? Tienes que ahorrar. Y el resto del año lo compaginas con proyectos que te hacen ilusión, en los que te involucras, pero no por dinero, estamos hablando de arte… sin cobrar. Y cuando llevas unos meses sin currar de actriz, pues tienes que ponerte a hacer otra cosa… y es cuando tienes que ser más actriz que nunca. Cuando hacía de camarera pensaba «María, a tope, no decaigas, ahora no»… y es cuando es más difícil aguantar y seguir creyendo que eres actriz. Nunca sabes si vas a salir del bache. Cuando estás haciendo de camarera y te sale un trabajo piensas «bueno, serán dos meses de teatro y después tendré que volver aquí»… hay momentos muy jodidos.

Y cuando parí… ni te lo imaginas. Estaba cagada, y pensaba, «ya no tendré más trabajo». Llevaba un tiempo sin hacer cosas, venía de haber hecho La Vampira del Raval en El Ministerio del Tiempo y El coratge de matar con Magda Puyo en el TNC… y poco más. Y después de eso no tenía absolutamente nada en el horizonte, y estando embarazada. Pero mira, al final los astros se han alineado.

¿Y ya ha llegado el momento en que puedes empezar a decidir qué papeles haces y cuáles no?

No, no, qué va. Quizás ahora, ya veremos. No sé qué consecuencias tiene ganar premios, no había ganado nunca ninguno. Espero y deseo que sí, que quizá en el terreno audiovisual, en el cine, el Festival de Málaga me dé visibilidad. Quizás me llaman para hacer castings, no lo sé.

¿Qué harías si pudieras elegir?

Cine, me gustaría hacer más cine. Con Carlos [Marqués-Marcet] y David [Verdaguer] he aprendido mucho, porque son unas máquinas. Aunque el cine es lento, el teatro te da más energía con el público. Y la tele también me gusta mucho… así que quiero seguir pudiendo hacerlo todo. Que vaya, te tengo que decir que he aprendido a hacer cine de una forma nada convencional, porque con Carlos y David hemos tenido todo el tiempo del mundo para hacer el proyecto como queríamos… teníamos tempos de superproducción, que dice Carlos, porque no es habitual en este país tener tanto tiempo para hacer cine.

En definitiva, lo que quiero es trabajar. Y trabajar así. Volver a hacer La marca preferida de las Hermanas Clausman, ahora en la Beckett, también me hace mucha ilusión.

Hace 9 años de la primera producción de este espectáculo, casi lo primero que hiciste.

A nivel profesional, yo empecé con un Vidas Privadas de Jordi Prat i Coll en la Sala Planeta. Que fue bien, hicimos gira, pero no llegó a Barcelona. Y luego ya vino La marca preferida de las Hermanas Clausman … (se detiene un momento). Ahora que lo recuerdo, creo que la crítica mala que me decías al principio de la entrevista era con este espectáculo, porque recuerdo una que fue dura, y me supo mal porque es un espectáculo precioso. ¡Decían que no se me oía desde la platea del Tantarantana!

Y también harás El temps que estiguem junts, de Pablo Messiez, que vuelve al Teatro Lliure.

Sí, también es maravillosa. Cuando la vi, me quedé pasmada. Tiene un nivel poético y emocional, crean algo tan maravilloso… aunque no lo he acabado de entender, tengo que decirte, pero me fascina acercarme así al texto, sin acabar de entenderlo del todo, dedicándome a sentirlo…

Y sustituyes a Andrea Ros en esta producción, y en el Lliure, después de un año allí bastante convulso, y con la entrada de un director nuevo… ¿como ves el panorama?

Pues te lo diré cuándo entre a ensayar. Yo el panorama ahora lo veo bien, veo al personal más tranquilo, más a gusto… Es que es un problema ir a trabajar a un lugar donde no te encuentras a gusto, donde no te tratan bien. Y ahora están mejor, porque vienen de un tsunami.

No es necesario que personifiquemos. ¿Pero notas que en el sector ha cambiado algo?

Ya no hay tanta impunidad. La gente ha empezado a hablar. Y nuestras acciones tienen consecuencias. Hay que saber tratar bien a la gente, porque si no tratas bien a la gente durante mucho tiempo, al final la gente se queja, lo comenta, se sabe… y se pondrá en tu contra, no lo dudes. En esta profesión es necesario, sobre todo, educación y respeto. Aplaudo a Andrea por lo que hizo, fue muy valiente, debe haber sido muy duro para ella, pero nos ha situado a todos los demás en otro lugar, en el de la responsabilidad de la denuncia, de estar al loro. Como trabajadores y como ciudadanos tenemos el derecho, y la obligación, de denunciar las injusticias que pasen a nuestro alrededor. Nos ha dado un ejemplo a seguir.

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