Marc Crehuet: "Hay fantasmas familiares que a veces necesitamos sacar"

Redacció

Per Oriol Puig / @ori_uri

Dicen que la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. El dramaturgo Marc Crehuet ha recuperado un texto de su bisabuelo Pompeu Crehuet (1881-1941), La muerta, un drama rural de principios de siglo, y lo hace dialogar con una autoficción sobre su momento como autor: sufre una gran crisis creativa después del éxito de El rei borni, ahora hace siete años. Sobre el escenario, Anna Bertran, Francesc Ferrer, Betsy Túrnez (Pop Ràpid) y Xavier Bertran (Lo Cartanyà) protagonizan este montaje metateatral basado en hechos (casi) reales.

TEATRE BARCELONA: Una de los miedos más grandes de los artistas es el bloqueo creativo. Es un problema corriendo –que, poco o mucho, todo el mundo ha sufrido–, pero son pocos los que se atreven a hablar.

MARC CREHUET: La figura del bisabuelo siempre me había dado mucho de respeto. Pompeu Crehuet también se dedicó al teatro, escribió diecisiete obras, pero después de su primero gran éxito, La morta, estrenada en el Teatre Romea en abril de 1904, el resto de comedias no tuvieron el reconocimiento de la crítica. Era un peso acercarme a su figura para ver si me pasaba lo mismo que a él, sobre todo después del éxito de El rei borni. El fantasma del bisabuelo me ha acompañado durante mucho de tiempo. A pesar de todo, estos años, he podido continuar trabajando con guiones por encargo de series de ficción o el proyecto Magical History Club con Minoria Absoluta. Una vez superé este bloqueo creativo me apeteció reír de mi momento como autor.

Tu bisabuelo tuvo éxito, sí, pero le acabó persiguiendo toda su vida, puesto que después no pudo mantener el mismo nivel de reconocimiento.

Tocó la gloria en 1904, a finales del modernismo, con La morta, su primera obra de juventud, la escribió con solo veintiún años. Fue un hombre muy prolífico que también escribió cuentos, novelas, cartas a sus hijos, pero murió en 1941 sin conseguir ningún otro éxito. Sus obras posteriores pasaron por la cartelera de Barcelona sin pena ni gloria. La última vez que La morta se representó fue a Televisión Española en 1981. Es una figura que siempre he tenido muy presente y que me apetecía reivindicar.

Se me ocurrió que la mejor manera de homenajearlo era añadiendo una historia mía y compartiendo texto con el bisabuelo. Recuperando esta parte de la memoria familiar he podido reflexionar sobre lo que queda de la producción literaria catalana y cómo algunos autores caen en el olvido y otros no. Muy a menudo los artistas nos preguntamos cómo es que conocemos el éxito y después quedamos relegados en un segundo plan de manera inexplicable.

¿Saber de dónde provenimos puede salvarnos la vida?

Nunca me ha interesado demasiado hurgar en el árbol genealógico de mi familia. Después de este proceso es interesante revisar los fantasmas del pasado. Hay fantasmas familiares que a veces necesitamos sacar. Siempre hay cosas no resueltas. Investigando la figura de mi bisabuelo descubrí un drama familiar no resuelto.

¿Es tu trabajo más personal?

Sí, con un trasfondo mucho más honesto y sin artificios por mi vínculo personal con la historia.

El resultado es una comedia con tintes dramáticos que se va oscureciendo a medida que avanza la historia.

Es una obra modernista-tremendista, hoy sería lo que denominamos un melodrama, ambientada en el mundo rural. En el escenario intentamos representar la obra con el tono melodramático de la época de principios del siglo XX. Y por otro lado, hay la historia con mi bisabuelo con un tono de comedia.

¿El humor negro te permite explorar unos temas que con otro tipo de humor sería prácticamente imposible?

No me gusta posar límites al humor. Si lo hago es porque soy yo mismo, mis familiares, pongo nombres y apellidos a la familia. No lo hago normalmente. Ahora bien, se tiene que poder hacer humor de todo, el humor es sano, es una herramienta interesantísima para poder reflexionar y poner en entredicho construcciones mentales y discursos establecidos. Una broma en un momento determinado puede ilustrar una gran argumentación. El humor negro busca ir algo más allá de aquello convencional.

El viaje temporal con los actores de Pop Ràpid continúa.

Al ser un montaje tan personal era importante rodearme de un equipo muy familiar. Son muy buenos actores, la admiración es mutua. Nuestra relación es mejor que cuando nos conocimos. Hemos podido evolucionar profesionalmente y este reencuentro permite admirarnos de nuevo.

¿Qué papel juega la escenografía?

Con Sebas Brossa entendimos que teníamos que incorporar proyecciones en escena. Hay un espacio donde conviven presente y pasado. Las proyecciones son muy eficaces estéticamente y permiten trasladarnos en estos dos espacios temporales. Esta idea me pareció maravillosa y funciona muy bien.

Explicas que tu vocación desde pequeño ha sido el cine, pero has trabajado sobre todo en televisión y en el teatro. ¿Dónde te sientes más cómodo?

Soy un culo inquieto. Necesito moverme. Soy espectador de cine y de teatro desde muy pequeño. También de televisión. A mí me gusta explicar historias con un formato u otro. La manera de enfocarlo es muy parecida. Lo que pasa es que hay una serie de recursos que cambian. Todo siempre ha ido muy relacionado. Cuando hice Pop Ràpid , Jordi Casanovas me llamó para hacer una obra en la Flyhard, de aquí surgió El rei borni, después vino la  película. Siempre me ha gustado cambiar de formato dentro de la ficción. Tener la posibilidad de cambiar progresivamente me da vida.

El cine llama a la puerta.

El mes de junio empiezo el rodaje de Espejo, Espejo con producción de Rodar y Rodar. Es un guion original mío, una comedia con un componente mágico. He estado un año reescribiendo el guion y buscando financiación, la parte más compleja y pesada de la producción cinematográfica. Es una película con más presupuesto que El rei borni. ¡Toda una aventura!

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