Redacció: Jordi Vilaró / @jordivilaro70
Basada en la obra homónima del dramaturgo norteamericano David Belasco y con libreto de los colaboradores habituales de Giacomo Puccini, Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, Madama Butterfly (1904) nos narra la historia de una geisha japonesa, Cio-Cio San (mariposa / butterfly en japonés), que renuncia a sus principios (religión, costumbres y familia) por el amor de un oficial de la marina norteamericana: Benjamin Franklin Pinkerton. Tras casarse y dejarla embarazada, Pinkerton se va a servir a la marina y vuelve a Japón tres años después, pero casado «de verdad» con una norteamericana. Sin embargo, al enterarse de que su mujer japonesa había tenido un hijo suyo, el oficial estadounidense quiere llevarse al niño en Estados Unidos con su nueva esposa. Cio-Cio San acepta la propuesta para el bien del niño, ya que al ver la falsedad del amor de Pinkerton opta por suicidarse.
Butterfly es una heroína inocente, pero de una fuerza y firmeza extraordinarias. Las terribles consecuencias de su ingenuidad hacen que renuncie a todo lo que tiene para lanzarse a los brazos de un ser que ella creía que pertenecía a una cultura superior, pero que en realidad la consideraba, como a su pueblo, de segunda categoría . En este sentido, la obra representa un ataque a la mentalidad imperialista de los Estados Unidos, a la clara idea de superioridad norteamericana sobre los nativos de los países más pobres, como era el Japón de principios de siglo XX. Aunque Pinkerton no actuó con premeditación ni mala fe explícita -al final de la ópera toma conciencia de sus acciones y se arrepiente del dolor que ha causat-, su «imperialismo inconsciente» acaba igualmente destruyendo la ingenuidad nativa representada por la fiel esposa japonesa.
El representante más famoso de la escuela verista, Giacomo Puccini, es un autor de un lirismo profundo de raíz plenamente romántica que sabe impregnar algunas de sus óperas de elementos exóticos. Estos elementos, sin embargo, no son sólo detalles musicales anecdóticos, sino que abarcan la composición, la melodía, la armonía, el ritmo y la instrumentación. Así, por ejemplo, el compositor no tiene ningún problema para recurrir a la escala pentatónica de la música japonesa para crear musicalmente determinadas atmósferas necesarias para el verismo del drama, tal como sucede en el primer acto, cuando se casan Pinkerton y Cio-Cio San. De hecho, la obra tiene muchos momentos musicales inolvidables, comenzando por una curiosa fuga en la breve apertura de la ópera, pasando por dúos extraordinarios, como el de amor entre Pinkerton y Butterfly al final del primer acto (Vogliatemi bene, un bene Piccolino), el dúo de las flores (con efluvios de vales) entre Cio-Cio San y Suzuki, donde la geisha le manifiesta a su doncella la alegría por el retorno de su amado, o la bella y sugerente intervención del corazón de pescadores en bocca Chiusa del segundo acto. Todo ello sin olvidar la famosísima aria Un bel di vedremo, en que Butterfly proclama ingenuamente una fe absoluta en la fidelidad de su marido, o la breve pero preciosa a de Pinkerton del último acto, Addio, Fiorito asilo, momento en que el oficial muestra el arrepentimiento por el dolor que ha causado a Butterfly. Y el emotivo final, de una gran intensidad dramática, vocal y orquestal, cuando Cio-Cio San despide de su hijo justo antes de suicidarse (Ti? Tú? Piccolo iddio! Va. Gioco, GIOCA!).
El montaje que este año llega al Gran Teatro del Liceo es una coproducción del teatro barcelonés con el ROH Covent Garden que se estrenó en 2017 en Londres. La sobria y elegante puesta en escena de Moshe Leiser y Patrice Caurier irá acompañada en esta ocasión de la dirección musical de Giampaolo bizantino, al que ya vimos dirigir la Orquesta del Gran Teatro del Liceo hace tres veranos en el Festival de Perelada con Turandot, del mismo Puccini, o al inicio de la temporada 2016-2017 dirigiendo Macbeth de Verdi.
En cuanto a los cantantes, el rol de Butterfly es muy complicado, ya que la exigencia vocal pide de una soprano lírica-spinto que llegue hasta el re agudo (RE5) y que a la vez lidie con la potencia orquestal pucciniana; por otra parte, desde un punto de vista dramático hay que remarcar que el personaje comienza siendo una niña de quince años y acaba convertida en una mujer madura dispuesta a defender su honor por medio de la única opción honorable que le queda en no pudo conservar ni marido ni hijo: el suicidio. Este doble reto -líric y dramático- la cotejará la magnífica soprano armenia Lianna Haroutounian y en el segundo cast lo hará la vasca Ainhoa Arteta: una sólida garantía en ambos casos. En cuanto al rol de Pinkerton, por fin disfrutaremos del gran Jorge de León en un primer papel en el Liceo (recordemos que la temporada pasada fue el «segundo» Andrea Chénier después del esperado debut operístico de Jonas Kaufmann en el teatro barcelonés ). El ex-soprano valenciana -ahora mezzosoprano- Ana Ibarra asumirá el rol de Suzuki y el barítono Damián del Castillo, el del cónsul Sharpless. El resto del repertorio lo componen Christophe Montagne, Isaac Galán y Felipe Bou en los roles de Goro, Yamadori y el tío Bonzo, respectivamente.
Sin duda, una ópera como Madama Butterfly representa una «tormenta» musical y emocional perfecta para iniciar operísticament el año!