Ha recogido elogios con su versión de Carmen en Temporada Alta, y pocos días más tarde se presenta en el Mercat de les Flors con una producción íntima y de profundas raíces emotivas: María Pagés reflexiona sobre la ética de la creación en Óyeme con los ojos. Jordi Sora la ha entrevistado unos días antes.
TEATRE BARCELONA: El título del espectáculo es de un poema de sor Juana Inés de la Cruz (México 1651-1695) ¿Es una declaración feminista en toda regla?
MARÍA PAGÉS: Bueno: no es una cuestión tanto de género… Cuando empezamos a trabajar con el dramaturgo El Arbi El Harti una de las cosas que nos planeábamos era poner de relevancia un modo de vida: una pasión. En su caso, la búsqueda de sí misma, del yo interior, a través de Dios.
Eso tiene bastante que ver con tu producción artística ¿verdad? Pasión y ética.
La suya fue un creación muy vanguardista para la época. En una sociedad muy conservadora. El título creo que es muy gráfico: hay muchas formas de misticismo que no pasan por la religión. Formas paganas presentes en todo ser humano y cultura. En Óyeme con los ojos comparto escenario con mis músicos, en continuo diálogo con ellos y con mi propio interior.
¿Vivir del arte es también, pues, un acto místico?
¡Totalmente! El arte es extender tu modo de vivir, la espiritualidad de cada cual, hacia los otros. El espectador es el receptor de ese mundo particular. Una connivencia entre los dos lados del escenario. Sólo así tiene sentido crear. Y así se genera esta comunión.
En la búsqueda de la belleza y del compromiso…
Con los años he entendido que el sentido de lo que yo hago está en la humildad y la fidelidad. Empiezas a bailar porque te gusta, porque te sale, por entusiasmo y placer. Luego esto se va desarrollando y creces con tu vocación. Y te das cuenta en un punto que tú sola no vas a ninguna parte, que necesitas un equipo. De manera que el escenario se acaba convirtiendo en un espacio al que vas a contar algo. No solo para exhibirte.
Estás planteando el arte, María, como un espacio de libertad y reflexión…
Para cultivar emociones, en donde observar modelos de conducta, referentes, que te ayudan, te enriquecen. Aunque con la limitación que representa saber que es imposible llegar a todo el mundo. Por eso hay que ir siempre un poco más allá: actuar con gente de distintos estilos y planteamientos. Colaborar en proyectos sociales que doten de sentido este mundo nuestro.
Entiendo que desde ese punto de vista el lenguaje propio del flamenco se enriquece en el contacto con lo contemporáneo ¿Es así como lo ves?
Tengo una manera particular de decir las cosas y en “Óyeme con los ojos” quizás hay más dedicación a mi faceta de bailaora. He querido poner de relevancia mis posibilidades como intérprete. Ver a esta altura de mi carrera, en qué punto estoy. Soy yo y yo. Habiendo nacido y vivido en Sevilla, con toda la tradición, lo barroco y aquella manera de entender el flamenco, enraizada en las costumbres, he procurado sin esfuerzo alguno buscar algo abierto y dispuesto a conversar con cualquiera. Porque el flamenco tiene un potencial enorme, muy rico, para poder compartir, absorber, entregar, repartir juego con otros lenguajes de danza. Y una capacidad de evolución única que lo hace especialmente mestizo. Porque no existe el flamenco puro como tal.
La finura del poema de Sor Juana Inés de la Cruz, enfrentada a la sociedad de su época, cansada de la hipocresía y en la búsqueda de otra manera de entender la cosas, se opone a una cierta bravura en su expresión escrita: ¿este es el flamenco que defiendes? ¿Suave en su sentir, fuerte en su expresión?
Si te tengo que decir la verdad creo que esto ha sido una inspiración que has sacado tú (ríe con fuerza…) ¡Ya está bien que sea así! ¡Que te hayamos sugerido eso! Sí es cierto que “Óyeme con los ojos” tiene una calma, una tranquilidad en todo el planteamiento de la pieza porque todo fluye fácilmente: se habla de los símbolos que sustentan la vida y sobre la idea circular de la existencia. Se puede observar hasta en el cartel promocional. Ideas que siempre aparecen en el trabajo de los místicos. También pienso que Sor Juana Inés de la Cruz tiene un punto picarón de contar las cosas. Hemos utilizado en un momento de la pieza algunos tangos que se acercan a esa idea del sentir con bravura.
Para acabar: ¿Es ésta tu obra más autobiográfica?
El arte inspira. Todo cambia con el tiempo y el significado de las cosas. En este punto de mi vida probablemente sea así. No tanto como un relato de vida, como un viaje hacia el interior. Se habla del amor, de los fundamentos, de las bases de nuestra existencia, del diálogo con los otros. Todo lo que sale desde dentro, hacia los otros.